II

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El cielo lucía grisáceo desde la ventanilla de la enfermería, aunque siempre lucía así para mi, jamas había presenciado ese mágico sol del que todos hablaban... Y probablemente mi vida terminaría antes de presenciarlo.

La enfermería se había convertido en mi habitación, desde el secuestro, Gheorghe y yo no habíamos recibido nada que no fuera doloroso, látigo por las mañanas, en el medio día golpes, y para dejarnos dormir, con la punta ardiente de una pieza de hierro, nos marcaban el rostro... "Sin parar, hasta que dejes de gritar, fenómeno".

-¿Estas mejor? -Rebecca, otro de los "fenómenos" del grupo, se acercó a mi cama. Pude notar que la herida en su mejilla era nueva-. El presentador me dijo que pagarás caro por desmayarte, dijo que gracias a eso, la función fue corta y el público no estuvo satisfecho. Por eso torturó a los otros fenómenos por más tiempo.

-¿te hizo daño? -pregunté, con mi voz temblorosa.

-No te sientas mal, siempre lo hace.... No hay razón para que esta vez sea diferente.

-Gheorghe, ¿donde esta él? -miré las otras camillas vacías y sentí mi corazón golpear más fuerte desde mi interior.

-no lo trajeron aquí después de la función -Rebecca me miró preocupada, mientras pasaba sus diminutas manos por su cabello quemado, por eso era diferente, por eso era un fenómeno, era una mujer diminuta... Apenas superaba un metro y veinte centímetros.

-Maldición -susurré.

-¡Más vale que estés listo! -escuché la rasposa voz de el presentador acercándose con furia, o al menos así se escuchaba siempre-¿que haces ahí parada?, ve a la celda con los demás -dijo al entrar a la habitación, refiriéndose a Rebecca, quien salió corriendo atemorizada por la puerta.

-¿Donde esta Gheorghe? -pregunté impulsivamente.

-No es tu asunto -dijo, y en ese momento cerró la puerta de la enfermería, dejando a oscuras todo el lugar-. En dos horas tendremos otra función.

-Por favor no, no... -él me miró con diversión.

-Es estúpido que creas que tienes opción -él se acercó lentamente, y tomándome fuertemente del cabello, estrelló mi cabeza contra la camilla, y así supe lo que vendría después.

Teniéndome inmóvil contra la camilla, solo podía escuchar su acelerada respiración, y la hebilla de su cinturón cayendo, su pantalón cediendo ante la gravedad, y una vez bajó mi pantalón violentamente, no hubo vuelta atrás. Siendo sincero, con todo el dolor que había pasado esa última semana, lo descrito anteriormente, no fue la gran cosa, aun así, no pude deshacerme jamás de el sentimiento de suciedad que me dejó.

Una vez terminó, me dio una bofetada tan fuerte que caí al suelo. Él se retiró sin decir nada, me quedé mirando el suelo de madera vieja por un largo rato, arruinado por las termitas y una que otra parte, tenía gotas de sangre seca, apenas notorias gracias a su totalidad marrón... así terminaría yo, como ese suelo viejo. Simplemente pensarlo me erizó la piel. Traté de levantarme rápidamente, para estar listo, "no es tan doloroso si estas preparado".


-Damas y caballeros, niños y niñas de todas las edades... -ese era el mismo parlamento, la misma introducción, ¿por qué no iba al punto directamente? Tal vez por que sabía que también sufría al esperar.

Una vez terminó de escupir las palabras, su plataforma se elevó aún más, y con su dedo gigantesco, apuntó la otra plataforma que descendía, en la cual esperaba que estuviera el chico del que me había enamorado. En cambio, la plataforma estaba vacía, por lo cual quise acercarme más, aunque las cadenas estaban ajustadas, pero se fueron soltando poco a poco. Estando libre, no supe que hacer, involuntariamente miré al presentador, éste señaló la otra plataforma. Caminé lentamente, nervioso, temiendo a que fuera un truco siniestro...

-¡Henry! -su voz tan familiar retumbó en mis oídos, haciendome reaccionar de inmediato. Volteé, y Gheorghe se aproximaba corriendo.

-mirenlos muy bien, estos chicos no son lo aparentan -alcancé a escuchar mientras caía en los brazos de Gheorghe, me apretó tan fuerte, que no importó que gracias a eso, la multitud empezará a gritar conmocionada, horrorizada...

-te amo -dije a su oído, gritando por encima del ruido de la multitud.

-y yo a ti... -dijo rápidamente.

-se que tienes miedo, pero saldremos de esta, lo juro -no estaba siendo sincero, no tenía esperanzas de salir de ese lugar alguna vez, incluso minutos antes me había resignado a morir allí, pero fue inevitable decir algo como eso, sabiendo que el era tan vulnerable, tan susceptible, no me hubiese perdonado a mi mismo jamás, haberle dado más problemas.

El látigo de metal nos separó a ambos de forma dolorosa, Gheorghe gritó y como no le costaba ni un poco, comenzó a llorar, aunque el dolor era increíble, la ira pudo más en ese momento. Miré al público que se reía de Gheorghe, de sus gritos de sufrimiento... ¿Como es que nosotros eramos los abominables fenómenos? Y esas bestias asquerosas eran normales.

-¡Callen! ¿como pueden..? -el látigo se estampó en mis labios antes de seguir protestando, caí al suelo gritando y retorciéndome por el dolor, era inevitable. El público aplaudió al presentador.

-hay que darles su merecido a estos pecadores -dijo, sonriendo al público, éste le seguía aplaudiendo como si él fuera un héroe... Como si fuera un dios.

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Espero les este gustando, por cierto, debo advertirles que es una historia muy corta, y actualizaré rápido, quizás lo haga diariamente, quizás no, nadie lo sabe...

Esta comprobado que comentar y votar en esta historia de vitalidad y salud... No lo digo yo, lo dice la biblia.

Cadenas y grilletes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora