Santiago y Gabriel

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Una calurosa tarde de verano, Santiago y Gabriel habían quedado para ir a la piscina. Santiago, quien era el mayor de ambos, había llamado a su mejor amigo pidiéndole si podía llegar antes de lo acordado. Gabriel, el menor, un poco desconcertado acepto y llego 15 minutos antes. Al bajar de su auto camino hacia la puerta de la gran casa de su amigo, toco el timbre, y como era de costumbre, Arabella, la criada, lo dejo entrar al apenas verlo parado en el felpudo.

—Buenas tardes, joven Gabriel —murmuro, ella con una sonrisa en el rostro.

—Buenas tardes, preciosa —alago el chico, mirándola de pies a cabeza.

Arabella era muy joven, 23 años. Pelirroja y unos hermosos ojos color miel, una mujer hermosa que traería loco a cualquiera que la viese. Gabriel no era excepción.

Él se adentró en la casa y dio un último vistazo a la chica, antes de subir corriendo por la escalera en busca de su mejor amigo. Al llegar a su destino entro a la recámara de Santiago sin siquiera antes tocar la puerta. El mayor se encontraba recostado sin camiseta en la gran cama, mirando el televisor hasta que se percató de la esperada llegada de Gabriel.

—Hombre, has llegado —dijo levantándose y caminando hacia la puerta—, te estaba esperando.

—¿Por qué me pediste venir antes?

El mayor camino hasta su amigo para terminar deteniéndose frente a él con una corta distancia separándolos y una sonrisa atrevida.

—Lo sabes perfectamente… ¿Acaso pensaste que sería por otra cosa? —murmuro.

—Santiago, te dije que no volvería a suceder. Yo no vine a eso, vine a pasarla bien —resoplo el menor rodando los ojos por la atrevida actitud de su amigo.

—Y vamos a pasarla bien, o dime, ¿no la hemos pasado increíble otras veces?

—No voy a negarlo, pero no está bien lo que hacemos —agrego Gabriel en un tono más bajo que el de antes.

—Sabes que terminara gustandote, ¿porqué te niegas?

El menor se quedo en silencio. Santiago quien se comenzaba a desesperar por la necedad de Gabriel, lo atrapo contra la puerta tomándolo de las muñeca y sosteniéndolas sobre su cabeza evitando que este se soltará.

—¿Me obligarás a amarrarte? Colabora, Gabriel. Sabes que en el fondo quieres esto tanto como yo.

Otro silencio fue la respuesta. Ante esto, Santiago tomó a Gabriel posesivamente de la cintura y lo aparto de la puerta arrojándolo a la cama con brusquedad. El menor soltó un leve quejido al chocar contra el colchón, pero eso no fue obstáculo para Santiago, quien no podía evitar ponerse más caliente al ver a Gabriel tan indefenso ante él. A horcajadas se montó sobre el cuerpo del chico. Realmente no iba a obligarlo, el menor iba a terminar suplicando por más, siempre sucedía. Ya podía sentirse el caluroso ambiente que existía entre ambos cuerpos solo cuando estaban juntos de esta manera.
Se inclinó y beso sus labios con desespero; bajo a su cuello repartiendo besos húmedos por todo el recorrido, mordiendo y marcándolo. Sabía como eso ponía al menor, lo calentaba de una manera increíble y al parecer comenzaba a dar resultado, puesto que ya comenzaba a sentir algo debajo de donde estaba sentado. Hizo un movimiento de caderas causando que sus miembros hicieran fricción bajo las telas de su ropa y haciendo a ambos gemir.

—Te gusta, ¿verdad? —dijo Santiago, con una sonrisa.

Gabriel, quien se encontraba más sonrojado que nunca, prefirió quedarse en silencio pero era más que obvió que aquello que estaba sucediendo esa tarde en la casa de Santiago le estaba gustando.
Con un poco de dificultad y torpeza, Santiago logró sacarle la camisa a Gabriel. Santi amaba tener al menor a su merced, no era más que placer mutuo, cada roce y cada caricia proviniente del otro los volvía locos.

Santiago volvió a atacar el cuello de Gabriel con besos húmedos, bajando poco a poco por sus clavículas, las cuales se marcaban en su piel blanquecina y hacían al mayor enloquecer, este notaba como su pene se endurecía cada vez más, al punto en que comenzaba a doler. Bajó por su pecho hasta llegar a sus pezones y lamerlos con ansias provocando que gemidos roncos salieran de la boca del más chico, quien estaba inmóvil bajo el cuerpo de Santiago. Paso a su abdomen rodeando de besos su ombligo, Gabriel no podía hacer más que gemir y pedir por más, ante esto el mayor de ambos estaba con una sonrisa picara que no se la quitaba nadie.

—P-por favor, Santi… más —dijo entre jadeos, con ambos ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás.

Santiago, maravillado miro a Gabriel y se remojó los labios con la lengua. Volvió a bajar la mirada hacia los pantalones del menor donde yacía algo que suplicaba atención. Sin más rodeos desabrocho lentamente el botón del pantalón haciendo que Gabriel se desesperase, bajo la cremallera y los bajó con cuidado dejándolo en bóxer, donde el pene del menor estaba 'escondido'. Paso sus dedos por encima delicadamente provocando suspiros por parte de Gabriel quien estaba sujetado a las sábanas de la cama.

—Suplica por más. Quiero escucharte gemir mi nombre.

—Sa-Santiago… no pienso hacerlo —comento sonrojado a más no poder.

—Vas a hacerlo. Hazlo —con su mano hizo presión sobre el miembro del menor, aprisionándolo y haciendo que gimiera.

—Oh, mierda. Más, necesito más por favor, Santiago.

El mayor, satisfecho, logró deshacerse del bóxer del otro, haciendo que su pene erecto quedara visible al aire libre. Sin previó aviso lo sujeto con fuerza y comenzó a masajearlo lentamente, robándole sonoros gemidos. El menor no hacia otra cosa que pedir por más, y eso era lo que le daban.

(…)

Lo masturbaba rápidamente con una mano marcando un vaivén mientras con los dedos de la otra lo embestía con fuerza haciéndolo gritar, no les importaba el hecho de que Arabella probablemente los escuchaba, no les importaba nada más que darse placer.

—Te necesito, te necesito dentro de mi. Por favor, Santiago, te lo ruego —suplico Gabriel, mientras intentaba limpiarse el sudor de la frente.

El mayor saco sus dedos del interior de su amigo y dejo de masturbarlo. Se quitó el pantalón con desesperación junto con el bóxer y dejo que Gabriel lo apreciara, este soltó un gemido al apenas ver el pene erecto del mayor, no era la primera vez que lo hacían pero el hecho de ver lo grande y el placer que iba a proporcionarle ya lo hacia delirar.

Santi se levantó de la cama y recostó a Gabriel, coloco cada una de las piernas del menor sobre sus hombros y acomodó su miembro en la entrada justo para penetrarlo. Y así lo hizo, entro de una sola estocada, causando un grito por parte de Gabriel, ya no podía retenerse y lo embistió, lo embistió fuerte y profundo, gimiendo al compás de las penetraciones. Ambos gemían, se escuchaban sus pieles chocar y la cama moverse, el menor se sentía en la cima, estaba totalmente cegado por el placer.

—Sigue, sigue por dios… —hablo Gabriel entre jadeos.

El mayor estaba apunto, estaba por llegar al orgasmo, y no cabía duda de que el menor igual.
Siguió penetrándolo a la vez que lo masturbaba al mismo ritmo, ambos estaban delirando, se decían mil y un cosas sucias, habían perdido el poco pudor que les quedaba.

—¡Oh, Gabriel! —grito.

Santiago había terminado por venirse abundantemente en el interior de su mejor amigo, para Gabriel el sentir ese caliente y viscoso líquido dentro de si había sido la gota que derramo el vaso; se corrió en la mano de Santi, manchando esta y su propio abdomen.

—Sa-Santiago…

—Gabriel…

El mayor salió exhausto del interior del más chico para tirarse a su lado. Gabriel se sonrojó al sentir algo escurrir por sus piernas.

—Niegame que la pasaste increíble —dijo Santiago mirando a Gabriel.

—Idiota.

Historia creada por TheNewNightmare

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