Capítulo I: Ladrón pobre e infeliz.

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Hola a todos.

Aquí les traigo un nuevo fanfic donde mi inspiración fue una canción de una chica que entra a una lámpara de un genio (nada qué ver con la historia, pero me inspiró la trama de genios de lámparas).

En fin, espero les guste este capítulo y si es así, voten y comenten, para yo saber si les gusta y seguir publicando. 

Sin más, los dejo con el capítulo. Ya saben, Gravity Falls es propiedad de Alex Hirsch.

Un chico rubio con un ojo color miel y el otro tapado por un parche, vendía telas, joyería y otras cosas de diferente valor en el desierto. La gente pasaba ignorándolo, pues el chico vestía con ropas pobres, prácticamente rotas y sucias. Algunos hombres lo miraban con desprecio y pensaban "ladrón vulgar".

Y efectivamente, ese chico era un ladrón. No pasaba de los 19 años, y a pesar de ser guapo, la vida no le sonreía para nada. Huérfano, tuvo que valerse por sí mismo desde joven. Intentó hacer las cosas a la buena manera, trabajando, pero todos sus patrones sólo lo explotaban y le restaban dinero para pagarle con excusas de impuestos, o que el chico tardó un poco más de lo asignado, inclusive un hombre un día le dijo que no le pagaría porque los niños no debían trabajar y aquello sería incorrecto (cabe decir que el niño ya había trabajado como esclavo ese día).

Un día, el chico que se volvió un adolescente, decidió no ser explotado nunca más, así que se dedicó a robar. Por un tiempo le salió bien, robaba comida y a veces ropa y así sobrevivía, pero como todos los humanos en esta vida: siempre deseamos algo más: un juguete, dinero, un libro... incluso un paseo.

Y el joven no se vio en otra alternativa más que robar y vender lo que hurtaba, para así comprarse algún capricho. Al principio le salió bien, pero luego se hizo de fama, y aunque migraba de lugares, algunos lo reconocían de sus viajes y advertían a los demás.

Ese chico se llamaba Bill Cipher. Bajó la mirada frustrado. No tenía caso, nadie parecía interesado en lo que vendía. Tomó sus cosas, las guardó en una tela que anudó para que quedara una bolsa y se fue. Pateaba la arena enojado. No sabría con qué cara llegaría con su hermano. El niño estaba ilusionado de comer algo especial ese día; pues era su cumpleaños; y Bill ni siquiera pudo lograr eso. Así es, Bill tenía un hermano menor: Will. El niño tenía 12 años. Tenía un año cuando sus padres murieron. Pudo sobrevivir gracias a su hermano y la casucha donde vivían, pero siempre les faltaban cosas básicas como alimento.

Bill envidiaba al rey de ese país. Pensaba que si tenía dinero, sería feliz, estaría completo, pues nunca tendría hambre, tendría ropa nueva, su hermano tendría juguetes y dulces y sobretodo, tendría poder. Sí, Bill amaba el poder y deseaba un día tenerlo, aunque lo veía como algo lejano, pero soñar no cuesta nada.

Una tormenta de arena comenzó y el chico tuvo que huir para refugiarse. Pero tuvo que cerrar los ojos para que no les entrara arena y llegó un momento en el que empezó a correr hacia un lugar indefinido, pues tenía no veía nada. De repente, sintió que tropezó y cayó de cara, recibiendo el mayor impacto en sus manos para no lastimarse la nariz. Abrió los ojos confundido, pues ya no sentía el viento venir.

Había caído en un agujero no muy profundo. Se levantó y vio muchos tesoros en su interior. Mostró una sonrisa avariciosa, por fin saldría de su porquería de casa. Sin pensarlo dos veces, tomó puñados de monedas y las guardó en los lugares que podía de su ropa. Había de todo: monedas, gemas, coronas, perlas, telas más finas que las del rey inclusive... se sentía afortunado por fin. Iba tomando cosas a diestra y siniestra cuando vio una lámpara dorada con un pino grabado en el costado.

Intrigado, la tomó entre sus manos. Esa lámpara parecía valiosa, pues tenía algunas piedras preciosas de color rojo en la tapa y el asa era de esmeralda. Con su pulgar frotó el pino y sintió una especie de vibración dentro de la lámpara. Por instinto la tiró al piso. La lámpara dejó escapar un polvo color azul que desprendía un olor que Bill jamás había sentido antes, pero era refrescante y agradable. Cerró sus ojos y cuando el polvo se dispersó, los abrió para ver a un chico de 16 años frente a él. Ése estaba de pie frente a él y usaba un chaleco azul con bordado dorado, un pantalón blanco, zapatos dorados y en su cuello colgaba un pino hecho con esmeraldas y piedras preciosas.

Lo miró bien y se dio cuenta que el chico no era feo, al contrario, se veía simpático y lindo. Mientras, el castaño parecía confundido y miraba a todos lados menos a Bill.

-¿Quién eres? ¿Y de dónde saliste? -Luego miró su ropa donde se podían ver los bultos de las monedas que había tomado. Inmediatamente las tomó entre sus manos. -¡Yo llegué primero! ¡Esto es mío!

El chico lo volteó a ver y con algo de miedo en la voz, preguntó.

-¿T-tú me sacaste de la lámpara?

-¿Qué? -Ahora Bill era el confundido.

-¿Frotaste la lámpara? -El castaño tomó entre sus manos la lámpara que Bill tenía antes y se la mostró al rubio. Éste primero lo miró confundido, pero luego hizo una mueca de desconfianza y asintió levemente.

De inmediato, el chico se arrodilló y puso la cara en el piso ante él, luego habló nuevamente.

-¡Te lo agradezco! He estado encerrado allí durante... -el joven levantó el rostro e hizo cuentas con los dedos. Luego rió nerviosamente. -En realidad ya perdí la cuenta... bueno, el asunto es que soy un genio y te concederé doce deseos. Mi nombre es Dipper.

Bill lo miró como si tuviera dos cabezas, pero cuando escuchó "te concederé doce deseos", dejó ver una sonrisa maliciosa. Doce deseos le bastaban perfectamente.

-Bien, supongo que eres algo así como mi esclavo.

A Dipper se le erizó al piel, más que nada por el tono del rubio. Le daba algo de miedo.

-B-bueno...

-Bien. -Bill no lo dejó terminar. -Mi primer deseo es que en este lugar haya un castillo donde yo sea el rey, estas riquezas sean mi tesoro y mi hermano menor esté aquí.

Dipper vio un brillo malicioso en los ojos de Bill y para ser su primer deseo, sintió que era algo avaricioso, pero su trabajo no era juzgar. Se levantó del piso.

-Tus deseos son órdenes.

El castaño chasqueó los dedos y ese agujero tomó forma de un castillo, más lujoso y grande que el del rey, pues tenía acabados de oro, almohadas de plumas, cristales colgando del techo. Había alfombras rojas y moradas, animales exóticos como guacamayos y pavos reales. Se creó una bóveda donde todo el tesoro que encontró Bill estaba bien resguardado y apareció el hermano del rubio, aún con su ropa desgastada y obviamente confundido.

-¿Bill? -Preguntó el peli-azul cuando lo vio. -¿Dónde estamos? ¿Cómo llegué aquí?

Bill volteó a ver triunfante a Dipper.

-Eso es de lo que hablo.

-Hermano, ¿Con quién hablas?

Preguntó Will aún sin entender nada y algo asustado.

El genio de la lámpara (BillDip) (Terminado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora