Su pálida piel estaba dibujada de cicatrices disimuladas con realidad, él no sabía que estaba desalmado, no sabía que lo que cometía era venenoso, que no era sensible.
Connor se refugiaba tras una sonrisa llena de melancolía y superioridad. Connor n...
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El sol pegaba muy fuerte, pero deliciosamente. No empaqué bañador y tuve que comprar uno completo, y Connor también. Corrimos por la arena caliente, haciendo un hueco en la misma, marcando nuestros pasos con fervor.
Connor me tomó entre sus brazos y corrió al agua tibia, sintiendo la pequeña ola en nuestros cuerpos. Su sonrisa se extendió demasiado, nunca lo había visto tan feliz y lleno de dicha.
—Ya te dije que siempre quise venir a la playa —susurró, con las mejillas enrojecidas a causa del sol.
Negué.
—Tus ojos brillan, Connor. No necesitabas decirme, ya me he percatado —Sonreí, enredando mis brazos en su cuello para regalarle un beso.
—Te amo, Maddie —Besó mi nariz.
—No te escucho —Fingí, frunciendo el entrecejo.
—¡Te amo! ¡Madison Lee! —gritó—, ¡y me casaré contigo!
Lo miré con los labios apretados, yo también quería gritar. Pero sólo me tiré a él, cayendo sobre la arena mojada, besándolo mientras la ola nos cubría en su va y ve.
—¿Es una propuesta? —pregunté
Guiñó un ojo, metiendo la mano en el bolsillo de su bañador.
Me ayudó a levantarme, mientras él se colocaba de rodillas sobre la humedad de la playa, entre sus dedos tomó un anillo, que en vez de una piedra, llevaba una margarita amarilla como adorno.
—Cásate con este desgraciado, Madison —dijo, sin quitar la sonrisa de su rostro—. Prometo besarte, amarte, llorarte y rogarte el resto de mi vida. Aunque la muerte nos separé.
Chillé, cayendo de rodillas frente a él.
—Claro —Asentí con emoción—, es todo lo que quiero en la vida.
Connor puso el anillo de hierro en mi dedo, y acunó mi rostro. Besándome con fuerza a cada tacto de nuestros labios entrelazados.
—Te amo —susurré, cuando él junto nuestras frentes para tomar un poco de aire.