Electro choque 2

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Lo más tenebroso después de ser electrocutado además de la sensación de no volver a ver a mi madre era el no haber podido dormir ni un minuto, me sentía cansado pero aun así no lograba conciliar el sueño.

Después de mi turno, había seguido el del asustadizo Daniel, quien salió de su resguardo después de una cantidad incontable de palabras animosas por parte de la enfermera, incluso después de toda aquella parafernalia enrolló su cuerpo en su manta quedando al descubierto solo un poco de su rostro.

Desde dónde me encontraba lo observaba dormir tan tranquilo y plácido que sentía algo de envidia, algunas veces su cuerpo temblaba pero al parecer era un efecto secundario de la electricidad ya que me pasaba exactamente lo mismo, la única diferencia era que no había podido pegar el ojo.

Giré mi atención de nuevo al techo mirando aquella grieta que lo recorría de extremo a extremo dando la impresión de que en cualquier segundo se derrumbaría, hacía mi mayor esfuerzo por ver el color necesario para volver a Dreamland pero nada ocurría, solo el gris del cuarto era lo que mis ojos divisaban, solo el gris de mi vida era lo que sentía; quería solo dos cosas, las cuales se encontraban en mi mente y a las cuales no tenía acceso tan fácilmente como en el pasado, aquí es donde entra aquella vieja frase "todo tiempo pasado fue mejor".

Reproducía en mi mente esas vividas escenas de contacto con mi madre, lo hermosa y cariñosa que era, su olor tranquilizador. Quería volver a verla y Dios sabía que así era.

— ¿Qué piensas? —la somnolienta voz del pequeño Daniel llamó mi atención. —Parece que sueñas con los ojos abiertos. —y ojalá así fuera.

—En nada y en todo. —fue mi respuesta mientras me volteaba de lado para tener un mejor contacto con él. — ¿Cómo estuvo tu terapia?

—Igual que siempre, solo que últimamente estoy mucho más débil, me duele el pecho y la cabeza. —junté mis cejas, pensando que eso no podía ser normal. —Espero que hoy no halla terapia, me siento cansado.

— ¿Por qué te aplican electro choques a ti? —pregunté curioso.

—Soy maniaco depresivo o eso es lo que dice el doctor, no sé que signifique. —sonreí ante sus palabras, era un niño que hablaba aún sin conocer el significado de las palabras.

—Significa que estás loco como yo. —y ante esa confesión su rostro se iluminó como si se tratara de la cosa más genial del planeta. —Cuéntame tu historia.

—Mi historia. —Dubitativo por unos minutos observó las varillas de la cama. —Dicen que me parezco mucho a mi padre pero no lo quiero, prefiero estar loco como tú a estar loco como él.

— ¿Por qué dices algo como eso? —estaba cada vez más interesado en que le ocurría.

—No recuerdo muy bien lo que ocurrió, solo recuerdo esconderme en un armario y escuchar muchos gritos en mi casa, aunque tapaba mis orejas con mis manos el sonido era fuerte como si explotara pólvora dentro de mi hogar. No sé cuánto tiempo estuve allí metido, un señor disfrazado de policía me sacó y pude ver a mis hermanas dormidas en el suelo de la casa tapadas con cobijas. —no podía creer las palabras que salían de esa pequeña boca, siempre decía que mi padre había matado a mi madre pero él lo hizo de desamor, engaños y abandono. Lo que Daniel vivió era algo que ningún niño debería sufrir y el que lo contara sin comprender lo que allí ocurría me partía el corazón, él guardaba la esperanza de volverlas a ver. —las palabras de los señores diciendo que por culpa de mi padre me había quedado solo son lo que me acompaña. Tal vez si ese día no hubiera hecho una rabieta por las galletas que no quiso darme mi mamá y no me hubiera metido en aquel armario a comerlas, no estaría solo.

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