Martes, 18 de Octubre
Mi nuevo maestro se llama Perbono. Y efectivamente, me equivoqué al creer que quizá tuviera mal carácter. Por el contrario, es una persona amable, seria y bondadosa. Al regresar de la escuela se lo he contado a mi mamá:
- Sí, mamá, tienes razón. Mi nuevo maestro empieza a parecerme una bellísima persona.
- A ver, cuéntame:
- Mira: esta mañana, al entrar en clase, muchos de sus discípulos del año anterior le saludaban muy afectuosos: "¡Buenos días, señor maestro! ¡Buenos días, señor Perbono!". Algunos mostraban claramente su deseo de permanecer a su lado: evidentemente, le querían mucho. Él les cogía de la mano, les daba una palmada en la espalda... pero no miraba a ninguno, ¿sabes? Miraba al tejado de la casa vecina y permanecía serio, con una arruga en la frente y como si aquellos saludos le causaran pena. Entonces...
- ¿Qué?
- Verás: paseando entre las mesas ha empezado a dictarnos una página de historia y, de repente, se ha parado ante un chico que tenía la cara muy encarnada y con unos granitos por toda la nariz. "¿Qué te ocurre?", le ha dicho, y le tocaba la frente para ver si tenía calor. Mientras tanto, otro de los alumnos se ha puesto a hacer tonterías encima de una silla, y el señor Perbono le ha sorprendido; se ha ido a él, y cuando todos esperábamos que le castigara, le ha puesto una mano sobre la cabeza diciéndole: "No lo vuelvas a hacer"; y ni una palabra más. Después ha vuelto a su mesa y nos ha hablado con una voz que ya no se me hacía tan ronca como ayer, sino muy agradable, y nos decía: "Escuchad: hemos de pasar juntos un año y es de mi deseo que os resulte muy feliz. Estudiad y sed buenos. Yo no tengo familia y sólo pienso en vosotros como si fuerais mis propios hijos, a los que consagraré todo mi afecto. Y como os quiero bien, justo será que me paguéis en la misma moneda, tomándome como a un segundo padre que sueña con vuestro futuro. Demostradme que también vosotros tenéis corazón, uníos conmigo en una gran familia y este será mi mejor premio y mi mayor orgullo. Y como estoy seguro de que así será, desde ahora os lo agradezco con toda mi alma". En este momento ha entrado el bedel a dar la hora, y hemos salido todos en silencio. El muchacho que se había puesto de pie en la silla ha ido hacia el maestro a pedirle perdón. Y el señor Perbono le ha besado en la frente diciéndole: "Estás perdonado; anda, hijo mío".
- ¿Ves, Enrique, cómo no se puede juzgar a los hombres a primera vista?
- Es verdad, y tengo que reconocer mi equivocación. Creo que el señor Perbono es un santo.
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Corazón ( Edmundo de Amicis )
De TodoEl más hermoso libro infantil de todos los tiempos.