capitulo 4

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-No vuelvas a intentarlo -amenazó ella más furiosa consigo misma que con él-. ¿Quién te has creído que eres?
-Soy tu novio hasta dentro de dos semanas -contestó él delicadamente-. Entonces, llevarás mi anillo y recibirás mi cuerpo sin queja alguna.
-Espero que tengas drogas suficientes. No existe ninguna otra posibilidad de que yo acepte acostarme contigo.
Él esbozó una sonrisa torcida.
-Supongo que tanta teatralidad es propia de alguien que se ha salido con la suya toda la vida. Te garantizo que querrás casarte conmigo.
-Naturalmente, das por supuesto que voy a aceptar ese plan disparatado.
-No sólo lo doy por supuesto, cuento con ello. Cualquier duda que albergues al respecto desaparecerá con una conversación con tu padre -samuel fue hasta la puerta y la abrió para que ella pasara-. ¿Por que no vas ahora? Ella dudó. Sabía que una vez que traspasara aquella puerta, entraría en una fase completamente distinta de su vida.
Él arqueó una ceja como si se burlara de su indecisión. Ella tomó aliento y pasó junto a él con aire de dignidad. Al pasar, andrea notó la sonrisa de satisfacción de samuel .
Sus padres estaban en la sala verde. Su padre estaba junto al ventanal observando el inmenso jardín y su madre estaba sentada, como paralizada, en uno de los sofás.
Andrea entró y cerró la puerta. El chasquido hizo que su madre diera un respingo y que su padre se volviera.
-¿Qué demonios está pasando? -preguntó andrea . Su madre empezó a sollozar.
-Ya está bien, Glenys -Owen Mercer miró a su mujer despectivamente-. Ya es tarde para ponerse histérica.
Andrea detestaba que su padre despreciara a su ma dre, pero no era el momento de reprochárselo. -¿Es verdad? -le preguntó directamente a él-. ¿Es verdad que samuel Kaproulias es el dueño de todo? Andrea notó que su padre tragaba saliva y que unas
gotas de sudor le brotaban en el labio superior. -Sí... es verdad.
-Pero... ¿por qué? -ella parpadeó-. ¿Qué ha pasado? -Cometí algunos errores - su padre no podía mirarla
a los ojos-. Ninguno grave, pero con el tiempo fueron amontonándose. -¿Qué fue amontonándose? -Las deudas... -¿Qué tipo de deudas? El le dijo una cifra y ella se dejó caer en un sofá. -Dios mío... -samuel se enteró y entró a degüello. No pude hacer nada para detenerlo. Ella le daba vueltas a la cabeza para encontrar una solución, pero sólo veía su futuro perfectamente trazado.
Samuel había entrado detrás de ella. Ella era la elegida para pagar el precio. -El nos ha ofrecido una solución a nuestros problemas -declaró su padre.
-¿De verdad? -andrea lo miró con frialdad-. Supongo que no habréis aceptado esa solución tan digna, ¿verdad?
-Cariño... -susurró su madre.
-¡Te he dicho que no te metas, Glenys! -bramó su padre antes de dirigirse a andrea -. Él es un hombre rico. Yo podría haber aspirado a alguien menos... primitivo, pero su dinero será un buen sustituto.
-¿Crees que el dinero significa algo para mí? ¿No os dais cuenta de lo que habéis hecho? ¡Me habéis vendido como si fuera una novia medieval!
-Podría haber sido mucho peor.
-¿Sí? ¿Cómo? -ella se levantó de un salto-. ¡Lo detesto! ¡Es un delincuente! ¿Acaso os habéis olvidado de ese pequeño detalle?
-Todos nos equivocamos, andrea ...
-¡No puedo creerme lo que estoy oyendo! Vosotros lo mandasteis a un correccional. ¿Cómo podéis permitir que llegue y me lleve con él como si fuera un cavernícola?
-Estás histérica, como tu madre.
-¿Que yo estoy histérica? Toda esta farsa sí que es un disparate. No voy a casarme con él y no tengo nada más que decir.
Se dio la vuelta y fue hasta la puerta. Entonces, su padre habló y ella se quedó con la mano congelada en el pomo.
-Él sabe cosas que nos enviarán a tu madre y a mí a la cárcel durante el resto de nuestras vidas.
Andrea se giró lentamente, como si así fuera a encontrarse con la vida de siempre y no con el drama en el que se veía inmersa Sin embargo, el rostro de su padre mostraba desesperación y su madre emitía unos sonidos sordos de angustia.
-¿Qué hiciste? -le preguntó andrea cuando pudo reaccionar-. ¿Mataste a alguien?
-No voy a agobiarte con los detalles -su padre apartó la mirada.
-Creo que podré soportarlo -replicó ella irónicamente-. Mi capacidad de impresionarme se ha saturado esta tarde.
-No me gustaría alterar a tu madre.
-Te has dedicado toda la vida a alterarla y no sé por qué ibas a ser tan considerado ahora.
-No consiento que me hables así -gruñó Owen Mercer. no soy una niña a la que puedas dar una torta para que te obedezca -ella recordó todas las veces que él lo había hecho-. Tengo veintisiete años y ya no puedes ser tan brutal.
-Te mereces a Kaproulias como marido. Necesitas a alguien cruel y implacable que te meta en cintura

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