- ¡Vamos, Di! Levanta tu precioso trasero de mi amado sillón. Al final llegaremos tarde a clase. No entiendo esta manía que te ha dado por venir últimamente a recogerme a casa. - De nuevo la pesada de Emma quejándose por mi jodida pereza.
- Venga Emma, ahora tengo con mi querido Ricardo y tu con Paul. Podríamos saltarnos esa clase, joder, química es horrible y lo tuyo... - finalizo con un puchero, pero no surte efecto.
- Menos mal que pretendes dedicarte a la medicina, chica. Con esa pereza... - puta Emma.
Estoy en una de esas veces que deseo matar a alguien por esta vida tan cruel. Pero total, a comentarios como este me refería con la falta de apoyo. Aunque Emma es la que menos. Mis padres tampoco me apoyaban, aunque ahora es mi padre el que se pasa la vida machacándome con que no llegaré a nada y bla bla bla. Mierdas de ellos. Pero al fin y al cabo, nadie confía en mi. Y ya mismo no lo haré ni yo.
Me levanto un tanto molesta del sillón, aunque más que molesta podría decir decepcionada. Camino con urgencia hacia la puerta y salgo de allí sin esperar a Emma, por lo que ella se ve obligada a acelerar su ritmo y salir de prisa para alcanzarme. Cuando consigue estar a mi altura, ninguna de las dos pronunciamos una misera palabra; y obviamente yo no voy a ser la primera en hablar. De otra cosa no, pero de orgullosa, en este aspecto, peco y mucho.
Llegamos a la puerta del instituto y nos encontramos de nuevo con la gran masa de gente que se aglomera en la puerta cada mañana, aunque se dividen en grupitos. Por un lado están aquellos que se dedican a fumar y revisar al detalle cada chica que pasa, para ver si se consiguen a alguna. Luego hay varios grupos mas de gente que suele pasar desapercibida, y luego está el grupito que conforman 5 o 6 chicas con las cuales Emma está tratando demasiado últimamente. Como este año no caímos juntas en clase, ella empezó a relacionarse más con estas chicas. Según ella, son buenas tías, pero se les nota a kilómetros que son unas interesadas y que solo se preocupan por los chicos y el aspecto que tienen.
Me siento en uno de los bancos de la entrada, me coloco los cascos y desconecto del mundo. O al menos lo intento, hasta que lo veo. Viene de nuevo con esa chica nueva que llegó este curso, qué raro. Podría haberse quedado en su puñetera ciudad, y así yo seguiría colgada de los labios de Ian.
Por cierto, Ian era mi chico. 3 años de relación. 3 jodidos y largos años, y llegó otra chica y un mes me quita lo que tenía. Y tío, que mi corazón se partía en dos cada vez que los veía por cualquier rincón de la cárcel en la que se supone que estudiamos. Y ahora, casi 8 meses después, lo único que me produce esta sensación es rabia, ira.
Quedan apenas unos minutos para que toque el timbre del inicio de las clases, así que empiezo a adentrarme en el instituto con algo de antelación a los demás, que luego entre todo el barullo de gente me agobio. Entro en clase y me sitúo en mi mesa al final de la clase. Los demás van entrando poco a poco y comenzamos con las clases.
Últimamente estas 6 horas se me hacen sumamente infernales, aunque sé que queriendo lo que quiero, no me queda otro remedio que aguantar. Me paso gran parte de las horas dibujando (mal, por cierto) en la parte de atrás de uno de los cuadernos; y entre tanto aburrimiento deseo que pasen los veinte minutos que quedan de clase para poder ir a casa.
Cuando por fin suena el timbre de salida, salgo de clase y veo que Emma se va junto con las chicas de antes, así que decido pasar de largo y ni acercarme; no me caen bien, y Emma aún me debe una disculpa. Coloco de nuevo los cascos sobre mi cabeza y salgo del edificio para dirigirme a casa. Noto la mirada de Emma posada en mi, y no la quita hasta que no desaparezco de su vista.
Tardo unos diez minutos o así en llegar a casa, y cuando lo hago, no sé si definitivamente era mejor quedarme en el instituto antes que venir a casa. En la puerta de casa hay un coche negro con los cristales tintados, un coche que ya es suficientemente conocido por mi y por mi padre.
Supongo que habrán venido de nuevo a casa con otra prueba absurda de mierda que no sirve para nada, aparte de para sacarle el dinero a mi padre. Cuando entro al salón está allí de nuevo el hombre del traje negro que aporta esperanza a mi padre sobre darle una solución a todo esto, con supuestos por qués que no tienen sentido. Odio ver a mi padre con los ojos ilusionados, imaginando que en breves podremos ponerle un punto final a todo esto. Pero no, yo sé que no.
- Papá, ¿por qué sigues con esto? Este tío debería estar fuera. No entiendo por qué sigue entrando en mi casa. ¿Es necesario que siga robándote en tus propias narices? - escupo todo esto llena de ira.
- Diana, compórtate. Tenemos que conseguir saber el por qué. Tu quieres saberlo igual que yo, tu quieres. - las lagrimas amenazan con desbordarse por los ojos de papá y mi ira aumenta.
- ¡Claro que quiero! ¡Lo quiero yo y lo queremos todos! Pero este tío solo te saca el dinero y no te da ninguna salida. - Grito alterada. - Así que, tú, el del traje negro. Pírate. No quiero verte más por aquí si no traes algo que nos interese.
Le acompaño poco amablemente a la puerta y le cierro con la rabia que aun tengo contenida. Entro de nuevo al salón y papá se encuentra realmente destrozado. Está sentado en el amplio sofá mientras se tapa la cara con las manos. Sé que está llorando, aunque él intente ocultarlo. Yo sé que no puede más, que se siente vacío y solo; y yo con mi cambio no le estoy ayudando precisamente. Tal vez no le doy todo el cariño que merece y necesita.
En apenas un año ha cambiado todo tanto. Mi vida, la de mi padre, la de mi familia. Es todo tan diferente... Me acerco a mi padre y le abrazo, le abrazo como si no hubiese un mañana.
Nada es lo que era desde que falta mamá.
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Ahora.
Fiksi RemajaCuando estas al borde borde del abismo, aparece alguien que es capaz de sujetarte. Y, aparece de tal forma, que todos tus pedazos rotos, se vuelven compactos.