Narra Allie
Sí, creía que todo había acabado, que por fín podía respirar tranquila, sin que nadie me mirara a cada paso que hacía, pero, como no, alguien había llegado para fastidiarlo todo. Aquel chico se llamaba Ian, había venido de la ciudad, y ahora venía a estudiar los años que le quedaban. ¿Para qué había venido? La ciudad era grande, siempre desde pequeña había deseado vivir allí, visitar los millones de sitios que ofrecía, sobretodo el cinema. Nunca había visto una película, pero la idea me fascinaba, era mi sueño.
Aquel tal Ian no paraba de mirarme, y aunque Katherine, una chica que había conocido en un proyecto de Biología, era muy hermosa, él tenía su mirada dorada en mí. "Demonios.", pensé. Cogí mi cartera y le miré por primera vez directamente en clase. Él parecía asombrado, como si hubiera hecho una voltereta mortal hacia atrás o algo similar, y despegué la mirada irritada, no me gustaba que su atención estuviera puesta en mí, exactamente. Salí a paso rápido de la clase, que solía siempre oler a humedad, y si aquel día tenías un buen olfato, a rata. Cuando miré por el rabillo de mi ojo, Katherine estaba pegada como una sanguijuela a Ian, tirando de su mano frenética, como si tratara de arrancarselo.
Ese día me tocaba ir a clases extraescolares, las primeras y las últimas de mi vida. Mi madre, que era una gran ahorradora, había aprovechado que estas costaban mucho menos que habitual, y como loca me había apuntado. Yo me limité a aceptarlo, tendría que ir, sí o sí. Aún no sabía sobre qué, simplemente en el papel que nos había entregado el de recepción decía : "¡Clases extraescolares a la mitad del precio habitual! ¿A qué esperais?". Valla, frase ingeniosa. Yo esperaba que me dieran unos panchitos o algo de eso.
Mi bicicleta chirriaba con cada pedaleo, me estaba rayando los tímpanos, pero me limité a aguantarlo. Cuando llegué de nuevo al instituto no había ni una simple alma, así qué me encaminé hacia el interior del edificio. Cada uno de mis pasos resonaba con eco, y miré el papelito azul, donde ponía : "Teatro." Puse la mano en el pomo desgastado de la puerta y la abrí.
La habitación, claramente, estaba llena de alumnos. Entre ellos, como no, Ian. Estaba recostado como si se tratara de un sillón en la silla, tamborileando sus dedos en la mesa. Katherine no se encontraba por allí, ella era de la ciudad, no lo necesitaba. Me senté en un lugar del fondo, y la profesora Adams entró, a lo que las voces cesaron.
-¡Bienvenidos a clase de Teatro, chicos!
Teatro, magnífico. Se me daba de pena. No podría ser Arte, ni nada relacionado, sino Teatro. Que maravilla.
-Bueno... veo que por aquí tenemos unos alumnos muy talentosos...
Sí, derrochamos talento por los poros de la piel, ¿acaso no lo ve, señora Adams?
-¿Ian?
El mencionado levantó la vista hacia la profesora, y se encogió de hombros, preguntando lo que la señora quería.
-¿Quieres ser el primero en presentarte? -Dijo la profesora, sonriente en su cara de pasa.-
-¿Presentarme para qué? Si sólo va a ser un día.
-¡Oh, porfavor! ¡Preséntate!
Ian resopló y se levantó de forma perezosa. Puso las manos en los bolsillos de su pantalón, y paseó la mirada por la clase, hasta que esta se fijó en mí. Perfecto. Ya estamos otra vez. Él se quedo algo atónito al verme, pero sacudió levemente la cabeza y empezó a mirar de nuevo a la gente de forma general.
-Hola, me llamo Ian y soy alcohólico.
Ante aquella típica presentación de Alcohólicos anónimos la gente estalló a reir. "Qué ingenioso.", pensé, cruzada de brazos. Todos dijeron "Hola, Ian." al unísono, y Ian sonrió de forma burlona hacia la profesora. Ella le sonrió, claramente una sonrisa amarga y forzada.
