Los últimos días de vida de mi madre se puede decir que fueron los míos también, solo seis cortos años duró, los seis años más felices de mi vida, los años en los que sentí como era ser amado. Ahora solo son un recuerdo vago, como imágenes que vuelan entre el humo; algunas veces no me es posible activar algún recuerdo y otras muchas solo se disparan, alguna frase, algún olor, algún día soleado que a mi pesar de dónde vengo no son muchos.
La vestimenta que no elegí el día de hoy se podría catalogar como incomoda e impuesta, los amarres de la camisa de fuerza me imposibilitan hasta el punto de dificultarme el respirar, podía sentir las marcas que dejarían al liberarme, y el poco cuidadoso manejar del torpe conductor lo hace todo mil veces peor, como si de una mezcladora de cemento activada se tratara. No podía decirle ni una sola palabra debido a la mordaza que dispuso en mi boca, decir que toda esta situación era incomoda se quedaba corto.
El terreno se sentía terroso en los neumáticos, la falta de pavimento solo me reafirmaba que estaría al final de todo, el lugar de nunca jamás (nunca jamás estarás en libertad). Parecía que el conductor del vehículo fuese un chimpancé o por lo menos una variación de alguno, era algo inaudito que un adulto pudiera manejar tan mal, solo esperaba no tener que morir otra vez en manos de este desquiciado; mucho más loco de lo que se me acusa.
Finalmente se detuvo del todo, aún estaba vivo si no alucinaba, y en realidad esta es la calma que dicen sentir después de morir; en mi caso la primera muerte no tuvo nada de calma, fue dolorosa, fue ruidosa, fue arrasadora. Mientras bajaba del vehículo escoltado por el poco cuidadoso conductor y el apretado vestir restringía mis movimientos observaba la gran estructura que sería mi cárcel a partir de éste momento, cuatro vigas gigantes adornan la entrada, una gran puerta principal y una cantidad innecesaria de ventanas, todas selladas al parecer, es lo primero que noto. Un gran letrero en el que se leía: ¨Casa de reposo hope, un lugar para la tranquilidad¨ y la estructura de un agradable color crema que te hacían pensar « — ¿sabes?, tal vez no sea tan malo después de todo»
—Muévete, no tengo todo el día. —pronunció el flacucho tirándome de una de las correas de la camisa haciendo que casi caiga al suelo, sin poder refutar lo único fue hacer mala cara, algo que poco le importó.
Ya dentro del recinto el panorama cambiaba, las paredes gris desahucio y algunas personas en estado catatónico aniquilaban cualquier rayo de esperanza. Caminaba mirando todo, algunas enfermeras, algunos médicos, muchos pacientes, o mejor zombies, cada paso era adentrarme más al oscuro túnel de la depresión.
Los golpeteos en una puerta llamaron mi atención, ni siquiera había notado que nos habíamos detenido y el torpe conductor ahora pedía permiso para ingresar a una de las habitaciones.
—Siga. —contestaron desde el interior.
Abrió la puerta develando un amplio consultorio, en el cual se encontraba un hombre mayor, algo canoso en el poco cabello que le quedaba a los costados de la cabeza; sentado en su escritorio concentrado en lo que sea que estaba haciendo. No levantó la mirada hasta que llevábamos un rato considerable esperando, sus ojos miraron por encima de los lentes y se ampliaron con asombro al parecer después de analizarme.
—Cesar, ¿por qué razón el paciente se encuentra amordazado? —lo reparó con desagrado como si de una conducta poco utilizada en ese lugar se tratara.
—Señor, es uno de los que escupe. Tuve que recurrir a eso. —repuso señalando mi rostro. El señor dirigió su mirada hacia a mi.
— ¿Si te quitan eso de la boca escupirás?
Negué lentamente con la cabeza.
—Libérelo, también retírele la camisa de fuerza.
Mientras lo hacía me miraba sin ocultar su desagrado, soltaba lentamente cada amarre y aprovechaba para tirar mucho más fuerte de lo que debía para desestabilizarme, creo no ser una persona de su agrado y francamente y haciendo honor al nombre que se me dio, el amor era mutuo.
ESTÁS LEYENDO
Dreamland
FantasiEn un lugar dónde la realidad apesta, la mentira reina sobre la verdad, la avaricia es mas poderosa que el amor, y la destrucción deja su semilla germinar por toda la tierra; la mente crea mundos alternos en los que la imaginación pinta de colores t...