Julio/2016 - Carta para él

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"Dicen que un amigo es aquel que conoce todos tus defectos y a pesar de ello te quiere. Bien, pues yo digo que un verdadero amigo es aquel que sabe cosas sobre ti que preferiría no saber, y aun así te soporta."

Bueno, para empezar, quisiera decirte que, aunque ya te he escrito varias cosas durante este curso, desde poesías hasta textos larguísimos pasando por breves reflexiones, esta carta es para hablar de la amistad que he construido contigo desde que te conozco, y quizá contenga datos que ya sabes, pero la escribo plenamente para ti. Muchas veces me han dicho que yo sabré lo importante que eres para mí cuando te pierda. Pues siento tener que responder siempre que esa no es mi intención, que ya pasé por una discusión que casi causó esa pérdida y me di cuenta ya de que eso era invivible para mí. Sé que eres importante para mí por muchas cosas, no hace falta perderte. Sé que lo eres porque si te pasa algo malo, algo que te haga sentir mal, algo que te haga enfadar, o cualquier cosa negativa, y yo me entero, también me siento mal yo e intento hacer todo lo posible para solucionar tu problema y que estés bien. También lo sé porque, cuando hablo ni que sea un poquito contigo, al estar yo enfadado, triste, deprimido, solo, aburrido, reflexivo, herido, etc., me haces sentir mejor; respiro más tranquilo en ese momento que comparto palabras contigo; me siento bien, aunque llore, ría o grite. Podría enumerar bastantes razones más por las que sé que me importas, y estoy seguro de que hay más, pero ni siquiera las conozco, pero prefiero dejar claro, a secas, que me importas un montón, que daría todo por ti sin pensarlo dos veces, que he estado, estoy y estaré ahí siempre que lo necesites, y aunque tú no lo veas, te defiendo siempre que puedo. No sé si yo te importo, o no, pero, aunque me gustaría que así fuera, me da igual, porque al final tú me vas a seguir importando. Y es que, en mi vida, desde hace ya muchos años, jamás había tenido un amigo en el que confiar. Todo han sido chicas, que vale, son estupendas, entienden mis problemas mejor que nadie y están ahí siempre, pero eso no quita que soy un chico que necesita tener amigos de su mismo sexo. Y un buen amigo en la vida, quitándote a ti, solo he tenido uno, que ahora está también en el grupo, pero nos conocemos tanto ya que hemos perdido bastante la confianza, no por nada malo, si no por pura dejadez. Pero espero que contigo eso no pase, y si tiene que pasar, que sea como con él, es decir, tras años y años de amistad. Aunque el destino de la vida nos acabe separando, y probablemente sea dentro de poco, no quiero ni seguramente querré perder el contacto ni la amistad contigo. E imagino que encontraré nuevos amigos allá donde me lleve la vida, pero eso no quita que quiera perderte. Pues es tan simple como que, a medida que llegaste aquí, y te fui conociendo, pensé que por fin aparecía un chico decente en mi vida. Yo llegué a casa uno de los primeros días llorando de alegría y sorpresa, algo raro, porque me costaba creer que habíais llegado a mi clase tres chicos que eráis decentes dentro de lo que cabe, y mucho más feliz me hacía pensar que me estaba haciendo vuestro amigo. Pero como digo, eráis tres, todos veníais del mismo sitio, pero tú llamaste mi atención más que ellos. En ellos quizá vi más seriedad, más formalidad, más sosiego, que son cualidades que me encantan, pero no sé, los veía demasiado fríos para mí. En cambio, tú, tú combinabas la seriedad y la serenidad en los momentos adecuados junto con un perfecto toque de infantilidad y nervio, transmitías alegría solamente con ver tus frecuentes sonrisas. Algo veía que no notaba de nadie más. Una indescriptible sensación de que, aunque estuvieras plagado de defectos, combinabas un pequeño mundo de perfecciones en una sola persona. Vamos, alguien a quien debía fichar para que fuera mi amigo. Aun así, yo no llevo muy bien lo de los nuevos, así que preferí esperar. Digamos que, empezando por aspectos más técnicos, pues un chico bastante educado, serio cuanto toca (más o menos), con interés por estudiar y calificaciones aparentemente nada malas, sereno, respetuoso, callado, tímido, descubridor, paciente. Alguien que había llegado al grupo con ganas de integrarse. Jamás olvidaré cuando nada más empezar el curso, sin apenas saber ni tu nombre, mi mejor amiga te vio y me dijo que acabaría tras tuyo. No quise creerla, me pareció un comentario estúpido que olvidé, y lo tuve en el olvido hasta que el tiempo pasó y me di cuenta de que tenía razón. Recuerdo perfectamente que la primera vez que hablamos fue cuando te dije mi nombre por un mensaje de Whatsapp porque pediste por el grupo de la clase que te diéramos nuestros nombres para agregarnos. Y nuestra primera conversación fue cuando un graciosillo decoró la primera foto que vimos de ti, la foto que te dio el famoso apodo de "El Setitas". En aquella conversación fui yo quien te abrí a decirte que eran todos retrasados y que tú ni caso. Y desde ese momento empezamos a hablar y a conocernos poco a poco. Hablábamos un rato casi cada día. Después llegó el día en que vinisteis por primera vez en un patio con nosotros. Aquella mañana mi mejor amiga me codeó mientas decía "¿Qué, ya conoces al ruso?". Me preguntaba eso porque cuando algunos te vimos a principio de curso barajamos la tonta posibilidad de que lo fueras debido a tus cerrados y azules ojos y a lo rubio que eras al llegar. Yo le dije que habíamos estado hablando y que me parecías un chaval de los que valen. Bueno, pues durante el primer mes, estableciste una buena amistad conmigo y mis dos locas amigas de la clase. Una de ellas tenía una hermana melliza en otra clase con la que en un futuro te llevarías genial, y la otra fue básicamente de la que surgió la famosa comidilla de la clase, aquella en la que se puso de moda decir que erais novios. Y tú y yo seguimos hablando aún más por Whatsapp cuando empezasteis a venir con nosotros. Comentábamos a todo el mundo, hablábamos de nosotros y nuestra "decencia", te explicaba lo fatal que está la gente de aquí, tú me contabas tus relaciones con la gente de tu pueblo. Bien, pues llegado finales de septiembre, cuando ya confirmé que te quería tener en mi círculo de amigos, decidí hacerte la famosa prueba de confianza, que no sé si recordarás. Te la hice a altas horas de la noche, un fin de semana que yo estaba en casa de mis abuelos y tú te quedaste hablando conmigo hasta tarde. En esa noche te expliqué que yo categorizaba a mis amistades y que quería saber si podía confiar en ti. Pues bien, tal y como dije en su momento, superaste la prueba. Desde ese día ya decidí tenerte ahí. Y aunque me sigue pareciendo sorprendente, como ya sabes, establecimos una rápida amistad en poquísimo tiempo. Durante todo ese tiempo, paralelamente, mis amigas y yo habíamos ido fichando gente para que me "gustasen". Entre esas personas, como sabes, pasaron dos de los chicos que venían de tu pueblo. Pero a medida que te conocía, me fijaba en ti, en tu forma de ser, en cómo eras, en todo, algo me empezaba a llamar la atención. En mis conocidos "porcentajes de amor" empecé a añadirte disimuladamente con pequeños diez por ciento y demás. Pero en apenas dos semanas, no llega, a una velocidad que me hacía pasar pánico a la vez que me iluminaba los ojos, me di cuenta sin querer aceptarlo que eras más para mí que el resto. No comprendía nada porque te salías totalmente de mis cánones, de mis prototipos. Y no solo te salías, sino que les hacías perder todo sentido. Unos prototipos perfectamente coordinados y creados con la experiencia estaban siendo absolutamente derruidos. Por esa inseguridad, convoqué por primera vez en la vida al órgano de mayor peso en mis decisiones, la "Cámara de Confianza" y les conté a todos sus integrantes mi problema. Y es que ahí estaba el problema, me había quedado pillado de verdad por primera vez en la vida, y por eso no entendía nada. Pero es curioso, épico, impactante, el hecho de que, desde ese momento, no entendí que pasaba con eso, pero empecé a entenderme a mí mismo. Era algo maravilloso. Mi alegría, amabilidad y sociabilidad ya habían aumentado notablemente desde que formé amigos nuevos como tú, pero desde que eso comenzó me transformé en alguien feliz perdido en su surrealismo. Pero sé que te puede incomodar que hable más sobre ello, así que me limito a hacer esa breve explicación para que esto no pierda el sentido. En fin, desde entonces empezó a crecer la confianza. En el instituto cada vez nos llevábamos mejor, nos sentábamos juntos en clase, y lo pasaba bien, me sentía como los demás, con su amigo al lado para poder hablar de lo que fuera. Yo era feliz con mi nuevo mejor amigo, me presumía a mí mismo de tener a un amigo tan bueno, como restregándome que nunca antes lo había tenido. Era diferente, porque podía hablar contigo muchas cosas, aunque fueran reales tonterías, que con las amigas ni siquiera me apetecía. Y a su vez descubría muchas cosas que no sabía sobre cómo es una verdadera amistad con un chico. Cada mañana agradecía a la vida haberte traído a ella. Cuando llegó el mes de noviembre y me invitaste a tu casa, algo tan sencillo como eso, yo me ilusioné con la idea como el que más, pensando en que, por fin, tras años sin ir a nada como eso, tenía un amigo con el que pasar un fin de semana. Y es que, en esos dos días de nada, lo pasé como nunca. Apenas hacíamos nada, la verdad es que fuimos poco productivos, nos limitamos a salir un par de tardes con los amigos de allí, a hacer el tonto en tu habitación y a crear vídeos estúpidos por la noche. Pero eso era más que suficiente. Yo reí como hacía tiempo que no lo hacía, estaba en todo momento sonriendo, tenía ganas de no volver jamás a casa, dormía tranquilo y a gusto por las noches, aunque estuviera cansado o no hubiese ido al baño. Era la sensación de estar con quien debía estar, sentirme acogido, respetado, divertido. Pese a que pasé, no sé si la recordarás, aquella especie de pesadilla estando despierto, la primera tarde, por lo demás me sentía de maravilla en todo momento. Me sentí tan bien hasta el punto de volver a casa y coger una depresión que me duró dos semanas. Y conseguí salir de la depresión tanto por la ayuda de mis amigas como por verte cada día en clase. Ahí tuve otra muestra más de que me importabas mucho. Otro evento en el que me sentí como nunca fue el cumpleaños de mi mejor amiga. Yo le insistí muchísimo para que te invitase, y ella tuvo el gran detalle de hacerlo, lo cual me hizo excesivamente feliz. En esa ocasión también me sentí como con una pequeña familia, tenía allí a mi mejor amigo y a mi mejor amiga, a otras dos de mis mejores amigas y a dos amigos que también me caen muy bien. Pasaban los días y yo era consciente de que te habías ido convirtiendo en el centro de todo, pero prefiero dejar eso de lado ahora. Nuestra amistad era fuerte y buena. Enero, febrero, marzo. En marzo las cosas estaban muy bien, pero llegaba uno de mis temores, las vacaciones de Semana Santa. Yo Me había vuelto dependiente de ti y me asustaba la idea de no verte durante una triste semana y media de nada. Pero afronté aquello como pude. En ese mes se dio la segunda ocasión en la que fui un fin de semana a tu casa. El día anterior viniste con otro amigo a comer a casa y por la tarde fuimos al Canguro Matemático. Al día siguiente, tras llevar desde mediados de febrero intentándolo una y otra vez, llegó el, para mí, ansiado viernes en el que iría a tu casa. Aquel día yo estaba resfriado, muy resfriado. Y no solo tenía suficiente con ello, que me tuve que hacer daño en la condenada rodilla esa misma mañana. Cuando en el médico me dijo mi madre que quizá no podría subir a tu casa casi me da un blancazo. Fui fuerte y preferí olvidarme de mi dolorida rodilla e ir a tu pueblo, sin pensarlo dos veces. Allí disfruté de otro perfecto fin de semana contigo, pese a que nuestro estado de salud no era el mejor ni de cerca, pero me sentía tan cómodo y tan seguro allí que me importaba más bien poco pasarlo mal por un resfriado, tu compañía valía más. Desde correr bajo la fuerte lluvia hasta ver una película con tu familia pasando por jugar con el completo equipo informático de nuestro amigo, pasé otros dos buenos días. Pero después de aquello, cuando empezó Semana Santa, las