Bienvenido a tu infierno

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Lo único que sentía era dolor.

Dolor por todas las heridas de su cuerpo, dolor por dejarla sola, dolor por lo que sea que le estén haciendo, dolor al recordar cuando todo era perfecto.

Si pensó que lo había hecho enojar antes con todo eso de "Nunca entrenare a tus dragones" y "Prefiero morir", pues...vaya que estaba equivocado.

_¡Vikingos y vikingas!¡Admiren al gran Dragon Conqueror!

Y odio por esa voz, por esa persona que había arruinado su vida.

En la oscuridad de la sala se podían vislumbrar dos siluetas. Una de ellas grande y prepotente, avanzaba dando vueltas alrededor de la otra silueta jugando con un látigo en mano.

La otra sombra se veía más frágil. Probablemente de un chico entre los 15 y 16, estaba encadenado a un pilar de piedra en medio de la sala, los pies colgando a unos pocos centímetros del suelo. Pero a pesar de su situación, había un brillo en sus ojos...un brillo que mostraba determinación y valor, pero, aunque tratará con todas sus fuerzas de ocultarlo, en sus ojos también mostraban un tipo diferente de brillo. En el fondo de ellos podías ver el dolor que el sufría en ese momento, la desesperación, la impotencia que él sentía atado ahí...su miedo.

Él no tenía miedo de lo que le pasara a el, al contrario, tenía miedo de lo que le pasara a sus compañeros, a sus amigos...y a Astrid. El temía lo que le pasara más de lo que quería admitir o alguna vez admitiría. Ella era todo para el, y cuando por fin podían estar juntos todo tenía que arruinarse...el podía hasta morir en este lugar sin nunca decirle lo que sentía por ella. No...el viviría...por ella...tenía que hacerlo...tenía que...

_¿Haz cambiado tu opinión o sigues prefiriendo morir?

Alvin lo miraba con una sonrisa maniática en su rostro, te daba tan miedo que podría hasta quitarle el apodo a Dagur, no necesitabas observar mucho que digamos para darte cuenta de lo mucho que adoraba torturarlo.

_ Elijo no traicionar a mi pueblo.

El continuo dando vueltas hasta detenerse frente a él. Dio unos pasos peligrosa,ente hacia adelante y agarró su rostro con su mano libre obligándolo a verlo a los ojos. Si las miradas mataran Hiccup ya hubiera sido 20 veces quemado.

_ Berk no es tu pueblo, no era el jefe de la isla. Y lamentablemente no llegarás a serlo nunca.

Algo en su tono le dijo que él no "lamentaba" nada.

_ Pruébame.

Esa fue la gota que derramó el vaso. Sus ojos destellaron de furia, sus nudillos se volvieron blancos por la fuerza con la que sujetaba su látigo. Soltó su rostro con brusquedad y dio unos pasos para atrás. Justo cuando Hiccup pensó que no le haría nada el aire se lleno con un sonido que a estas alturas él y se había acostumbrado, pero eso no significa que se haya acostumbrado al dolor que le sigue.

Por más que quiso evitarlo un grito de dolor escapó de su boca. Estaba cansado se gritar, de parecer débil pero, no podía evitarlo. Se suponía que después de tantos golpes no debería ni quedarle fuerzas para gritar, ni siquiera para hablar, pero todo era al revés. Cuantos más golpes recibía más fuerte gritaba, cada azotada era más fuerte que la anterior, o por lo menos eso le parecía a él.

Con cada segundo que pasaba todo se volvía más insoportable, cada vez respiraba con mayor dificultad, hasta llegó al punto de pensar que pronto perdería la consciencia.

JamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora