capitulo 2

513 55 6
                                    

—¿Por qué has venido? —le preguntó ella—. ¿Qué motivos tienes para estar aquí? —Tengo unos cuantos.
—Empecemos por el primero —ella levantó la barbilla aunque temblaba por dentro.
Él cruzó las piernas a la altura de los tobillos y eso atrajo la mirada de ella hacia sus musculosas piernas. Andrea  hizo un esfuerzo por apartar la mirada y mantener su gesto de esfinge.
—El primero es... —samuel  hizo una breve pausa que aumentó el desasosiego de ella— Ahora soy el dueño de Mercyfields.
—¿Qué has dicho? —a andrea  se le salían los ojos de las órbitas. Samuel pasó por alto la pregunta y siguió sin alterarse.
—El segundo es que también soy dueño de las empresas Mercer. —No... te creo... —ella intentó dominar al pánico que la abrumaba.
—También soy dueño del piso junto al puerto y del yate —samuel volvió a hacer una pausa y la miró inexpresivamente—. No obstante, he permitido que tu padre conservara el Mercedes y el Jaguar. Yo ya tengo mis coches.
—¡Cuánta generosidad! —exclamó ella con sorna—. ¿Hay alguna propiedad más de los Mercer que creas que es tuya?
El esbozó una sonrisa detestable que heló la sangre de andrea .
—andrea , no es que yo crea que soy dueño de los bienes de Mercer, es que realmente lo soy...
Samuel tomó un montón de papeles de la mesa y se lo entregó a ella. Ella los tomó con manos temblorosas y buscó la firma de su padre, pero no la encontró. Todos los documentos eran iguales. El señor samuel Leonidas Kaproulias era el propietario de todo el patrimonio de Mercer. Las casas, la empresa, las inversiones, el yate...
Andrea  dejó caer los documentos mientras se levantaba vacilantemente.
—No lo entiendo... ¿qué ha pasado? Mi padre nunca permitiría que las cosas llegaran a este punto. Él preferiría morir antes que ver cómo te quedabas con todo.
—En realidad. Samuel  volvió a sonreír—, al final lo aceptó de muy buena gana...
—No te creo. Tienes que estar chantajeándolo o algo parecido. Él nunca permitiría que tú...
Andrea se detuvo al acordarse del extraño comportamiento de su padre durante la última temporada. En Navidad ella se marchó un par de días antes porque él no paraba de incordiarla.
¿Se habría propuesto samuel  destrozarlo? Desde luego, no le faltaban motivos. Aunque su padre le había pagado la educación en centros privados, también lo había tratado muy mal mientras había vivido con ellos, mientras su madre trabajó de sirvienta en la casa. Además, Austin, el hermano de andrea , lo maltrató constantemente y ella misma se había portado fatal con él, algo de lo que se arrepentía cada vez que lo pensaba Yo no lo llamaría chantaje. Diría que le he convencido para que se plantee que no tiene muchas alternativas. Como había supuesto, él tomó la salida más fácil.
—¿La salida más fácil? —ella lo miró con incredulidad—. ¿Te parece que entregar un patrimonio de varios millones de dólares es la salida más fácil?
—Lo es si te enfrentas a una buena temporada en prisión. Ella lo miró sin decir nada y el corazón a mil por hora. Prisión...?
—Cárcel, chirona, presidio, trena, calabozo...
—Sé qué es una prisión —espetó ella—, pero no en tiendo por qué mi padre iba a ir allí. ¿Se olvidó de tu cumpleaños?
—Ahora, eso, desde luego, sería un delito, dados los cinco motivos que me han traído aquí.
Andrea  hizo recuento mentalmente y sólo le salían cuatro.
—¿De qué estás hablando? Ya lo tienes todo, ¿qué te falta? —le preguntó ella.
—Me sorprende que no lo hayas adivinado. Al fin y al cabo, es lo único que quise desde el día que mi madre y yo salimos por la puerta de Mercyfields.
—Venganza... —musitó ella con tono de espantoEstás buscando venganza...
—¿Cómo crees que conseguiría esa venganza, encantadora andrea ? —la miró fijamente.
—No sé cómo funciona la mente de un psicópata —ella lo miró con todo el desprecio que pudo—. Me temo que vas a tener que decírmelo.
Él soltó una carcajada atronadora que la paralizó de horror. —Es curioso que te parezca un psicópata.
—¿Qué ibas a parecerme si no? Te expulsaron de Mercyfields con una condena por daños a bienes materiales y crueldad desmedida con los animales. ¿Acaso te has olvidado del perro de la señora Bromley?
—Yo no cometí ese delito concreto —la miró como si fuera a atravesarla—. En cuanto a los daños a los bienes, fue un desgraciado arrebato de ira que pagué completamente.
—Vaya —dijo ella con tono despectivo—, te has convertido en un santo durante los últimos diez años... Es una pena que yo no lo note.
—Sólo notas lo que quieres —replicó él con resquemor—, pero llegará el momento en el que tengas que afrontar la brutal realidad de la verdad.
—Me parece muy divertido que menciones la palabra «verdad» como si supieras lo que es. Dime, samuel , ¿qué tortura has planeado? Supongo que yo seré la víctima, si no ¿por qué me han llamado? Tu padre tiene la mala costumbre de ser muy mandón, pero espero que pronto se dé cuenta de su error. Yo pensé que lo mejor para ti era que estuvieras aquí esta tarde, pero no pedí que él te llamara.
—¿Podríamos ir al meollo del asunto? —preguntó ella con impaciencia—. Empiezo a estar cansada de los juegos de palabras.
Samuel  tomó aire y observó el gesto inflamado de ella. Ella tenía una impresión pésima de él y eso, por el momento, le convenía. No podía permitir que ella supiera el motivo verdadero que lo había llevado allí. Había esperado mucho tiempo para verse las caras con Owen Mercer. Durante diez años había trabajado como un animal para salir del arroyo donde lo habían arrojado.
Austin Mercer había encontrado su destino y él sabía que la familia Mercer todavía sufría su pérdida. Él, sin embargo, no lamentaba lo más mínimo que el único Mercer varón estuviera enterrado.
Sophia, la madre de samuel , también había muerto y él no había podido ofrecerle todo lo que le habría gustado darle en pago a los sacrificios que ella había hecho. Los repugnantes sacrificios que Owen Mercer le había obligado a hacer.
Samuel  percibió los esfuerzos que andrea  estaba haciendo para parecer tranquila y la admiró por eso. Su padre se había hundido como el cobarde que era, pero ella era una luchadora y él conservaba una cicatriz que lo confirmaba.
Era más hermosa de joven que de niña. Era esbelta y se movía con la elegancia de quien había aprendido ballet. Tenía un pelo rubio y sedoso agarrado en la nuca con una pinza y los ojos eran de un azul celeste e hipnotizador. La boca, carnosa, solía adoptar una sonrisa engreída, pero él sabía que lo hacía porque lo consideraba muy inferior, como si no mereciera la sonrisa impagable que ofrecía a otros hombres.
Sin embargo, él era paciente. Había esperado hasta ese momento y podría esperar un poco más...
A andrea , la mirada de samuel  le parecía perturbadora, pero se mantuvo en su sitio y esperó a que él hablara. Se dijo que él no podría hacer nada peor que lo que ya había hecho. Si era verdad que era el dueño de todo, ella tendría que irse de su piso en la ciudad, pero podría alquilar cualquier otro piso. Su trabajo de profesora de ballet la proporcionaba unos ingresos aceptables, aunque tenía que tener cuidado con los gastos, sobre todo cuando no podía cobrar su tarifa normal a unos niños con escasos recursos que se retrasaban en los pagos. También sabía que podría completar sus ingresos de otra forma, pero no pensaba pedir la ayuda de su padre. Contuvo una risa histérica cuando se le pasó por la cabeza la idea de limpiar casas.
—¿Podrías contarme el chiste? —le preguntó samuel .
—No —ella lo miró—, la verdad es que no tenía ninguna gracia. —Casi nada lo tiene en esta vida, ¿verdad?
Ella apretó los labios. Samuel sabía muy bien que ella idolatraba a su hermano. Efectivamente, la vida ya no tenía ninguna gracia —He hecho un trato con tu padre —declaró él después de uno de esos silencios desquiciantes. Ah... —ella esperó que hubiera parecido desinteresada.
—Le doy la oportunidad de evitar la espantosa experiencia de un proceso judicial. —¿Por qué lo haces? —ella frunció el ceño—. Sobre todo cuando...
Andrea  no terminó la frase. Todavía se acordaba del la vergüenza y deshonra que había sufrido Sophia Kaproulias cuando acusaron a su hijo de daños premeditados. El periódico local se ensañó con él y dijo que samuel  era un rebelde desagradecido que se había levantado contra el benefactor que había pagado su educación privada. La ley cayó con todo su peso sobre él y ella se alegró. Supo que samuel  pasó algún tiempo entre rejas, pero salió pronto por buena conducta. Por algún motivo, para ella samuel  y buena conducta no conjugaban, sobre todo cuando la miraba como si fuera una presa que iba a atrapar.
—Tu padre no sobreviviría un mes en prisión —explicó samuel —. Tu madre no pasaría del primer día.
—¿Mi madre? —lo miró con una súbita angustia¿Qué tiene que ver mi madre en todo esto?
—Tu madre estaría implicada como cómplice de un delito. Además, como la fortuna familiar es mía, no podrían contratar a ningún abogado aceptable.
—Estás inventándotelo... eres...
—Me temo que no, andrea . Durante los últimos años, tu padre ha hecho algunas operaciones sospechosas. Yo me enteré y decidí que era el momento de que diera la cara, por decirlo de alguna manera.
—Ante ti, naturalmente —la mirada de ella era gélida. —Naturalmente.
—Entonces —ella tomó aliento—, ¿cuál es mi papel en todo esto? No puedes implicarme. No tengo nada que ver con los negocios familiares.
—Es verdad. Sin embargo, tienes que representar un papel bastante notable. Si no lo haces, tus padres sal—
drán de Mercyfields montados en un furgón de la policía, como salí yo hace diez años.
Era difícil mantener la compostura al imaginarse a su madre en ese trance. ¿Qué venganza habría tramado él para aplacar la amargura del pasado? A ella sólo se le ocurría una cosa que la estremecería hasta la médula, pero estaba segura de que él se la planteaba...
Él se levantó y se acercó a ella con ligereza. Ella lo miró a la cara y comprobó, por primera vez, que lo había subestimado. Sus ojos tenía un brillo implacable, como si estuviera deseando decirle lo que había preparado para ella pero quisiera hacerla sufrir con la espera. Ella estaba a punto de perder el dominio de sí misma y le pareció que él lo había notado. Tenía la boca seca y las manos húmedas. Se levantó y lamentó haberlo hecho al encontrarse con los muslos casi pegados a los de él. Intentó retroceder, pero él la agarró del codo.
—No me toques con tu sucia manaza —ella lo soltó con una arrogancia aristocrática.
Él tomó aliento y andrea notó que le apretaba el codo con más fuerza antes de soltarla. Ella intentó mantener algo de serenidad, pero el contacto de sus dedos le había transmitido una especie de descarga eléctrica por todo el cuerpo. Lo temía, pero también se sentía atraido por el —Con el tiempo, te acostumbrarás a que te toque —replicó él—. Es más, es posible que acabes anhelándolo.
—No vas a tocarme ni por todo el dinero del mundo. —¿Qué te parece todo el dinero de los Mercer? —¿De... qué... estás hablando?samuel  la miró inescrutablemente.
—Verás, éste es el plan que te tengo reservado. Tus padres conservarán la libertad y, como me siento generoso, cierta posición económica si se cumple una única condición.
—¿Qué condición? —andrea tragó saliva.
Ella quería saber la respuesta, pero también sospechaba que no iba a gustarle. Como así fue.
—Quiero que te cases conmigo.

verdades y mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora