3 de Noviembre del 2026
Sídney, Australia
465 días bajo la dictaduraApenas corté la llamada telefónica me levanté lo más rápido posible del colchón, tirando de forma desprolija las cobijas y sábanas hacia mi lado opuesto de la cama, sin importarme que arme un desorden caótico, ya que al fin y al cabo, desde la tarde no había nadie más que yo aquí.
Troté aceleradamente hacia el armario a unos pocos metros de mí y lo abrí, encontrándome con un montón de ropa que, en el lado que pertenecía a Luke, habían varias prendas arrugadas y tiradas por cualquier lugar de los estantes, mientras que en mi parte veía casi todo perfectamente doblado y acomodado. Un incómodo nudo se formó en mi garganta al recordar la noticia que me habían dado recientemente y mi cabeza fue de manera inconsciente hacia abajo, mirando mis descalzos pies y mordiendo mi labio inferior con fuerzas.
No iba a llorar ahora.
Suspiré fuertemente, entendiendo que debía apresurarme para llegar a tiempo, e intenté recomponerme. Subí mi cabeza y pasé ambas manos por mis ojos para despabilarme, tomé unos desgastados jeans –los cuales no usaba hace al menos dos años y estaban ubicados en la parte trasera de todo el armario, solo juntando polvo– y, sin siquiera ponerme una camiseta debajo, decidí dejarme puesto el enorme jersey color gris de Luke que a veces yo utilizaba para dormir, como esta vez, para ahorrar un mínimo de tiempo.
Tomé mi celular de la mesita de luz que estaba a mi lado de la cama y rápidamente fui a la aplicación de Uber para pedir uno, tomé un poco de dinero de un cajón por si hacía falta y me dirigí a las escaleras para bajarlas a paso apresurado, salteándome algunos escalones.
Fui hacia la cocina, hacia el living, por precaución volví a subir a la habitación y procuré que todo estuviese cerrado y seguro, así mismo que no haya ninguna luz encendida.
Volví a bajar las escaleras, tan rápido que ya hasta sentía mis músculos comenzar a arder, y sin importarme, fui hacia la puerta principal del apartamento y la abrí para salir hacia el desierto pasillo. No había ni un alma allí y habitaba un silencio puro, aunque era lógico, no todos estaban a las 4 de la madrugada deambulando en sus pasillos, sin embargo yo sí, aunque no precisamente deambulando, sino que me encontraba más apresurada que nunca. Cerré la puerta con la llave rápida y torpemente y volví a trotar por las cuatro escaleras que me llevaban hacia el primer piso, las cuales ahora me parecían infinitas e imposibles de bajar a una velocidad tan rápida para una persona con piernas poco largas como las mías.
Con torpeza, cansancio y algunos tropezones de por medio, terminé de bajar las escaleras y llegué a la planta baja. Rápidamente, saqué las llaves del bolsillo delantero de mis jeans y suspiré al ver cuántas había en el manojo. Me estaba estresando demasiado.
Mis manos temblaban, hacía todo lo que podía para intentar calmarme y dejar de ser tan torpe al menos en aquel momento, pero fracasé. Estaba desesperada, sentía impotencia, decepción de mí misma, y no, no era por las malditas llaves. Inconscientemente, tiré el pesado manojo al suelo y mordí mi labio inferior, llevé ambas palmas de mis manos a mi cara y cubrí mi rostro con ellas, mientras mi cabeza se inclinaba cada vez más hacia abajo y sentía cómo mi pecho se oprimía cada vez más hasta que comencé a llorar.
Estaba abrumada, cansada, agotada y sobrepasada por la situación. No había una única razón por la cual mi estabilidad emocional se hubiese quebrado tan repentinamente, o tal vez sí la había, desde la llamada que había recibido hace quince minutos que me sentía decaer, pero lloraba porque sentía que esto no terminaría nunca. Solía considerarme a mí misma como una persona fuerte en difíciles situaciones, ya que he pasado por el infierno y he vuelto varias veces, sabía muy bien que nada de lo que ocurría tanto en Australia como en mi vida cotidiana era lo mejor, que todo estaba mal hace tiempo, pero siempre tuve al menos un poco de "esperanza" de que las cosas fuesen a terminar, no sabía si pronto o en un par de semanas, meses o años, solo estaba convencida de que sí terminaría y yo saldría adelante junto con las personas en las que confiaba y quería, que únicamente eran Luke y Calum, mi mejor amigo, pero me alcanzaba y me sobraba con ellos, aunque ahora me sentía más derrotada y apagada que nunca, y aquella esperanza se había ido a la mierda.
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HURACÁN
Cerita Pendek«Has pasado estos 597 días en sufrimiento, ya es hora de que finalmente estés en calma, mi huracán...» Un Fanfiction de Luke Hemmings. No se permite la copia y/o adaptación de la historia. Todos los derechos reservados. Cover por @ocarett hyemmings...