Recordé que tenía un maldito presentimiento cuando estaba en el bar, creí que entretenerme un rato con mis amigas me calmaría y así fue pero no duró mucho, el presentimiento volvió a mis entrañas, se me retorcieron todas provocando un de los peores dolores de estómago que las personas puedan experimentar, nada que pueda soportarse pero la sensación es horrible, junto con el dolor llegaron las náuseas, el alcohol en mi boca se fue y dio paso a un mar de saliva esperando el asqueroso líquido que diez minutos se hizo presente. Corrí al baño quitando a todos de mi camino, tapando mi boca con una mano y tocando mi estomago con la otra, afortunadamente tenia el pelo en una cola de caballo así que no tuve problemas con eso. Termine la horrible escena, lave mi boca con agua del grifo, moje mi rostro, despeje mi mente pero el dolor de estómago seguía incesante. Salí del baño y por instinto me dirigí a la salida, asi sin mas, sin avisar mi huida ni nada, saqué las llaves de mi bolsillo, aborde a mi coche recién salido de la agencia, negro completamente y vidrios polarizados, pues odio con el alma que la gente me vea mientras estoy manejando, como si una mujer no pudiera tener un carro ultimo modelo nuevo, seguramente pensaban que mi "papi" me lo había comprado pero no podían estar más equivocados. Espere un segundo viendo el volante, despejando aún más mis pensamientos y por razones que aún no entiendo llego valor a mi cuerpo y encendí el auto, pise el acelerador y me dirige dispuesta a calmar esa sensación de dolor en mi estomago, ese maldito presentimiento que me acongojaba, el sufrimiento ya era insoportable, maneje sin parar un solo segundo, creo que los astros se alinearon para que yo no me detuviera en ningun semaforo y en la carretera pues mucho menos. A medida que iba avanzando llegaban a mi mente recuerdos de épocas pasadas que creía olvidada, la playa, aquel chico pequeño que jugaba conmigo a la pelota, mis padres que me cuidaban desde el ventanal de aquella pequeña casa de playa y la escalofriante mansión que se veía en el barranco viendo al mar, todo eso y más, todos los recuerdos de esa playa.
Llegue los alrededores de la playa, no entiendo cómo es que me acuerdo a la perfección el lugar donde se encontraba la playa si ya hace mucho tiempo que no venía. A lo lejos logré divisar una camioneta azul estacionada a orillas de la playa, estacione el mio justo atrás de ella y baje de el, el aire era intensamente frío así que saqué de la cajuela una chamarra negra con peluche blanco por dentro, mis pantalones no me ayudaban mucho, eran de mezclilla negra muy ajustados y mis tenis adidas, negros también.
Aquel chico estaba sentado en una banca sobreviviente a los años, las casas estaban completamente destruidas, logre ver una botella de whisky en la orilla, era del chico sin dudas. Los sentimientos volvieron a mi pero en forma de lágrimas, era como si me hubieran atropellado, sentí dolor en mi alma, por un momento vi a mi padre en el portal de aquella cabaña, ahora en perfectas ruinas, esperándome con los brazos abiertos, yo fui corriendo a él y me alzaba y me sentía volar por unos segundos, luego vi a mi madre curando una herida en mi rodilla, pero de un momento a otro vi un carro acercándose a nuestro auto, escuche a mi madre gritar, a mi padre poniendo el brazo en mi pecho y después vi luz, luz blanca y después todo negro, desperté en el hospital gritando el nombre de mi madre y el de mi padre, lo único que hacían las enfermeras era mirarme con expresión triste.
Me acerque a la playa ignorando al chico, vi aquel paisaje tan hermoso que daba miedo. A la lejanía la oscura ventana de aquella tétrica mansión y la silueta de una pareja viendo el horizonte...