Capítulo especial
Me encontraba demasiado nerviosa. Repasé frente al espejo mil y un discursos sobre irme, pero ninguno terminó de convencerme. Es algo tonto, ya lo sé, porque de igual manera no creo que a ti te importe tanto mi partida. O sí, ¿quién sabe? No eres muy claro con las señales que lanzas, Noah. Y después dicen que las mujeres somos las difíciles de leer... Já.
En esta ocasión llevaba puesto un vestido algo sencillo, de color rosa pastel y con mangas. Sobre este, traía un abrigo liviano. El otoño ya se había presentado en la ciudad. En mis pies calzaban mis amadas zapatillas blancas de caña baja.
Se hicieron las seis de la tarde, hora en que acordamos para encontrarnos en aquella plazoleta que hay cerca de Dolly's. Aprecio mucho el que hayas propuesto ese lugar ya que no me imaginaba dándote tal noticia en la cafetería de siempre. No es por menospreciar el lugar, de hecho es increíble, pero no lo consideraba como el escenario más adecuado.
Caminé tranquila por las calles del barrio, cada tanto se me escapaba uno que otro suspiro al seguir sin tener idea de lo que decir. Así fue que sin darme cuenta ya me ví sentada en uno de esos viejos bancos de madera con pintura blanca desgastada del lugar, esperando por ti.
Revisé mi reloj de muñeca y era normal que aún no llegaras, ya que yo me había presentado quince minutos antes. Supongo que fueron los nervios los que me apuraron. De igual modo esperé en silencio, imaginando cómo reaccionarías. Sonreí ante esta última acción, eres tan impredecible que es inimaginable tu reacción realmente.
A lo lejos te vi venir, tranquilo, con ese paso seguro de siempre. Te acercaste poco a poco y te pusiste de pie frente a mí.
-Hola. – Hablaste primero.
-Viniste. – Respondí, acompañada de una tímida sonrisa.
-Claro, en verdad quiero escuchar lo que tienes para decirme, Bec.
Me limité a asentir con la cabeza. Te sentaste a mi lado.
-¿Podemos dar una vuelta? – Te dije, pensando que quizá eso me ayudaría a juntar valor.
-¿Te encuentras bien? – Te preocupaste por mí.
Volví a asentir con mi cabeza, en silencio. Y de este mismo modo, comenzamos a caminar en dirección a la enorme fuente de en medio del lugar.
Miré al cielo, las pocas nubes que había cubrían el sol. Luego de eso te propuse sentarnos bajo la sombra de un árbol, a lo que aceptaste encantado.
-Ya, Becca. Me estás asustando. ¿Qué ocurre?
-La paciencia no es algo que te caracteriza, ¿eh? – Bromeé. O eso intenté.
-No mucho. Pero en serio, si tienes algo que decir, ya dilo. – Dijiste sutil.
-Yo... - me miraste fijo. Tus ojos verdes clavados en los míos. – Yo... - Eso era algo que me estaba distrayendo, así como tu boca, entreabierta, en signo de confusión. – Yo me... - de pronto las ganas de besarte se habían incrementado. – Al diablo con todo. – Dije y lo hice.
No sé de dónde junté el valor necesario para hacer eso, si hace minutos atrás no lo tenía para decirte que marchaba a Francia. Pero en fin lo hice. Te besé, Noah. Al principio fue algo tenso, pero luego me relajé y moví mis labios sobre los tuyos. Por un momento te dejaste llevar, y se sintió como tocar el cielo con las manos. Nunca había estado tan feliz, sentía que todo comenzaba a salir bien y que Cupido me sonreía de una buena vez. Tus labios me hicieron olvidar el mundo por un momento y concentrarme en nosotros. Sólo tú y yo. Nada de Bea, ni notas amenazantes, ni palabras hirientes, ni viajes a Francia. Absolutamente nada ni nadie más.
Pero como todo tiene un final, debimos separar nuestros rostros y fue ahí cuando la tormenta se avecinó. Lo siguiente que ocurrió fue impredecible. ¿Quién lo hubiera imaginado?

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El chico de los ojos verdes
Short StoryMucho siente pero poco demuestra Becca. Nunca se le facilitó el expresar sus sentimientos, por lo que siempre optó por plasmarlos en una hoja con un lápiz y su corazón al mando. Todo cambia cuando en su camino aparece Noah, un chico con los ojos...