Capítulo 4 - Pesadillas.

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Matt y yo estamos echados en mi cama mientras vemos algunas películas de Liam Neeson, escuchamos música y jugamos uno que otro videojuego.
Es raro, mi mamá no ha venido a decirme nada durante toda la noche, pero la escuché llegar hace unas horas.
Son las 4:21 de la madrugada, Matt y yo seguimos despiertos y escuchamos unos pasos subir por las escaleras.

— ¿Anna?... ¿Estás despierta?— la voz de mi padre retumba por el pasillo y mi corazón se sobresalta.
— Pa-Papá... Sí, estoy en mi cuarto— tartamudeo y empiezo a temblar. Matt me mira fijamente y no sé qué descifrar en su mirada: ¿temor, angustia, emoción, confusión?
— ¿Qué haces despierta a estas horas? ¡Denisse!— llama a mi madre, se oye enojado, cierro los ojos y sólo deseo que no entre mareado a mi habitación.

Sus pasos se oyen cada vez más fuerte y sé que se está acercando.

— Escóndete.

Es lo único que sale de mi boca en ese momento, respiro profundamente e intento inútilmente dejar de temblar.

— ¿Qué?— Matt me mira confundido, empalidece y se queda inmóvil mientras escuchamos los pasos cada vez más cerca por el pasillo.
— Por favor, Matt, escóndete.

Mis ojos se llenan de lágrimas y sé lo que está a punto de pasar.
Matt se pone de pie rápidamente y entra en mi clóset, entre mi ropa es poco visible, cierra la puerta desde adentro, lo miro, inhalo profundamente, me escondo bajo las sábanas y sólo espero.
La puerta se abre, mi corazón va a mil por hora.
La figura alta y corpulenta de mi padre entra en la habitación, su mirada está llena de furia y empiezo a sudar frío.

— Deberías estar durmiendo.— su voz se eleva y por el tono uniforme de sus palabras sé que está de nuevo bajo los efectos del alcohol. El alcohol que destruyó mi familia.
— E-Estaba viendo... Películas.
— No es hora para ver películas.

Mi padre se acerca, cierro los ojos con fuerza, apaga la televisión y se acerca a mí.

— Déjala.

Una nueva voz entra en nuestro entorno: mi madre.

— ¡Tú no te metas Denisse!
— ¡Simon, es mi hija! No voy a permitir que le hagas nada.
— Vamos, vamos a la habitación, Denisse.
— ¿Estás borracho? ¡Por Dios Simon!
— ¡Vámonos he dicho, cállate y apúrate!

Mis ojos se llenan de lágrimas y esta vez empiezan a caer por mis mejillas, lágrimas llenas de miedo, terror.
Mi madre mira fijamente a mi padre y casi puedo leer sus pensamientos.

— N-No...— logro decir con la voz entrecortada por el pánico— no le hagas nada... Por favor...

Los ojos de mi padre llenos de rabia y cegados por el alcohol se posan en mí, me atraviesan como un par de flechas directas al corazón.

— Escúchame, niña estúpida, es mi esposa y yo puedo hacer con ella lo que me de la gana.
— ¡Por favor! ¿Qué acabas de decir, Simon?— mi madre levanta la voz y se acerca a él.
— Cállate, vamos a la habitación, este es asunto nuestro.

Empiezo a llorar, cierro los ojos y no deseo ver nada más, las lágrimas corren por mis mejillas y siguen hasta humedecer mis sábanas.
Mi madre levanta la mano y sin lograr hacer nada más, mi padre la agarra de la muñeca, con la otra mano sostiene su cuello, la acerca a ella y le susurra algo que no logro oír.

— ¡Lárgate de mi casa!— lágrimas de impotencia recorren el rostro asustado de mi madre.

Mi padre sale furioso de la habitación llevando a rastras a mi madre.

— ¡Y tú duerme o vendré por ti después!

Sus palabras hacen que llore sin parar, siento que no puedo respirar y mi corazón se parte en mil pedazos. Las lágrimas humedecen más mis sábanas y no puedo contenerlas, olvidé por completo que Matt estaba en mi clóset, mi padre apaga la luz de mi habitación y cierra la puerta de un portazo.
Me acurruco bajo mis sábanas e intento no oír nada fuera de mi habitación.

Sólo oigo unos ligeros pasos cerca a mí, el seguro de mi puerta se oye desde adentro y segundos después unas cálidas manos recorren mis brazos.
Siento un gran alivio, un escalofrío que recorre mi columna vertebral y las lágrimas cesan por un momento.

— ¿Estás bien, pequeña? No llores— su bella voz, susurrando, tan serena y calmada, me transmite paz.

Matt pasa su mano por mi mejilla y lentamente seca mis lágrimas.

— Tranquila, estoy aquí contigo.

No soy capaz de hablar, no sale ni una sola palabra de mi boca, simplemente sollozo e intento respirar moderadamente.
Matt se sienta sobre mi cama, sube sus piernas y se acomoda a mi lado tapándose con mis sábanas.
Estoy echada de costado, él detrás mío, pasa su brazo derecho sobre mí y nuevamente me siento pequeña a su lado. Su brazo se acomoda sobre mi cintura y su mano sostiene mi mano suavemente.
Me acomoda y me da un tierno beso en la mejilla.

— Nunca te dejaré, pequeña. Siempre estaré aquí contigo.

Una última lágrima baja por mi mejilla y un nuevo beso de Matt hace que se desvanezca como si nunca hubiera aparecido.

— Eres una persona tan especial, tan fuerte, tan capaz. Eres maravillosa, pequeña, tenlo siempre en cuenta.

Una sonrisa casi invisible se esboza en mis labios y Matt me abraza firmemente, fuerte pero sin ahogarme, simple: me hace sentir protegida.

— Sólo espero esta noche no tener pesadillas.
— No las tendrás, pequeña, estoy aquí para protegerte.

***

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