II: Una mala idea

29 4 9
                                    

Narra Darren

Al salir del funeral, todo el mundo pareció olvidarse de ella. Era absurdo ver cómo el mundo seguía girando, lo odiaba. Los odiaba a todos, y a ella la echaba de menos.

Al día siguiente, tendría que volver al instituto... Pero para mí, las clases sin ella serían como estar solo, completamente solo entre un montón de gente.

Ninguno de mis compañeros me contactó ni me habló a lo largo del día, porque lo pedí expresamente... Pero el lunes siguiente al funeral, al acabar las clases, me disponía a coger la mochila de al lado de mi mesa para irme cuando el bastardo de Gregory Crane se acercó a mí riéndose y, con la voz cargada de burla, dijo:

- Vaya, Romeo, al final tu historia acabó como la de verdad, ¿No?

- Cállate - le dije, apretando los dientes.

- Ah, no, lo olvidaba. Para eso falta que tú también te vayas a criar malvas.

- Como no cierres esa jodida bocaza que tienes, te vas a arrepentir, Gregory - Me levanté de la mesa. A estas alturas, todas las personas en la clase se habían ido.

- ¿Y qué vas a hacer, si ni siquiera tienes fuerzas para hablarle a tus amigos? Esta vez la cobarde de tu novia no está para agarrarte y decirte que pares y que no merece la pena. ¿Sabes por qué? ¡Porque está MUERTA!

Me acerqué a él con la sangre hirviéndome en las venas y los nudillos apretados para clavárselos en la cara, pero sentí una mano tibia en el hombro y supe que Lara no quería que lo hiciera.

Lo que no esperaba fue lo que ocurrió después: nos azotó una ráfaga de viento a la vez que la mano de Lara se apartaba de mí, y justo después, Gregory salía propulsado hacia la pared del aula. Se mantenía con los pies levantados del suelo, colgado como un muñeco de trapo, y su cabeza se movía bruscamente, primero a un lado y después a otro, como si estuviera teniendo un ataque. Su cara empezó a hincharse y ponerse roja.

Parecía que estuviera... Recibiendo una salva de puñetazos. Me di cuenta de lo que pasaba a la vez que veía empezar a salir sangre de su nariz:

- ¡Lara, ya basta! ¡Déjalo en paz, tú misma decías que no vale la pena!

En ese momento, Gregory cayó al suelo y pude ver una expresión de inconsciencia entre los bultos que comenzaban a salirle.

Una brisa me indicó que Lara se movía, así que dirigí la cabeza hacia donde creía que iba: una tiza se alzó en el aire y escribió "A mí nadie me llama cobarde".

No pude más que reírme, porque seguía siendo la misma orgullosa de siempre.

Bien pensado, la situación era tan extraña que, de no ser por lo que ocurrió en su funeral, habría creído que soñaba.

"No voy a ocultarte que sigo aquí, Ren, ya lo sabes. No pienso alejarme de tu lado nunca."

Las letras desaparecieron en varias pasadas, como si las hubiera borrado con la mano, y luego la sentí abrazarse a mí. Sin dudarlo, le correspondí el abrazo y cerré los ojos para orientarme mejor: subí por su cadera, encontré su brazo, recorrí su hombro y su cuello, la tomé por la mejilla y la besé.

Era ella, sabía como ella. Todo era tan real que al apartarme no quise abrir los ojos, porque sabía que no la vería.

- No quiero abrir los ojos y no verte, La.

- No quiero que abras los ojos y no me veas - oí.

Abrí los ojos, confundido.

Lara estaba justo delante de mí, y tenía un par de alas blancas cubiertas de plumas.

Cartas a Darren {My Guardian Angel} #DulceSalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora