Capítulo 1

232 5 0
                                    

Mire sobre mi hombro encontrando a Agatha organizando los muebles en el departamento que se nos fue asignado en el Campus. Kim entro con la última de nuestras cajas, perdí la paciencia al ver que hacían todo pacientemente como cualquier mortal lo haría.

—¡Perséfone! —Grite invocando a la reina del inframundo. —Pasaron varios minutos y no respondió a mi llamado—. ¡Perséfone! —Volví a gritar apretando mas la pequeña medalla que utilizo para invocarla —.

Después de unos minutos Perséfone apareció en medio de la sala con una mirada que anunciaba problemas, su túnica color salmón que cubría todas sus curvas, pero aun así se veía hermosa. —No me mires así, tú eras quien no me respondías, —dije. Perséfone se movió a mi derecha y tomo asiento en el sofá.

—Hola Adara, es un placer volverte se ver, —Dijo en un tono mas que sarcástico— ¿Qué necesitas esta vez Adara? —Dijo haciendo énfasis en cada silaba de mi nombre, al parecer no se encontraba en su mejor día.

—Necesito que convenzas a mi madre de devolverme mis poderes y hacer mi misión más sencilla, —dije mirándola a los ojos mientras ella empezaba a reír descontroladamente.

 —¿Me estas jodiendo, cierto? ¿Sabes que tu madre bajaría al Tártaro solo para arrastrarme al olimpo y hacerme sufrir si molesto? Niña jodiste a la hija favorita de Zeus delante de todos los dioses, contigo debe dar el ejemplo.

Con toda la seriedad que podía reunir respondí, —Tu madre no estará muy feliz de saber que cuando anda de visita en el templo de Afrodita tu bajas al Tártaro para reunirte con Hades. Será interesante lo que sucederá cuando sepa que su hija es quien rompe la regla.

—Nunca pensé que caerías tan bajo. —dijo chasqueando los dedos y una especie de aura blanca apareció sobre Kim y Agatha.

—Sabia que accederías de buena gana como siempre querida tía, ¿te adoro, sabes? —Me acerque a abrazarla pero ya había desaparecido solo escuche su voz en mi cabeza.

“Asegúrate de que tu madre no se entere de que te hice tu misión mas sencilla o estarás destinada a vivir entre la peste humana por toda tu existencia.” —Dijo finalmente terminando de salir de mi mente.

Agatha uso su telequinesia para terminar de organizar el pequeño apartamento del que se nos fue asignado en el Campus.

 Era acogedor, contaba con tres pequeñas habitaciones amuebladas con una cama sencilla y una cómoda, solo tenía un baño, una pequeña cocina y nuestro comedor seria el sofá frente a la tv.

Pase de vivir en un gran templo hecho en mármol blanco y negro a un pequeño departamento de no mas de 70m² siempre termino en uno así de pequeño. ¿No existen más grandes en las universidades?

”¡DEJA DE PENSAR EN PEQUEÑESES COMO ESAS Y PONTE A TRABAJAR EN LO QUE DEBES! No te concedí dos de mis Koris para que las mantengas decorando habitaciones.”

Escuche la furiosa voz de mi tía Artemisa en mi cabeza

—Artemisa, me desespera cuando haces eso. Me pondré a trabajar en ello —respondí con voz cansada, mientras veía cómo Agatha y Kim contenían la risa. Cada vez que Artemisa hacia esto tenía que responder en voz alta porque, por alguna razón, no podía transportar mis pensamientos al Olimpo. Aunque sí escuchaban mis llamados; podía convocar mentalmente a Perséfone en el Inframundo, pero no a Artemisa en el Olimpo.

“Sólo te hablo para avisarte que ya me di cuenta de que los poderes de las koris fueron repuestos. Recuerden que si es desatado mucho poder tu madre se dará cuenta. Atenea no es estúpida y siempre esta vigilándote; no quiero tener que enfrentarme a ella por tus caprichos, ¿entendido Adara?”

—Entendido Artemisa —respondí con algo de desdén.

El resto del día fue tranquilo, salimos a cenar y vagamos un poco por la ciudad. Estábamos entrando al campus cuando los vi. Había visto a este grupo de chicos desde el Olimpo.

Mi tía Artemisa me había encontrado espiando a uno de ellos un par de veces, pero nunca pensé que llegaría a verlo de cerca. Y mejor aun, nunca pensé que fuera posible sentir esa energía en él. Era poseedor de un aura hermosa y pura; sus ojos eran tan azules que los mismos dioses sentirían envidia de ellos. Contrastaban perfectamente con su pelo, tan oscuro como la noche. Por encima del metro ochenta, caminaba sin darse cuenta de los estragos que causaba por donde pasaba; todas las chicas buscaban su mirada. Pero ésta se concentraba en el suelo mientras trotaba. Parecía perdido y triste; nunca lo había visto así cuando lo espiaba desde el Olimpo. Pensándolo mejor, siempre lo había visto rodeado por sus amigos. ¿Qué le estaría pasando?

—¡Cuidado! —gritó Kim, mientras me tomaba del brazo en el preciso momento en el que un grupo de ciclistas pasaba a toda velocidad frente a nosotras—. ¿Sabías que no tenemos poderes curativos? Si no lo sabías, te lo aviso.

—Perdón, no los vi venir —respondí, algo confundida aún.

—Ni los ibas a ver. ¿Qué veías en ese chico? Recuerda que este viaje es por trabajo, no por placer —dijo Agatha, regañándome.

—No veía nada, solo me quede colgada; su alma sufre —susurré, buscándolo con la mirada, pero ya era demasiado tarde. Había desaparecido.

—Lo siento mucho por él —soltó con el tono más sarcástico que pudo—, pero tenemos una misión imposible que cumplir porque a una niñata se le ocurrió desafiar a Atenea y realmente agradecería que te concentraras en encontrar esa alma “pura” que entregará su vida desinteresadamente para salvar la raza humana.

—Un par de meses lejos de las comodidades del Olimpo y se pone tan insoportable como Artemisa —dije, mirando de soslayo a Agatha—. Trátame bien y tal vez tarde menos en encontrar el humano que necesitamos. No quiero tener que lidiar con tus cambios de humor. Deberías ser una ninfa, un par de noches con un dios menor te cambiarían en el ánimo.

—Jeez —exclamó Kim, interrumpiéndonos—. Cálmense ambas. ¿Recuerdan que estamos condenadas a vivir como un ser humano normal? Mañana tenemos clases a primera hora, así que, por favor, llevemos la fiesta en paz y vayamos a descansar.

***

Artemisa se encontraba mirando lo que Adara hacía desde su balcón en el momento en que su gemelo, Apolo, entro a sus dominios.

—¿Realmente crees que lo logre? —preguntó Apolo al notar lo que su hermana hacía.

—Confió en que lo haga, no me agrada la idea de volver el universo a cero.

—¿Y si no lo logra? —insistió, expectante.

—Me encargaré de que lo haga. Su madre la matará si no lo logra y yo no permitiré que eso suceda por una pequeñez.

—No fue una pequeñez la que la dejó en ridículo ante todo el panteón —respondió Apolo, indignado.

—Creer que la raza que nos mantiene con fuerzas merece seguir existiendo no lo es.

—Ya no nos alaban, hace tiempo deberían haber desaparecido.

—Algunos aún lo hacen. Gracias a esos pocos puedes mantener tu ego y seguir demostrando tu grandeza ante otros dioses, Apolo —soltó Artemisa antes de desvanecerse, dejándolo con las palabras en la boca.

Daughter Of OlympusWhere stories live. Discover now