Huracán

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Técnicamente, un huracán era un ciclón tropical originado en los mares del Caribe, o vientos muy fuertes que se intensifican cuando giran en círculos y llevan nombres de personas, pero yo, Idara Harwood, conocía a un huracán que te hacía dejar de lado todos aquellos conceptos científicos y técnicos.

A mis –no tan cortos– veinte años de edad y en medio de una de las tragedias más grandes por las que mi país tuvo que pasar, viví un sinfín de momentos especiales con mi propio huracán, uno hecho de carne y hueso, uno con emociones y sentimientos, un huracán con nombre y apellido, y ese era Luke Hemmings.

Aquel chico solo sabía dar mucho al resto sin siquiera pensar en recibir algo a cambio, solía menospreciarse creyendo que lo que él era o tenía no era suficiente, y, si te ganabas su corazón, él era capaz de hacer desde lo más pequeño e insignificante hasta lo más grande por ti.

Yo solía llamar a Luke como mi huracán, porque él era ese tipo de personas que tienen aquel famoso "no sé qué", que llegan a tu vida y arrasan con todo lo que tienes, haciéndote olvidar de todo lo que podría estar pasando a tu alrededor y haciendo que te centres solo en él. Luke Hemmings era un huracán que te llenaba de emociones, te hacía vivir las cosas con tanta intensidad y profundidad que nadie podría igualarlo, nadie podría hacerte sentir de la misma forma que él lo hacía.

A pesar de todo lo que tuvimos que pasar, no me arrepentía de nada, pero al menos ahora sabía por qué los huracanes llevaban nombres de personas.

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