-Vamos, siguiente. -Dijo la profesora, antes con una clara advertencia de qué no soportaría una broma de nuevo en sus ojos.-
La gente se fue presentando, hasta que después de una chica regordeta llamada Melanie me cedió mi turno. Me levanté, procurando no tirar la mesa en el intento, ya que me encontrada encerrada entre dos alumnos, y miré a la clase con una mirada neutral.
-Mi nombre es Allie, tengo 17 años y estoy aquí por qué mi madre ha sucumbido al poder del ahorro.
Nadie dijo nada, todos me miraban, de nuevo hipnotizados. ¿Acaso iba a durar aquello toda la vida? ¿No podría mantener una conversación con nadie sin qué todos me miraran con la baba cayendo y ojos vacios? Aquello era culpa de la transformación. Sin embargo, Ian, quien era el que siempre me miraba, ahora parecía que no le daba demasiada importancia. Miraba hacia otro lugar, aún con los dedos tamborileando la vieja y desgastada mesa de madera. Me senté, ocultando mi rostro tras mis cabellos, y hasta que la profesora Adams llamó al atención nadie había apartado su mirada de mí. La mujer empezó a dictar algunas pautas para empezar en el mundo del teatro, y me limité a escribir lo que decía. Ian pasó totalmente de ello, se recostó de nuevo en la silla y se puso a mirar por la ventana. Al acabar aquello, me levanté con rapidez y cogí mi cartera, para salir corriendo de allí, pero una mano me paró por el hombro. Cuando me giré, Ian estaba allí, sonriendo como era habitual de forma burlona. Yo torcí un poco la cabeza hacia un lado, arqueando una ceja.
-¿Sí?
-¿Qué vas a hacer esta tarde?
Ya estamos.
-Cosas, ¿por qué?
-¿Te gustaría quedar?
Mi ceja se levantó aún más, irónica, y él frunció un poco el ceño, cruzando sus brazos.
-No, gracias. Cómo ya he dicho, tengo cosas que hacer.
-Pero...
Antes de acabar su ingeniosa frase para ligar me deslicé por la puerta hacia afuera y me encaminé hacia mi desastrosa bicicleta. Él sujeto en sí me seguía a paso rápido, intentando alcanzarme.
-¿Seguro qué no quieres quedar? Podemos ir al cine en la ciudad.
Me paré en seco totalmente, ¿ir al cine? ¿Ver una película? Apreté la mandíbula, intentando aguantar las ganas de empezar a saltar frenéticamente y lanzarme a sus brazos, asintiendo como una persona con poco coeficiente intelectual.
-No, gracias igualmente.
Retomé mis pasos hasta donde se encontraba la dicha bicicleta, y me subí a esta, poniendo la cartera en mi regazo.
-¡Mañana nos vemos!
La voz de Ian resonó detrás mía, mientras ya había empezado a pedalear, y yo no giré la cabeza, seguí pedaleando hasta adentrarme en el camino del bosque, que conducía a la zona donde yo habitaba.
A partir de ese momento, pensé, con ese sujeto, mi vida no iba a ser tan tranquila.
¡Muy buenas chicos a otro capítulo! Bueno, hoy quería agradecerle, claramente, a una persona concreta que me ha ayudado mucho, me ha ayudado a dar un paso más para cumplir mi sueño. Creo que ella sabe quién es, pero no debería haber duda. Este capítulo, además de a esa persona, va dedicado a todos mis lectores, que haceis posible leyendo esta historia que me motive para seguir. Muchas gracias, de verdad. Ya sabeis, acepto todo tipo de críticas, claramente nunca ofensivas hacia nadie. De verdad, no sé como agradeceroslo. Os quiero un montón, besos.
PD: Os dejo una foto de Allie, que ha sido elegida por votación entre mis lectores.
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Allie no es humana.
FantasyAllie siempre ha sido una joven tranquila, viviendo en un pequeño pueblo apartado de la ciudad junto a su madre y sus hermanos. Pero todo cambió un día. Ese día, Allie supo que realmente ella no era una humana. Sino que por las noches, su cuerpo suf...