cosas empezaron a decaer. Empecé a percibir que algo en nuestra amistad fallaba, que algo era débil, detectaba poco interés. Pasó ese periodo de vacaciones y avanzaba el mes de abril, y yo seguía notándolo cada vez más y más. Poco a poco, comencé a decírtelo y a pedir soluciones, pero tú no veías ningún problema y yo no era capaz de explicarme. Las cosas siguieron en esos planes durante semanas, y nada se arreglaba. Íbamos tirando, pero yo me sentía fatal. Hasta que llegó el condenado momento en que por una tontería cualquiera nos enfadamos de verdad y se dieron esos cuatro días de eterna discusión entre nosotros y los demás. Pero pese a que me quería hacer el fuerte y pensar que igual así me olvidaba de ti, aunque me hiciera el duro delante de los demás, por dentro me estaba matando la idea de perderte. Y finalmente, como no, la palabra tomo el poder, y conseguimos hablar el uno con el otro, explicarnos como había sido todo, y tras tu respuesta a un audio de cuarto de hora que te envié, la cual fue "Si no me importases, no habría escuchado todo ese audio", ambos nos dimos cuenta de que no buscábamos en absoluto perder nuestra amistad, es más, caímos en que realmente sí nos importábamos y sí nos necesitábamos. Desde entonces, aunque costó, conseguimos comprender que había sucedido para que se hubieran dado esas actitudes decaídas entre ambos y logramos solucionarlo. Y para pasados mediados de mayo ya volvíamos a estar bien y ni siquiera se volvió a mencionar nada de ello. Porque supimos ver nuestro problema, supimos reconocer que era mejor tener una amistad fuerte y próspera como la de siempre, y la recuperamos. Yo echaba ya de menos estar hasta las tantas hablando contigo algún sábado, echaba de menos que me contases todo lo que habías hecho o ibas a hacer, echaba de menos todo. También estuvo el fin de semana que viniste a mi casa, que, aunque tuvo aquel pequeño problema que no nos sentó demasiado bien, y luego hablamos y lo arreglamos, fue un fin de semana súper bueno a tu lado y pasándolo bien. Pese a ello espero que haya otro en el que vaya todo mejor. Iba a empezar junio y ahí es dónde me surgió otro problema. El verano estaba cerca, y eso supondría verte poco, muy poco. Y cuando supe que te irías un mes, nada menos, a la playa, ahí perdí los estribos mentalmente. Pese a todo, como nos llevábamos genial otra vez, y tenía que centrarme en exámenes y demás, conseguí con tu apoyo dejar de lado todo eso de que te ibas. Empezó junio y pasamos la semana de exámenes y me fui un fin de semana a otro pueblo de fiesta con mis amigas. Y bueno, según me contaron, bajo los efectos de la primera borrachera y bajo la presión de ser altas horas de la noche, les solté durante casi una hora todo lo que pensaba y sentía sobre ti, y estuve llorando mucho rato, me llegué a derrumbar incluso, según me contaron porque dije que me mataba pensar que te tendría lejos tanto tiempo. Pero una amiga, buena amiga, tramó un tonto plan contigo para darme una futura sorpresa que sería muy poco, pero significaría mucho. En la semana siguiente, llegó el ansiado viaje a Carcassonne. Yo, por un lado, tenía muchísimas ganas de ir a pasarlo bien contigo y con todos; pero, por otro lado, me mataba la idea de que en dos días bajaríamos de un autobús y ya no te vería hasta dentro de un mes. Aun así, me dejé llevar por las ganas de la excursión y conseguí ser feliz todo el primer día. Pero en la noche, en aquellos momentos que estaba rallado, me fui y no quería hablar, es más, te ignoraba y me iba con otras personas, era sola y únicamente porque no tenía tu compañía y sabía que al día siguiente se acabaría. Pero finalmente fui a pasar un rato hablando con las chicas y me desahogué y me sentí mejor. Después me sentí de maravilla en aquella ronda de sinceridad que tuvimos entre cuatro a altísimas horas de la noche. Y ya, cuando nos fuimos a nuestra habitación, hice el esfuerzo de mantenerme despierto mientras los demás ya dormían para poder pasar esos últimos ratos contigo. Aunque estaba cansado me abría los ojos estar ahí contigo, aunque no hiciéramos nada de nada. Me limitaba a observarte