Asher la había dejado irse. Había sabido desde que empezó a contarle la verdad que se iría tras saberla. Pensó
que tenía derecho a saberla, y derecho a decidir qué haría en consecuencia. Sin embargo, no podía evitar sentirse triste porque se hubiera ido.
Triste. Ahora comprendía cómo se sentía tener esta emoción. Durante el tiempo que había estado con Mel, había descubierto diferentes emociones. Ella le estaba volviendo humano.
Sin embargo, le gustaba.
Todo lo que estaba pasándole merecía la pena. Merecía la pena por lo que sentía. No podía dejar de pensar ella. En su pelo, sus ojos, su piel...La admiraba porque pese a todas las cosas que le habían pasado a lo largo de su vida, jamás había llegado a volverse como sus padres. Ella había seguido siendo una chica decente hasta el final. También le encantaba su actitud alegre cuando no le pasaban cosas malas, y su seriedad para las cosas con las que había que estar serio.
Asher la conocía de solo tres semanas. Pero con ese tiempo había visto su manera de actuar, su personalidad, y ahora lo tenía claro: se había enamorado de ella.
A Mel le habían ocurrido cosas tremendas. Él había querido darle un mundo mejor, pero solo lo había empeorado. Ella no se lo merecía, no se lo merecía.
El dolor era ahora muy parecido a estar quemándose desde dentro. En ese momento era tan agudo que pensó que iba a morir. Se tiró en el suelo, hecho una bola. Cerró los ojos con angustia, y apretó los dientes. Estaba haciendo un esfuerzo por no gritar, por no armar un jaleo en el vecindario. El sudor se le caía por la frente. ¿Qué le pasaba? Hasta entonces, había podido contener el dolor bastante bien, concentrándose un poco. Ahora no podía. Era demasiado fuerte.
De pronto le entraron ganas de vomitar. No lo había experimentado nunca en su vida, y le pareció una sensación muy desagradable. Quería ir al baño, para no ensuciar, pero no podía moverse por el dolor. Estaba tumbado en el suelo, en posición fetal. Dio gracias por estar solo, porque así nadie podría verle en ese estado de debilidad.
Empezó a sentir arcadas, y se incorporó levemente apoyándose con las manos.
De pronto empezó a vomitar.
Vomitó una sustancia negra y pastosa, parecida al petróleo. Fue muy desagradable. Cuando terminó, ya no sentía dolor.
Estaba mareado y cansado, como si le acabarán de despertar de un sueño muy largo.
Y sin razón alguna, empezó a llorar.
Lloró durante horas. Era como si estuviera llorando todo lo que no había llorado en su vida. Se sentía triste, enfadado, feliz, asustado, enamorado, lleno de cólera...
Tenía emociones.
Ya no era un portador.Aunque no tuviera emociones, descubrió rápidamente que sí conservaba sus poderes. Era lógico: aunque ya no recibiera más energía a base de la esfera 42, la energía extra que había recibido en otro momento seguía ahí, por lo que no sería ilimitada. Si no usaba los poderes, su energía extra se acabaría al cabo de unas tres semanas, y después empezaría a tener sueño, hambre, etc.
Ahora se sentía mucho más libre. Le apetecía relacionarse con la gente, no matarla. Podía distinguir entre el bien y el mal.
Ahora veía todos sus recuerdos desde otra perspectiva. ¿Cómo podía haber matado a esa niña el otro día? ¿Por qué había matado a tantos animales, aunque ellos no le proporcionaran ninguna energía?Ahora se veía a si mismo como un monstruo, un ser despreciable. Quería morir por todas las cosas que había hecho.
Estuvo un largo tiempo reflexionando, y se dio cuenta de algo: Los portadores de muerte solo traían desgracias, y tenían que ser destruidos.
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42.[editando]
ParanormalAsher se había pasado lo que quedaba de noche encima de una silla y de cuclillas, mirándola. Le gustaba mirarla, y no le importaba casi el dolor que, al mismo tiempo, sentía.