II

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Esperar tres días se convirtió en una tortura para los dos. Pablo estuvo a punto de correr a la casa de Julieta el segundo día y asegurarle que le creía, que no hacía falta esperar, que parara ya con tanta emoción.

Veinte fueron los mensajes. Veinte mensajes eufóricos, en mayúsculas y con signos de exclamación, acompañados por fotos desde todos los ángulos; incluidas algunas de las notas aun pegadas en la puerta.

—¿Alguna duda? ¿Todavía tienen alguna duda? —les preguntó Juli el tercer día.

Pablo levantó la mano tal alumno de primaria esperando su turno para hablar.

—Yo tengo una duda... quien sea que haya escrito esto, ¿sabe en verdad hacerlo? La letra es espantosa.

—¡Pablo! —se quejó su amiga.

—En serio, me alegra encontrar a alguien con la letra más deforme, fea e ilegible que la mía.

—No es fea.

—¡No lo defiendas!

Al día siguiente del acuerdo, apareció la segunda nota con otra frase de una canción: "Me gusta tener tu risa, y tu mirada también." La tercera se arriesgaba un poco más y ya declaraba su cariño: "Te quiero, no preguntes por qué." Aquello le había parecido un poco perturbador a Sol, pero en Juli generó todo lo contrario. Y la cuarta apareció esa mañana confirmando lo que todos ya suponían: "Siento que te quiero de verdad, pienso que esconderlo no va más."

—Está claro que le gusta el rock. ¡Y a mí también! —exclamó Juli feliz de encontrar ese parecido en ambos, luego de notar que todas las frases eran de canciones que ella conocía.

—A mí me da miedo —expuso Sol—. Yo llamaría a la policía.

—La envidia se te nota.

—No es envidia, es precaución. Este ente sabe donde vivís, sabe que te gusta el rock y sabe que estás soltera... Sabe demasiado. Da miedo.

—A mí me da mucha risa —comentó divertido Pablo—. Son tal para cual, dos desastres. Mirá la letra de este sujeto —rió—. Apenas se entiende lo que dice.

Esta vez Juli no hizo nada. Su felicidad podía con su racionalidad. No podía creer que alguien estuviera haciendo eso por ella, que alguien estuviera tomándose el tiempo de elegir las frases, escribirlas y caminar hacia su casa para pegarlas en su puerta. Parecía sacado de una novela de Wattpad.

—¡Quiero saber quién es! —gritó de pronto asustando a sus amigos que se habían concentrado en la notas—. ¡Necesito saberlo!

—Yo también —estuvo de acuerdo Pablo—. Quiero saber quién es el ente que hace estas cursilerías y reírme en su cara.

Esta vez la que le pegó fue Sol; aún tenía ciertas dudas sobre el peligro que podía representar encontrar al emisor de las notas.

—Esto es súper psicópata. ¿No te da miedo? Capaz te quiere secuestrar —le dijo a su amiga con toda la seriedad del mundo. Pero Juli seguía volando en su mundo de rosas, corazones y papelitos de colores.

—Yo te ayudo, pero no me hago cargo de los resultados —expuso Pablo.

—¡Gracias! —exclamó feliz Julieta sin siquiera prestar atención a las otras suposiciones—. Esta noche se quedan afuera, escondidos, y ven quien deja el papel.

Sus dos amigos la miraron incrédulos.

—No pienso pasar la noche ahí afuera ni si me pagás un viaje a la Antártida —se negó Pablo—. ¿No hay otra opción? No sé, cámaras, algo.

Notas en la madrugadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora