Capítulo 2

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Desperté. 

Dormimos toda la noche... hasta donde sé actualmente, la cantidad de humo que respiramos,  no debió dejarnos despertar, nuestro destino era morir ahí mismo por la asfixia del monóxido de carbono y envenenados por los químicos en el aire a causa bombardeo y sin embargo, un día después, despertamos como si nada; como si fuera la mañana más fresca y normal de un día al aire libre.

América ardía, la tierra de la libertad ardía y humeaba. ¿No se suponía que eso no era posible? ¿Qué acaso no nos cuidaban nuestros ciudadanos desde afuera?  Recuerdo las casas (O más bien, los restos de estas) humeando como chimeneas, junto con los ciudadanos que la nación debía proteger, mientras que de un momento a otro, moría de frío por mi cuasi-desnudez, bajo un árbol, con mi madre y Lyla acurrucadas a mis lados. No sé quién dijo que el calor corporal es intenso cuando estás junto a alguien desnudo o semidesnudo pero no le crean, es un puto imbécil. O bueno, igual y es efectivo cuando los que tienen que compartir el calor también están desnudos...

Un grito en la lejanía nos sacó del cansancio para ponernos como bestias en alerta. El tono de esa voz me pareció conocida, de un día en la montaña rusa. Mi mente no trabajó lo suficientemente rápido como para ir a la persona importante que era dueña de aquella. Tratamos de escuchar con mayor atención y miré a mi madre mostrar cierta impresión (o más bien, miedo) en su amplia mirada. Quisiera borrar esa mirada de mi memoria, quisiera desaparecerla para siempre... 

— ¡Iré a ver qué sucede! ¡Quédense aquí!— les dije tan rápido como pude y me levanté en cuestión de segundos, los pantalones casi se me caían, pero tenía que averiguar de dónde venían los gritos

La ciudad estaba en  ruinas: había cuerpos quemados, casi carbonizados que se deshacían por el soplo del viento, tirados por casi todos lados. Los gritos fueron cada vez más fuertes, cercanos y familiares pero no recordaba de quien se trataba: era una voz masculina, aparentemente frecuente, pero en definitiva, no alguien a quien escucharía gritar más de una ves, en un eufórico momento... ¿Qué tan afectado y distraído podría estar con todo lo que pasó que me costó la mitad de mis neuronas recordar a mi entonces futuro cuñado?

— ¿Paul? — me di cuenta de que el grito venía detrás de una montaña humeante de escombros a los que me subí descalzo, sin mirar o prestar atención en las posibles cortadas y rasguños en las plantas de los pies.

Sí era él, el entonces prometido de mi hermana, se encontraba atrapado entre los escombros, en un espacio reducido, posiblemente de un escritorio,  que desde luego lo acalambró, porque parecía de lo más incómodo y desesperado del mundo. Había seguido el mismo consejo de supervivencia que mi madre y yo, por lo que le faltaba una manga a su camisa de vestir y posiblemente usó el saco para cubrirse y crear algún tipo de burbuja de aire. Había otros montones de tela semi-quemada a su alrededor, por lo que debíamos estar en la tienda secreta de la que iba a obtener su traje de bodas. Estaba haciéndome un spoiler de algo que en definitiva ya no iba a pasar.

— ¿Don? —una luz de esperanza apareció en su mirada y aunque él  lo negó en un principio, lloró al verme.—¡DON! ¡DONATELLO!...¡AYÚDAME! ¡ESTOY ATRAPADO!

Yo juraba que Paul no me agradaba del todo, para mí no era más que el sujeto del tipo esnob, profesor de literatura y guía explorador de una tropa de Boy-Scouts de la ciudad; un tipo casi nada interesante y empalagoso que, de alguna manera, había captado la atención y el corazón de mi hermana, la que creí era una chica exigente en cuanto a pretendientes se trataba. Juraba que nunca ni en un escenario extraordinario podría extenderle mi mano con absoluta confianza y auténtico afecto, pero de inmediato me lancé sobre el montón de piedras, madera flameada y varillas  que lo apresaban. ¡Encontré a alguien de los míos!  ¡Lo odiaba, pero encontré a alguien de los míos! 

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⏰ Última actualización: May 27, 2021 ⏰

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