No siempre la luz que hiela
a la penumbra mata
la luz que se utiliza para
destrozar lo maligno de un poema
se quema se desordena
mato sin forma la esbeltez
de un maniquí y cayendo en mi
el fuego de sus entrañas
volvió su mirada fría y erógena
no tengo que decir
si otra vez hace vibrar mi mente
recorriendo cada
callejón de mi cerebro
vuelve a mí el fuego
del lamento
despejando mi alma de su cuerpo.