casi 99

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 armarte completamente en mi cabeza (porque he leído suficiente porquería filosófica para saber que son las imágenes del mundo las que tiñen la conciencia de colores suficientemente vívidos, suficiente vividos para forzarse a sí mismas dentro de la memoria), amarte no en el sentido obsceno y pornográfico de las novelas o las películas - medios de difamación masiva del amor, amarte como se ama algo que se observa tan tranquilamente que pareciera navegar ininterrumpido en la corriente que representa al tiempo y que incluso, con el tiempo suficiente dentro del tiempo que transcurre, pareciera -siempre parece, siempre todo se asemeja a otra cosa- trascender y no volverse el simple vacío provocado por el pez en el agua al impulsarse sino algo más - no el pez, nunca el pez, el pez se fue y no vuelve sino hasta la otra vida (o la que sigue después de esa); amarte en mis manos, extensiones del incómodo mí mismo que viola los espacios sin permiso y que incomoda la vista y las sienes, incómodo mí mismo que funciona de nexo entre el yo superior -tanto que permanece encerrado bajo llave para no escaparse un día y que suele conseguirlo de a segundos porque puede- y todo lo demás (lo que mi mente subdesafinada aparta de mí y lo nombra "lo otro") o, ya que vamos al caso, entre ese yo superior y el tú que crea para justificar -o tratar de abarcar- tu presencia, por medio de un <<intentamos fuertemente juntar algo que no se hizo para estar demasiado junto, nunca demasiado>> que terminará en el más desolado yo -esta vez todo yo, sin distinción entre alma y cuerpo-, en el más desolado yo que se sentirá el calor de la tú-justificación entre sus brazos y dirá <<esto no ha servido sino como ejercicio de soledades>>; amarte lo suficiente como para sentirme incompleto cada vez que no confabulamos algún plan para conquistar los mundos que nos esperan - no extraterrestres, no soy ningún pendejo, no - mundos de papel y lápiz, de rímel, mundos de arena y sal, de chocolate manchando las sábanas, mundos de otros mundos (como un collage o lo que sucede si dejas caer cientos de dedales de distintas piezas de bisutería en un suelo de granito) mundos que exigen un ejercicio de imaginación mucho más sublime que el que requiere ver el Paraíso o el Infierno, mucho más didáctico que leer sobre la evolución y definitivamente más honesto que todo lo que han escrito los poetas sobre estar perdido, porque nunca nadie se ha perdido, solamente se ha dejado de desempeñar esa parte de la conciencia que mantiene las cosas en su "justo" orden y lugar y que, en perfecto uso de mi hipocresía, he usado para mantener todo este párrafo congruente y vertical. 


es decir, amarte porque eso es natural en mí para contigo, me haga bien o me haga mal

Aquellos viejos puentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora