Capítulo II: Meto la pata hasta el fondo.

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Nos dirigíamos hacia el parque Halloway mientras hablábamos de diversos temas. En un momento, la conversación se había volcado hacia él, así que allí me encontraba yo, escuchando como idiota su vida.

Por lo que había procesado, su nombre era Mike Shinoda. Tenía 22 años y era de Nueva Jersey. Estaba estudiando Ingeniería en su ciudad natal cuando la relación con su novia se terminó de golpe. Estuvo quedándose lo que restaba del semestre en casa de sus padres, pero en las vacaciones de verano había encontrado casa aquí.

Decidió que era hora de cambiar de tema, así que comenzamos a hablar de la Universidad. Me preguntó cómo era el edificio, los profesores, las personas allí. Yo llevaba un año y medio en esa Universidad, y la verdad todo el mundo me caía muy bien.

Bordeamos un gran roble y nos sentamos mirando hacia el pequeño arroyo que corría en la parte noreste del parque. Yo me recosté contra el tronco del gran árbol y él se acostó a mi lado en el pasto.

- ¿Sabes? Me gusta este lugar.- dijo casi en un susurro mientras ladeaba la cabeza para verme. Yo continué mirando al frente; no estaba segura de qué tanto resistiría mirándolo a los ojos sin derretirme.

- Sí, es un lugar precioso.- murmuré y cerré los ojos, dejándome seducir por la suave brisa que entreveraba los cabellos que habían quedado fuera de la cola de caballo.

- Eres muy linda.- oí que me decía, por lo que abrí los ojos y lo miré. Ya no estaba acostado, sino que se había sentado frente a mí. Quiero decir, demasiado cerca de mí.

- ¿En serio lo crees? - le pregunté y automáticamente me sentí como en la secundaria. Mike, en realidad, sólo sonrió y estiró una mano hacia mi mejilla. Sentí que la piel me ardía ante su roce. Pero no me quemaba, ni me molestaba. Era un ardor tibio que se expandía por todo mi cuello y me hacía sentir muy bien. Era una caricia muy suave, nada brusca. Además sus manos no eran toscas y torpes, sino que podía notarlo seguro de lo que hacía. Su piel era muy suave, casi hasta demasiado. Coloqué mi mano sobre la suya y él dejó de moverse.

- Sí. Definitivamente lo eres. - susurró y se me acercó lentamente. En ese momento, comencé a temblar. ¿Qué me sucedía?

No tuve tiempo de averiguarlo, ya que sin oponer resistencia, me levanté y salí corriendo.

Corrí mientras lo oía llamarme. Corrí como si me estuviera persiguiendo un ladrón. Simplemente corrí mientras rompía en llanto.

Me detuve en el porche de mi casa, y sin ni siquiera abrir la puerta, me derrumbé allí mismo, en la escalinata de entrada. Oculté la cara entre las manos y lloré.

¿Qué me había pasado? Es decir, sí, intentó besarme. Mi vecino sexy intentó besarme aunque apenas nos conocíamos. No es como si no quisiera besarlo también. Pero no sé qué me pasó.

Entre mis dedos mojados pude ver que estaba llegando a su casa. Cuando cruzó la calle quise llamarlo, pero su nombre se ahogó en mi garganta.

Al alcanzar su puerta, ni siquiera me miró, ni volteó a ver mi casa. Es como si no quisiera saber nada más conmigo.

- ¿Qué he hecho? - me pregunté mientras me levantaba, abría la puerta y entraba. Subí a mi habitación, abrí la ventana que daba a su casa y comencé a llorar de nuevo, apoyada en el alféizar.

Primera vez que te viWhere stories live. Discover now