A unas treinta millas aproximadamente, un bonito halcón negro volaba por entre los árboles, presumiendo la perfecta forma de sus alas y su pico amarillo. Una especie que no veía hace tiempo.¿Estaría listo para hacerlo? ¡Joder! Era el mejor en la técnica del arco. Claro que estaba listo.
De su espalda se descolgó su bonito y viejo Longbow, hacía tanto tiempo que no lo usaba. Lo acarició unas dos veces y sonrió, tenía la más perfecta y única curvatura. Tomó una de sus potentes flechas y la acomodó entre la cuerda y el reposa flechas. Tomó aire, volvió a hacerlo y apuntó directamente a la hermosa ave negra que brillaba con el sol, entrecerró uno de sus ojos y el otro lo cerró completamente, estiró un poco más la cuerda y su brazo se dobló mientras el otro sostenía con fuerza la pieza de madera. Lamió sus gruesos y rojizos labios y sin más, dejó ir la flecha de madera unos minutos después.
El ave fue atravesada y cayó con prisa, HyukJae estaba orgulloso y quería su premio.
Caminó por un largo tiempo sobre la zona boscosa, esquivando ramas y brincando gruesos troncos, viendo como el sol estaba en su más fino resplandor detrás de todos esos árboles grandes y fuertes. Las hojas crujían con cada paso que daba y pensó que algún día podría vivir en aquel lugar tranquilo que conocía desde que era un infante, justo después de que su príncipe encontrara a un mejor guerrero.
Oh, su príncipe...
Como le echaba de menos. Recordó la forma en que sus dulces ojos castaños se perdían en algún punto del suelo y sus labios temblaban para finalmente dejar salir un "Sí" a su petición. Fue la mejor decisión.
Suspiró y a unos pasos divisó al ave que convulsionaba sobre las hojas caídas. Con suaves movimientos, tomó al halcón y le tronó el cuello justo después de pedir una disculpa a la naturaleza.
HyukJae pensó que no le gustaría estar en su lugar, pero la primera flecha ya le había atravesado. DongHae le había hecho caso, aún cuando mantenía una pequeña esperanza en recibir otra respuesta.
Al estar de vuelta en el palacio, paseó por el mercado que se situaba justo afuera de las instalaciones, el ave colgaba de su mano y la sangre le caía por el pico mientras el arco y las flechas iban amarrados a su espalda con cintillas de piel. Le encantaba mirar a los pequeños niños correr por todos lados y a sus padres verlos vender sus mejores cosechas.
Manzanas, sandías, uvas y un sin fin de frutas y vegetales más se abrieron a su paso, aunque sus ojos fueron a la fruta más jugosa y dulce que su paladar pudiera degustar; fresas. Grandes y rojas fresas.
Sacó dos monedas de plata y las jugó entre los dedos, se acercó ágil hasta el pequeño puesto hecho de mantas y bambú y dejó las monedas a la vista de la señora anciana y delgada, quien pestañeó varias veces para poder mostrarle después una sonrisa sin dientes.
—Fresas.
La lenta anciana asintió y con sus manos huesudas le llenó un morral con jugosas fresas, se lo entregó y a cambio recibió aquellas monedas que para ella tenían un gran valor.
Conforme, HyukJae entró al palacio, recorrió los conocidos pasillos aún con el ave atravesada por la flecha hasta llegar a la cocina, era el atardecer, así que su padre estaría preparando algún festín para el castaño príncipe. Entró y vio la espalda cansada un poco encorvada, era su postura cuando se concentraba demasiado, caminó a pasos silenciosos y dejó caer el ave a la mesa de vieja madera, espantando al anciano.
—No me dijiste que irías de caza.—Comentó su padre antes de que siguiera preparando lo que fuese que estuviera haciendo. —¿Pediste permiso para salir?
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El príncipe y el arquero. [EunHae]
أدب الهواة"Una y otra vez el arquero es atravesado por flechas. Se da cuenta de su verdadera identidad: él es la presa."