No podía dejar de mirar al chico detrás del mostrador. Era guapo, alto, de pelo castaño y con una hermosa perfecta. Trataba de ponerle atención a lo que me decía Abi acerca de la falda que había encontrado, pero no podía apartar mi mirada de él.
—Creo que la comprare… —le entendí a Abi. Miré al suelo cuando crucé la mirada con el chico, sentí que me sonrojaba de a poco. Abi notó ese detalle y buscó con la vista el punto que había estado mirando, cuando encontró al chico hizo una mueca y me golpeó en la cabeza con la falda.
—No puedes, Jenna. Estás comprometida ahora, ¿qué pensaría Harry si te viera en estos momentos?
Sí… ¿qué pensaría él? ¿Me dejaría libre?
—No lo sé… tampoco es para tanto, sólo lo estaba mirando. Estoy comprometida, no ciega —le respondí. Abi negó con la cabeza y siguió sacando ropa de los colgadores de la tienda.
Levanté la vista una milésima de segundo y sentí la mirada del chico. No podía hacer nada, él me gustaba pero no de la misma forma que Harry.
No, no era justo para Rizos, así que me reprimí e hice como que él no estaba en el mismo establecimiento que yo.
Sin embargo, no funcionó. Abi me regañaba cada cinco minutos por mirar “descaradamente” a otro hombre que no fuera mi futuro esposo, pero al parecer ella no comprendía que yo aún tenía 17 años y que era una chica como todas las demás.
—Jenna, ya basta. Llamaré a Harry —me dijo enfadada mientras sacaba el movil de su bolso.
—Tú no harás nada. No he hecho nada malo, no lo he engañado —protesté. Y era verdad, admitía que el chico me atraía y que no dejaba de lanzarle miradas, pero no había hablado con él. Seguía siendo un desconocido.
Pero como siempre, las cosas iban en mi contra. Cuando Abi fue a pagar la ropa que había elegido, nos atendió nada menos que el chico.
—Hola chicas, en qué puedo ayudarlas —nos dijo con una agradable sonrisa. Abi bufó y me fulminó con la mirada con la clara advertencia de “no hagas nada o le diré todo a Harry”.
—Quiero pagar esto —le dijo Abi, sin dejar de amenazarme.
Cuando él le entregó el recibo y las bolsas con ropa, Abi se apresuró en salir tirándome del brazo. Afuera de la tienda, sentado en un banco para descansar dentro del centro comercial, Harry bebía un café.
—Para ka proxima vez recordarme no volver a acompañaros cuando digan la palabra “compras” —nos dijo poniéndose de pie y acercándose a nosotras. Pasó su brazo por mi cintura y comenzamos a caminar hacia la tienda de música, Abi quería aprender a tocar guitarra y para empezar necesitaba una.
—Al final, ¿qué habeis comprado? —nos preguntó Harry mientras subíamos por la escalera eléctrica.
—Yo un vestido para cuando llegue la primavera, un abrigo, una falda, un par de zapatos y un chaleco —enumeró Abi.
—¿Y tú, Jenna?
—Nada —le contesté.
—No compró nada, pero le echó el ojo a algo que estaba fuera de su alcance —comentó Abi. Estuve a punto de caerme cuando nos bajábamos de la escalera.
—¿En serio? ¿Qué era? Si no te alcanzó el dinero debiste llamarme, me pagaron ayer.
—No seas tonto, Harry. No te molestes —me apresuré en decir, pero él ya había dado media vuelta dispuesto a regresar a la tienda.
—Deja que Harry te consienta, lo hace porque te ama —agregó Abi, alzando la voz para ponerle énfasis a sus últimas palabras.
Fue demasiado tarde para persuadirlo, en menos de dos minutos estábamos de regreso en la tienda. Estaba atrapada, no quería que Harry gastara su dinero en algo inservible y caro para confirmar mi coartada, pero si no lo hacía quedaría al descubierto.