y a pensar en la vida. A pensar en todo lo que había vivido a tu lado. Pensar que ya habían pasado nada menos que nueve meses y te tenía ahí. Y en el día de volver, te notaba raro, sabía que era porque estabas agotadísimo, pero tenía ganas de estar contigo en el último día. Aun así, fui fuerte y lo pasé muy bien durante todo el día. Pero cuando subimos al autobús de vuelta y rechazaste sentarte conmigo, me derrumbé. Pensé que te pasaba algo conmigo, que te había rallado alguna cosa, lloré mucho rato antes de quedarme dormido apoyado en el asiento de delante para sentirte lo más cerca posible. Pero cuando despertamos los dos, tú habías dormido bastante bien y estabas mejor, y me dijiste que no te pasaba nada y que simplemente no querías compañía. Y como estuviste amable el resto del viaje y sabía que al llegar me esperaba la curiosa sorpresa conseguí animarme un poco. Y pese a aquel mareo intragable que pasé, llegamos al pueblo y yo esperaba impaciente tu sorpresa. Y cuando me diste aquel abrazo, solo supe decirte algo tan tonto como "pásalo bien en verano" y te solté en nada, cuando realmente nunca te hubiese querido soltar, como ya te dije. Y también sabes ya que fue un detalle pequeñísimo pero muy grande para mí. Y la idea de escribirte semejante carta surgió en ese momento. Llegué a casa y entre el cansancio del viaje, la emoción, el dolor de pensar que no te vería más en un mes y el cariño del abrazo me derrumbé y lloré muchísimo. Tuve miedo de deprimirme, pero gracias al cielo que me cogieron mis amigas a tiempo y me han librado de ello. Y tú también, con el simple detalle de haberme dicho que no te molestaba hablar conmigo un ratito cada día, y los días que te acuerdas mandarme una foto tuya para ver cómo estás, solo con eso ya me haces sonreír cada día. Pues bueno, la verdad es que ya sabes de todo lo que te puedo decir, pero insistiré un poco más. Quiero que sepas que eres de las mejores personas que jamás ha habido en mi vida, que eres un dulce y que, aunque tengas cosas malas a veces, como tenemos todos, te aprecio un montón y te quiero como a nadie. Espero que, aunque yo sea un pesado y un cabezota a veces me aprecies al menos un cuarto de lo que yo a ti, porque intento ser lo mejor que puedo contigo. Y tú me has convertido en mejor persona, me has hecho feliz, me has dado a un mejor amigo que desde hacía años no tenía y que te agradeceré siempre haberme dado la oportunidad de serlo. Te agradezco muchísimo que me soportes, que me respetes, que pese a lo que hay sigas a mi lado. Confío muchísimo en ti y te respeto como a nadie. Escucho cualquier canción que me recuerde a ti, veo cualquier imagen de un momento nuestro o solamente una imagen tuya, cualquier cosa así y me siento vivo. Muchas veces me hace llorar, aunque no siempre de tristeza, sino de la emoción que me causa pensar en que tengo a alguien como tú en mi vida. Escribo estas palabras de cierre de carta con lágrimas en los ojos, escuchando una canción que conoces muy bien llamada "Never Forget You", y ¿sabes qué? Que yo nunca te olvidaré. Que la vida nos separe cuando quiera, pero yo no te olvidaré, quedarás en mi memoria por siempre, te has ganado con creces un hueco en ella, y en mi corazón también. Me has enseñado muchas cosas, he reído mucho contigo, y he sonreído muchísimo más todavía gracias a ti, a tu forma de ser, a tus tonterías, a tu felicidad contagiosa, a tu sonrisa y a tu risa. Podría estar así mucho más pero ya sabes cuánto significas para mí. Espero no perderte nunca, poder mantener esta amistad por siempre, por muy lejos que estemos, y darte una vez más las gracias por existir. Gracias por leer todo esto, gracias por ser mi amigo, gracias por estar ahí cuando te necesito, gracias por acordarte de mí, por defenderme ante los demás y por aguantarme. Un amigo fiel es la medicina de la vida. Un amigo es el que te coge de la mano y te está tocando el alma, ese eres tú. Te aprecio muchísimo, pasa un feliz verano, espero verte pronto y que lo pases genial. Un abrazo enorme.

Breves Reflexiones de un Adolescente EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora