Prologo

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Las manos de él temblaban notoriamente, aún así, trataba de empuñar la pistola con firmeza. Una gota de sudor recorría su rostro debido a la persecución que había tenido lugar por todo el edificio. 

Sus ojos, esos ojos color avellana que alguna vez le habían dado ánimos y la hacían sentir a salvo, ahora, era fríos y cortantes sin dejarle leer sus emociones a través de ellos, la ventana tenían una persiana.

La acorralada dio un paso hacía atrás mirando por encima de su hombro a través del cristal el final del edificio de 15 pisos, luego la calle, los autos que pasaban evitando la carrera 56 debido al accidente; y esas miles de personas ausentes a lo que pasaba a su alrededor, tan concentradas en sus preocupaciones diarias que no se darían cuenta del sonido hueco de la pistola en este edificio, no lo presenciarían, solo se enterarían en el momento en que decidieran leer el periódico o vieran las noticias. No se mostraría interés en la aparición de la muerte en esta obra de teatro.

- ¿Por que haces esto? - Volvió a preguntar con un nudo en la garganta. La persona que le apuntaba con la pistola no era la misma que creyó conocer.

Por unos segundos sus ojos dejaron ver compasión, pero rápidamente volvieron a ser fríos causando un escalofrío en la espalda de la pobre agente.

- Cállate - Dijo él entre dientes - Solo dame lo que es mio por derecho.

- ¡Tu no eres así! - Grito ella sin pensarlo - No eres la misma persona que conocí hace unos pocos meses.

Sus manos permanecieron firmes, pero sus rodillas mostraron el impacto de las palabras provenientes de los labios de la chica.

- ¡Cállate! - Gritó él esta vez - ¡Cállate si no quieres que dispare!

Ella se acercó un poco al ver como bajaba la guardia. Pero el reaccionó fugazmente y volvió a estar alerta ante el siguiente movimiento de ella.

- ¿No has entendido? - La voz del chico se había vuelto débil, parecía estar al borde de las lágrimas - Solo dame el maldito diamante y me desapareceré de tu vida.

Ella trató de guardar sus lágrimas, no iba a mostrar debilidad. A pesar de lo que dijera, su corazón no quería que ese chico despareciera de su vida, había llegado a su vida de manera tan repentina y aún así se volvió algo vital, el pan de cada día.

Si se separaban, sería doloroso, ambos lo sabían.

- Por favor - Rogó ella una vez más. Se acercó un paso y el labio inferior de él tembló - No pidas el diamante, no lo tengo. Pero quiero algo que se volvió de mayor valor para mi que el diamante, tu.

Él no aguantó más y se dejó caer en un mar de lágrimas, no soportaba el peso que invadía su pecho, el arma cayó al suelo y se deslizó hasta los pies de la chica. Ella la tomó y la miró por unos segundos, luego lo miro a él. Suspiro con pesadez.

- ¿Tienes miedo a disparar, hijo del sol? - Sonrió ella con tristeza mientras las lágrimas caían por sus mejillas y disparó.


Dispara, si te atreves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora