A veces camino. No, lo que quiero decir es que camino en serio, que muevo los pies consciente de ello.
Siempre el mismo recorrido, las mismas veredas.
La otra vez vi un colchón desgarrado, una almohada con las plumas salientes y unas sábanas que apenas tapan. En medio de la vereda, sin nadie. Absolutamente nadie.
En la vereda de enfrente, una vieja con ropa de vieja lloraba con un niño en brazos. Juntaba sus manos, las alzaba y rezaba.
Nadie veía. Nadie se giraba, a pesar de los gritos que se aferraban a los oídos. Los gritos de la vieja con ropa de vieja que no paraba de llorar.
Cuando la vieja giró, yo no desvié la mirada. Solo la vi: tenía un ojo marrón y el otro verde. Me suplicaba con todo el cuerpo que la ayudara, que reviviera al niño muerto.
Luego vi que no llevaba a nadie en brazos.
Luego vi que la vieja con ropa de vieja ya no estaba.
Luego salí corriendo. Me iba, no quería ver más nada.
Al día siguiente no caminé. Ni por ahí ni por algún lugar. Tenía miedo de encontrarla de vuelta, de que me volviese a suplicar con todo el cuerpo.
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Este capítulo se lo dedico a una persona especial ♥
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Volverás
Storie breviEve, italiana. Henry, francés. Eve toca el saxofón. Henry canta, canta ópera. Eve se anota en un grupo. Henry también.