Capítulo 1: Todo está bien.

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Entramos al baño y buscamos el kit de emergencias. No sé porqué John era tan exagerado pero no me importó. El sólo quería curarme.

-       Jamie ¿Puedo preguntarte algo?

-       Lo que sea – afirmó.

-       ¿Por qué querían hacerme daño? ¿Quién “se ha ido”?

-       Son demasiadas preguntas – respondió sin siquiera mirarme.

-       ¡Por favor! Sé que sabes las respuestas.

-       Mira, es demasiado complicado. Esto tiene que ver con tus padres y creo que será mejor que lo hables con tu mamá. Yo no soy el indicado.

-       Perfecto, entonces iré tras ella – dije apartando mi brazo de él.

-       Espera – sujeto mi mano – deja que descanse. No fue fácil atacarlos.

-       ¡Dímelo a mí! – miré hacia mi derecha.

-       Es diferente. Tú te desmayaste y luego dormiste por más de cinco horas – lo ignoré porque por más que él era guardián quería olvidarme del hecho de que el si sabía lo que era atacar a alguien.

Quería alejarme de él porque de algún modo no me decía las cosas. Si bien no era el indicado podría haber convencido a mamá de decirme lo que me oculta. Pero el sujetó mi mano y me llevó hacia el patio. Nos sentamos en un banco que había frente a las rosas rojas.

-       No comprendo – solté sin más.

-       ¿Qué no entiendes?

-       Esto – dije señalándonos - ¿Qué somos? Y ¿Cómo es que sólo te vi en mis sueños y no sé nada de ti? ¿por qué me siento segura a tu lado?

-       Cuando se supone que algo debe suceder, sucede. No hay explicaciones que la razón entienda. Yo sé mucho de ti.

-       Eres mi guardián, por supuesto que sabes de mí.

-       Quizá por eso te sientes segura.

-       No. Debe haber algo más.

-       Tal vez buscas algo que no existe.

-       Sé que las cosas son como yo digo – dije y rió - ¿Qué?

-       No puedes aceptar que las cosas no son siempre como tú piensas ¿verdad? Creo que tendrías que dejarte llevar un poco y no ser tan estructurada.

-       Para ti es fácil decirlo, siempre tan igual tu.

-       ¿No era que no me conocías? – rió.

-       Por el tiempo en que te conozco ha sido así – respondí.

-       No importa. Me agradas – dijo colocando un mechón de cabello detrás de mi oreja.

Su cara se veía demasiado angelical como para ser cierta. Tenía ganas de tocar su rostro para comprobar que fuese real pero no quería hacer otro numerito.

-       De pronto me vuelvo importante como para tener cuatro guardianes ¡Mi dios!  - exclamé.

-       No es así.

-       ¿Y cómo es?

-       Nunca fuiste importante.

-       ¿Perdón? – dije casi ofendida.

-       No, a lo que me refiero es que ya naciste siendo importante.

-       ¿Por qué?

El guardián de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora