II - Ira

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“¿Acaso esto es odiar?, No recuerdo haber tenido este sentimiento, algo hierve dentro de mí… Quisiera vomitarlo, pero no se puede, desde ahora tengo que vivir con esto, quizás sea el recordatorio de lo que debo hacer… Vengar, cobrar con creces lo que se me arrebató.

La ira es ese demonio que baila cada noche en mi cama y no deja que mi mente suprima lo que realmente siento y lo que soy, si la culpa me colma, la quien asalta mi cama y me viola a su placer haciéndome parir los más enfermizos sentimientos sanguinarios… Y sobre todo hoy, cumpliéndose un año más… No me puedo negar a sentirme miserable”

Diario de Pedro Vermudez, 28 de abril, año desconocido.

¿Quién puede entender lo que no ha vivido?, muchos se jactan de poder “comprender” a sus vecinos, amigos y colegas. Lo cierto es que por más que digan “te entiendo” o “sé por lo que estás pasando” es todo una falacia. Cada ser humano reacciona de una manera diferente a una misma situación y no se le puede culpar pues es en los momentos inesperados y difíciles cuando se desenmascara nuestra naturaleza innata, ese ser salvaje que galopa en nuestros corazones o el cobarde que se esconde entre los pliegues de nuestras entrañas. Es algo que solo será desenfundado al ser probados, al saborear la hiel del sufrimiento, es algo que no se enseña,  algo que por más que se instruya no puede ser inculcado en los sentidos humanos.

Las colas para tomar el desayuno eran interminables y para los recién llegados cualquiera tarea cotidiana se hacía un calvario.

- Hecha a un lado idiota - Un niño alto y varios años mayor lo empujo con todas las intenciones de provocarlo, él solo soltó un gemido - ¡No llores niñita! ¿Acaso quieres llamar a tú mami? - Gritó el hombrecito al ver que aquel que formaba la fila de manera justa para tomar el alimento se tambaleo y bajo la mirada.

- No… No te lo permito… Pide disculpas… Por favor - Dijo Pedro que apretaba fuertemente su pequeño puño izquierdo mientras sostenía en su otra mano una vieja bandeja de aluminio, el chico que lo había agredido se acercó y colocó su rostro al nivel del de Pedro, luego de esto lanzó una sarcástica carcajada que salpicó de saliva el rostro, el resto de los niños coaccionados por la presión psicológica que el grandulón les imprimía acompañaron casi al unísono las burlas hacia el pequeño.

- ¡¡¡Idiota!!! - El chico grande se paró en frente del pequeño huérfano mientras los demás rodeaban la escena y gritaban ¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea!, los dos inspectores estaban afuera de la cafetería fumándose unos cigarrillos y platicando sobre el encuentro de fútbol de la noche anterior, la señora encargada de la cocina miró el evento y arrugó el rostro, no se inmutaría en detener una riña que en lo personal a ella no le importaba.

Se apartaron las mesas de madera por órdenes del agresor, las baldosas quebradas del suelo se estremecían con el griterío mientras el abanico dañado observaba atónito otra lucha injusta e innecesaria.

- ¿No dirás nada?, si es así te arrancaré la lengua, no podrás decir idioteces cuando lo haga - Los vítores cambiaron y ahora decían ¡Tomás! ¡Tomás! ¡Tomás!, es que así se llamaba el peleonero de diez años de edad y contextura de un adolecente de quince - ¿Tienes miedo idiota?... ¿O es acaso que necesitas a tu mamá para que te venga a salvar? Podemos esperarla y así le rompo la cara a ella también - Dijo sin más reparos el hombrecito, mientras esbozaba un rostro de maldad que practicaba cada mañana frente al espejo roto del baño, tanto demoró en colocar cada músculo de sus cara en la posición ensayada que no vio venir al pequeño bandeja en mano y con sus ojos marrón oscuro llenos de la ira más sincera jamás expresada, tampoco pudo reaccionar ante el golpe que a la postre rompería su tabique y dejara una severa hemorragia nasal que manchaba de sangre las ya manchadas baldosas. Todo fue muy rápido y el antes muy seguro muchacho lanzo un grito de pánico  mientras los demás niños se mantenían boquiabiertos y a la expectativa de lo que sucedería. Pedro seguía de pie frente al grandulón, agitado y con la cara roja, no por la sangre de su contrincante, si no por el coraje que se desarrollaba en su interior, podía verse en el brillo de sus ojos, esa rabia se lo estaba comiendo, esa ira lo hinchaba al punto de hacerlo parecer más voluminoso. Tomás intentaba retener el líquido vital que brotaba de la herida propinada por el pequeño pero al ver que sus manos no bastaban uso como retenedor un suéter blanco con bordados de una banda de rock que llevaba puesto, este pronto fue teñido de un rojo escarlata.

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⏰ Última actualización: Aug 31, 2013 ⏰

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