Capítulo I: Mi nuevo vecino.

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Era Domingo en la mañana, y como siempre, yo me preparaba para salir a correr. Era una actividad que llevaba haciendo desde los dieciséis años cada mañana. Cuando entré a la Universidad tuve que reducirla a los fines de semana ya que estaba en clase casi todo el día.

Me vestí con un short deportivo, una camiseta de algodón y mis zapatillas deportivas. Me hice una cola de caballo en el pelo y bajé a la cocina de mi casa a prepararme un desayuno rápido. Eran casi las ocho de la mañana.

Bebí algo de leche fría, me comí una manzana y fui a buscar mis auriculares.

- Estúpido bolso. ¿Quién me obliga a llevar tantas cosas aquí? - protesté mientras vaciaba el contenido de mi bolso sobre la alfombra de la sala. Mi iPhone con sus auriculares blancos cayó casi a lo último. Lo tomé y sin detenerme a guardar todo lo demás, salí de casa mientras me los ponía en los oídos.

Pero cuando crucé el porche, vi un taxi estacionado en la casa de al lado. Sabía que ahí no vivía nadie desde antes de que yo me mudara para el vecindario el año anterior, así que me acerqué a averiguar. La puerta de la casa estaba abierta de par en par y el taxista parecía estar esperando a alguien.

De repente, del interior de la casa salió el chico más guapo que hubiera visto nunca. Alto, cabello negro, ojos oscuros... era hermoso. Pude notar que sería uno o dos años mayor que yo, y no había nadie más dentro de la casa ni en el taxi, así que también supuse que viviría solo.

Le pagó al taxista y justo ahí notó mi presencia. Yo no soy una persona que se quede mirando fijamente a la gente cada vez que se encuentra con alguien que no conoce, pero sencillamente mi cuerpo no respondía las órdenes que mi cerebro le enviaba. Como por ejemplo, que cerrara la boca y que parpadeara normalmente.

Él se acercó y me contempló un rato. Luego torció su boca en una especie de mueca - sonrisa y habló Su voz era tan profunda que causaba escalofríos si te tomaba por sorpresa.

- Hola, mi nombre es Mike. Soy de Nueva Jersey, pero fui aceptado en la Universidad Estatal de California. ¿Tú eres...?

Casi me desmayo cuando caí en la cuenta de que seguía mirándolo sin responder, y que él me estaba hablando a mí. A MÍ.

- Oh, mi nombre es Samantha. Soy de Minnesota y desde el año pasado que vivo aquí. Yo también voy a la Universidad Estatal de California, así que supongo que nos veremos seguido.

No estaba segura de cómo habría sonado la última frase, y ojalá no la hubiera dicho. Pero a Mike no pareció molestarle.

- Samantha. ¿Te molesta que te llamen Sam? Es más corto.- me preguntó y creí que escupiría mi corazón sobre él (lo cual no resultó agradable de imaginar).

-No, claro que no. Llámame Sam si quieres. Estaba por salir a correr, pero si quieres puedo enseñarte un poco de este lugar.- genial, estaba invitando a un completo desconocido a conocer una pequeña parte de California del Norte a las ocho y media de la mañana. ¿Qué brillantísima idea se me ocurriría ahora?

- Estaría encantado de acompañarte.- me respondió mientras sonreía. En ese momento pude ver que no había dejado de observarme en lo que llevábamos hablando.

Fue a cerrar la puerta de su casa y a echarle el cerrojo, y yo aproveché para guardar mi iPhone y esperarlo en la acera. Bueno, con "guardar mi iPhone" me refiero a que abrí la ventana de mi casa y lo arrojé hacia adentro. Me aseguré de que cayera en el sofá; algo es algo.

- ¿Listo?- lo apremié con una sonrisa y comencé a caminar. Él me siguió sin chistar, y así partimos hacia el centro de la ciudad, hablando de todo y nada. ¿Podía ser más perfecto?

Primera vez que te viWhere stories live. Discover now