Capítulo IV: Ropa de Él

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-Vamos Cami, no es tan grave. Tienes que salir de ahí, tenemos que hablar
-no quiero hablar de esto- conteste con una voz que no parecía mía
-no puedes dejar esto a la mitad... Camila sal de ahí- golpeo la puerta con la mano abierta
Me obligue a mí misma a levantarme del frio suelo, mire mí alrededor en busca de mi ropa de la noche anterior, que por lo que me dijo él seguramente estaba regada por todo el departamento, y no estaba dispuesta a salir para darle la cara a Sebastián. En la silla que estaba en una esquina del baño estaba un montón de ropa sin clasificar, tome unos jeans y una playera de él, no serían de mi talla pero solo servirían para salir de este lugar. Me vestí rápidamente, para cuando levante la mirada justo en frente de mi estaban un par de ojos fijos, eran los míos; se veían rojos de llorar y en el fondo se percibía el miedo, la angustia, la pena y el dolor... deslice las manos por mi rostro para limpiar las lágrimas.
La puerta seguía siendo golpeada al otro lado, pero estaba dispuesta a pasar por sobre quien fuera para salir de ahí. De un tirón abrí la puerta, pero ya estaba Sebastián, listo para detenerme.
-oye, oye, tenemos que hablar, eso fue tan normal como lo puedas imaginar- puso sus manos a cada lado de mi rostro.
Para él era normal, para mí era la experiencia más desastrosa.
-no quiero hablar de eso, ¿comprendes? Ahora si no te importa, quiero irme a mi casa... por favor- cada vez mi voz iba bajando de tono.
-está bien-suspiro- dejare que te vallas y te calmes, pero esto definitivamente no pude quedar así, tengo algo que decirte...
Me limite a no responder, ni emitir ninguna señal, solo a pasar de largo ante Sebastián.
A zancadas cruce el dormitorio, para pasar a una sala de estar, donde efectivamente estaba la prueba de lo poco que me había narrado Sebastián de la noche anterior: mi ropa y la suya regada por todas partes... Cerré los ojos con fuerza, deseando con todas mis fuerzas que esto no hubiese ocurrido. La frustración volvía a mí, definitivamente tenía que salir de ahí. Tome mi bolso y corrí a la puerta de la entrada, en la salida del edificio me di cuenta que estaba lloviendo estruendosa y dramáticamente. ¡Perfecto! ¡Justo lo que me faltaba!
Me exiliaba caminar bajo la lluvia como una verdadera tonta, pero no tenía otra opción.

SebastianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora