Cuando entré a la habitación me encontré totalmente desconcertada, era aún más exquisita que las salas anteriores, con suaves tonos cremas y marrones para las paredes, cuadros con pequeños paisajes pintados a mano junto a muchos títulos enmarcados, que como primera impresión daban asombro, un escritorio con madera suave y delicada a la vista, la sala daba una apariencia de calidez e informalidad que era casi imposible de concebir sin un gusto menor al de un gran magnate estrafalario, sin embargo, el hombre con el traje gris que estaba frente a mí, no lucía como nada relacionado con un magnate, él estaba sentado en una enorme silla detrás del escritorio, me siguió con la mirada.
Sus ojos eran de color chocolate, su cabello era una mezcla de ónix y caramelo, su peinado era un poco o quizá demasiado juvenil para él aunque su edad no aparentaba no más de veinticuatro años. Joven, sin embargo, algo más allá llamó mi atención, sus colores no se podrían distinguir, estaban todos de una manera siniestra interactuando."Demasiado joven, para ser gerente de nada... Pero ese campo es increíble" Pensé caminando hacía el escritorio no quería aparentar estupidez al quedarme frente a él, le sonreí un poco y le extendí mi mano, él observaba cada gesto y movimiento que realizaba. Al acecho.
-Un gusto conocerlo señor Collinwood-él estrechó mi mano- Mi nombre es Danka Crane Maczka.
- El gusto es mío señorita Crane, mi nombre es Dean Collinwood.-finalmente liberó mi mano de las suyas- Bien, tome asiento, veo que es usted muy nueva con lo de trabajar en una oficina, ¿no es así?- Dijo observando algo en su ordenador, probablemente fuese mi currículo.
- Quizá lo sea, aunque no creo que mi edad sea influyente con mi desempeño-repliqué suavemente.
- Muy confiado de su parte, señorita. Es un buen inicio, una chica segura y hermosa es justo lo que necesito para secretaria.-sonrió de manera lobuna- Suficiente de mi, hábleme sobre usted, Crane.
-Correcto, la mejor manera de conocer a alguien es conocer un poco de su pasado, ¿no lo cree usted?
Mi infancia fue un poco peculiar, mi hermano y yo comenzamos nuestras vidas dentro de un núcleo problemático, luego gracias al esfuerzo de ambos salimos de allí y nos independizamos, mi educación fue muy buena y mis estudios lo demuestran, yo no me considero una persona egocéntrica pero confío en mis capacidades.- levanté un poco más mi barbilla para demostrar mi punto, siempre había omitido detalles, esa no fue la excepción- Mis habilidades son la rapidez, la resolución de problemas, la confianza, la sensibilidad, puntualidad y mi inteligencia, si me deja mencionarlo.-Eso ha sido práctico, creo que ha sido una mujer de pocas palabras aún así, me ha convencido. Pero ¿Cuáles son sus debilidades? ¿Sus miedos? ¿Qué es lo que le hace temblar? Vealo como un viejo refrán "dime a que le temes y te diré quién eres''- su tono adoptó un tono cautivador, suave, como cuando se le habla a un pequeño niño. Él me estaba analizando, lo podía escuchar, sus cavilaciones, sus expectativas, todo- Esto es una entrevista formal, creo que me he excedido con mis preguntas, mis disculpas señorita Crane.- comentó rápidamente al ver que no respondia a la interrogante.
- No, en absoluto, creo que todo tiene sus dos lados. Mis fortalezas bien se pueden convertir en debilidades, me explico; mi seguridad puede pasar a ser terquedad, mi rapidez se podría convertir en torpeza y falta de exactitud. Pero lo que es mi mayor debilidad es el tiempo, el futuro, la incertidumbre del mañana, claro, si es que existe un mañana...
Dejé la frase colgando entre nosotros, al parecer él conocía el sentimiento tan bien como yo, "un mañana que quizá nunca llegase"... en mi vida era casi todo así, a la espera del destino, sin opción a algo más. El señor Collinwood era como creí que sería, amable pero cuidadoso, respetuoso pero algo atrevido. No sé si decir que me sentí atraída hacia él, aunque era algo innegable, su personalidad, su sonrisa y su traje eran cautivadores e intrigantes, lo que toda la mujer desea en un hombre, pero yo no deseaba eso y estaba muy segura de eso.
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La chica con los cabellos de fuego
Tiểu Thuyết ChungSecretos, la palabra que definió nuestras vidas; la verdad fue un gran golpe, y vaya que nos movió. La vida que habíamos vivido no era cierta, ¿qué hicimos para merecer esto? Ésa pregunta me torturó desde la infancia en el orfanato. Pero la respuest...