El Lobo y la Luna

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Era el día de la luna llena. John estaba inquieto. Sentía como si literalmente podría estallar. Sus pensamientos estaban revueltos y se encontraba más y más agitado hasta el final del día. Su lobo estaba impaciente. Quería ser libre en este mismo instante.

Sherlock había estado en silencio todo el día. El doctor le había llevado libros nuevos esta mañana, pero no los había tocado. Se había sentado en una de sus esquinas oscuras y se quedó mirando hacia las ventanas, vistiendo nada más los pantalones de su pijama y una bata azul.

Se sentó con las piernas debajo de su barbilla y sus brazos abrazándolas apretadamente. Si el doctor no hubiese estado tan ocupado manteniendo a su lobo bajo control se habría dado cuenta de que el omega estaba temblando. Era un ligero temblor, nada violento, pero claramente estaba ahí.

Le tomó al doctor hasta la tarde darse cuenta de que algo estaba mal.

Frunció el ceño.

El omega no se había movido de esa posición todas estas horas. Su taza de té y almuerzo estaban intactos.

Ahora se daba cuenta del temblor y la tensión en el cuerpo delgado.

John se levantó y lentamente se movió hacia el omega. Todavía había situaciones en los que podía sobresaltar o asustar al más joven y no quería hacer eso ahora.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se puso de rodillas.

"¿Estás bien?" cuestionó con voz preocupada.

El omega no respondió. Sus ojos claros estaban fijos en las ventanas con una mirada vacía.

Ahora que el doctor estaba cerca podía ver que el omega había apretado sus dientes. Había una mueca en su largo rostro. John dio cuenta con sorpresa de que era una mueca de dolor.

Esta realización fue casi suficiente para hacer a su lobo alfa perder el control. –Aulló.

Con una gran cantidad de autocontrol, empujó al lobo adentro. Un escalofrío de protesta le recorrió por toda su columna. Tembló y tomó un par de respiraciones profundas.

"Sherlock." Dijo. "Necesito que me digas qué es lo que está mal."

Cuidadosamente colocó una de sus manos en los brazos del omega. El toque fue suficiente para llamar la atención de Sherlock. Parpadeó hacia John. El dolor ahora era claro en sus ojos.

Un gemido muy suave escapó de su garganta. Se estremeció.

"¿Estás enfermo? ¿Te hiciste daño tú mismo?" preguntó el doctor mientras sus ojos buscaban en el cuerpo del omega señales de heridas o moretones. No había nada.

Sherlock sacudió su cabeza lentamente.

Había una capa de sudor en su frente, el doctor pudo verla.

Con un gesto de preocupación puso su otra mano en la frente de Sherlock. No había fiebre. Tal vez una ligera elevación en su temperatura, pero no era suficiente para causar el temblor.

De repente cayó en cuenta de algo. Maldijo.

"¿Es la luna? ¿Verdad?" dijo con voz ronca.

El omega asintió con una afligida mirada en su rostro.

John tomó un gran respiro. Esto no era bueno. El omega no estaba en condición de transformarse. Con su cuerpo en esas condiciones, transformarse sería una experiencia muy dolorosa.

Todo tipo de pensamientos de pánico recorrieron la mente de John. Había llevado su botiquín con él, pero no llevaba suficientes supresores para detener una transformación de verdad. Se necesita una pequeña bomba química para poder lograrlo.

Los lobos de BaskervilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora