Prólogo.

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Suspiro de nuevo pegada a la ventana. Así llevo toda la mañana, desde que comenzó a llover. En este momento, debo haber imaginado ya cientos de carreras entre las pequeñas gotas que resbalan por el cristal, y, a cual carrera más absurda.                                                                                                                                     Aún sentada en el escalón de la ventana, con la manta rodeando mis pies y una taza de café frío, desearía estar entre sus sabanas, con su risa como melodía principal de mis días, y el relajante sonido de la lluvia de fondo. Pero no, la estúpida e ilusa Diana no podía tener suerte en el amor. Ni en nada.

¡Ah, si! Bueno, me llamo Diana y tengo 18 años, los cuales cumplí recientemente. Mis amigos me llaman Di y la verdad es que lo prefiero. Estoy apunto de terminar el último curso de bachillerato y quiero dedicarme en un futuro a la medicina, aunque como todo, supongo que acabará saliendo mal. En algún momento fui un intento de escritora, pero fue un fracaso. Aunque también probé algunas otras cosas como la música(la guitarra en particular), y el baile. Aunque sin duda alguna me quedo con esto último. 

Desde pequeña he sido una niña polifacética, y he de decir que lo mencionado anteriormente no se me daba para nada mal, pero tal vez la falta de apoyo provocó mis continuos fracasos. También solía ser una niña alegre y realmente cariñosa. Pero cariñosa hasta el punto de decir basta. Y de hecho, hasta hace tan solo unos meses, o tal vez un año, lo era. Pero la pequeña, risueña e intensa Di se esfumó.

Dicen que me muestro antipática, que soy antisocial, que no se puede mantener una conversación de más de tres segundos conmigo y que no soy ni la sombra de que era. Y en eso ultimo tienen razón, no lo soy. Pero yo no me defino como antipática o antisocial. Mejor me llamo sobre-protectora. Es mi "defensa personal". 

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