Asher se había pasado lo que quedaba de noche encima de una silla y de cuclillas, mirándola. Le gustaba mirarla, y no le importaba casi el dolor que, al mismo tiempo, sentía.
Había estado pensando en las cosas que la gente normal hacía. Llegó a la conclusión de que Mel necesitaba ropa, comida, y un lugar donde dormir. Lo de el lugar para dormir y la comida ya lo había supuesto sin tener que planteárselo, pero lo de la ropa le había costado unos minutos. También pensó que tendría que salir a la calle, relacionarse con gente, porque el estar todo el día en su casa encerrada la haría querer volver a suicidarse.
Por ahora, ir a comprar ropa.
Mel abrió un poco los ojos. Al principio estaba desorientada, pero después recordó lo que había pasado anoche.
-Hola-dijo la chica con un hilo de voz.
-¿Qué te pasa?-dijo Asher.
-¿A mi? Nada. ¿Por qué lo dices?
Asher recordó que la gente tardaba un poco en recuperarse después de dormir. Dormir era baldío, pensaba Asher. Se perdía muchísimo tiempo en realizar esta estúpida acción. El había dejado de dormir hacía bastantes años.
-Por nada. Ven a comer, tendrás hambre.
-Si, gracias.
Asher esperó a que se sentara, y puso encima de la mesa la caja de cereales.
-Tengo esto. Y una manzana. Cómetelo.
Mel sintió algo de miedo al notar el tono brusco de su anfitrión. Se preguntó si los cereales serían realmente cereales. Sin embargo, se moría de hambre, y una vez más, pensó que no tenía nada que perder. Se comió los cereales con la mano, porque no vio ninguna taza ni nada por el estilo. Después de unos cuantos puñados, se comió la manzana en tres bocados.
Solo cuando hubo terminado, Asher habló:
-Tienes la ducha disponible.
Y Mel, obviamente, se duchó. Le encantó poder quitarse de una vez la mugre de la calle.
Después se volvió a poner su roñosa ropa, y encontró a Asher en el salón del piso.
-Ahora vamos a comprar ropa. Necesitas mas. Te he comprado chocolate. Toma.
Asher le dio una onza de chocolate a Mel en la mano. Ella aborrecía el chocolate, pero no se lo dijo. Lo había empezado a odiar cuando era una niña pequeña, porque su padre la solía dar. Intentó borrar esos recuerdos de su mente, y centrarse en lo que decía Asher. ¿Comprar ropa? ¿Y eso? Bueno, la verdad es que sí que necesitaba algo que ponerse, porque llevaba con el mismo chándal y ropa interior desde hacía tres semanas. Asher había pensado en sus necesidades antes incluso que ella.
-¿Conoces alguna tienda?- preguntó este.
-Si... Alguna. Cuando vivía con mi abuela conocía alguna. Aunque no eran tiendas con ropa muy...cara.
-¿Te refieres a que nunca has llevado ropa que te guste?
-Bueno, mas o menos. -Mel se sonrojó ¿Cómo había podido adivinar sus pensamientos?
-Pues vamos a una tienda que te guste. Ven.
Caminaron durante un largo rato, hasta llegar al centro comercial más cercano.
Mel entró. El aire frío la dio en la cara de manera agradable. Vio todas las tiendas, y se emocionó.
-Puedes gastarte mil doscientos treinta y un euros.
Asher sí se compraba ropa nueva a veces, pero solo la que necesitaba. Sin embargo, leyó que las chicas frecuentaban las tiendas, y por tanto pensaba darle el dinero que fuera necesario para poder vestirse bien. Había reservado otro dinero para comida, y otro para otras necesidades que se le fueran ocurriendo.
Mel, maravillada, fue corriendo de tienda en tienda. En una que le gustó, cogió montones de vestidos y empezó a probárselos en el probador, uno a uno. Le enseñó el primero a Asher. Era corto, rosa y con tirantes. Se lo compró. Encontró otro de mangas cortas y con el que se veía la parte superior de las tetas. Luego una falda violeta. Y encontró un top blanco que iba a la perfección con ella. Toda la ropa se la iba dando a Asher, que la miraba, inexpresivo.
En el interior de Asher el dolor era muy intenso. Eso era otro perjuicio: con paso del tiempo, el dolor se había incrementado, en vez de disminuir. Sin embargo, a su vez esa sensación cálida y reconfortante también se había incrementado.
Una vez se habían gastado un décimo del dinero que tenían en ropa, volvieron a casa.
-Oye Asher-dijo Mel en cuanto llegaron- , ya se que ya te lo he dicho, pero muchas gracias por todo. Yo... Siempre me había hecho ilusión llevar este tipo de ropa, y... Me has hecho un favor.
Miró al frente. Estaban muy cerca. Mel se preguntó qué debía hacer ahora. ¿Darle un beso?
Apresuradamente, se colocó de puntillas y le dio un pequeño beso en la mejilla.
Asher no entendía bien qué acababa de pasar, pero le había encantado.
ESTÁS LEYENDO
42.[editando]
ParanormalAsher se había pasado lo que quedaba de noche encima de una silla y de cuclillas, mirándola. Le gustaba mirarla, y no le importaba casi el dolor que, al mismo tiempo, sentía.