Capítulo 3: El claro de luz.

56 1 2
                                    

 Habían pasado ya varios días desde el “accidente” en el Bosque. Todavía no era capaz de comprender qué pasó realmente, pero tampoco tenía mucho tiempo para pensar. Seguía trabajando, ya que para mi sorpresa, mi jefe decidió no hacer caso a los comentarios que circulaban por el pueblo, aunque tampoco me dirigía la palabra. Creo que, en el fondo, era miedo y pena lo que sentía hacia mí. Teníamos demasiados problemas en casa, sobre todo para comer, ya que algunos mercaderes se negaban a venderle comida a mi madre. La gente nos miraba raro, pintadas en nuestra puerta con la palabra “BRUJA” aparecían día tras día. Donovan y su padre habían conseguido poner a todo el pueblo en nuestra contra. Ya nadie quería comprarnos la fruta… y la verdad, era una situación demasiado complicada que estaba pudiendo con la salud de mi madre. Todo se estaba volviendo muy cuesta arriba, pero mi madre desechaba la idea de viajar a otra aldea. Esa aldea, nuestra aldea, era su vida, y se negaba a dejarla atrás. Demasiados recuerdos inundaban su mente, y sabía que para ella sería demasiado doloroso dejarlo todo atrás, y más aún de esa forma…

Todas las noches, mientras mi madre dormía, yo me acercaba a la linde del bosque, a escucharlo… El silencio que allí existía y la paz que transmitía me relajaban. Nadie ha sido nunca capaz de acercarse a él por miedo, pero en mí… en mí tenía el efecto contrario. Creo que era el único sitio en el que me encontraba a gusto. Era irónico, ya que el último recuerdo que tenía de aquel bosque era el más desagradable de mi vida, pero me sentía segura junto a él. Era como si, en el fondo, intentara protegerme a su manera.

-------

Sabía que mi madre empeoraba día tras día. Su salud no mejoraba y su luz se iba apagando lentamente. Lo sabía, pero no podía hacer nada por evitarlo. Los sanadores decían que era por mi culpa, que la maldición del Bosque había llegado conmigo, y que no había salvación posible para mi madre. Era una bruja maldita, y había traído el mal a mi casa.

¿Y qué podía hacer yo? ¿Cómo negárselo? Sabía que aquello no era verdad, pero es demasiado complicado hacerle ver a alguien tan ciego que esas suposiciones son absurdas, que mi madre realmente estaba enferma, que seguro que había algo que pudiera salvarla, pero nadie me escuchaba. Era una proscrita en aquella aldea, y nadie quería saber nada de mí. Para ellos, aunque conocían a mi madre desde siempre y sabía lo noble que era, en aquellos momentos no éramos más que dos mujeres maldecidas por un bosque, y que debían morir para que la maldición no se extendiera al resto de la aldea. Por eso no hicieron nada, por eso la dejaron morir lentamente, hasta que finalmente la oscuridad se apoderó de ella…

¿Y ahora qué? Tanto tiempo luchando, tanto tiempo demostrando lo que vales, y ahora, en un suspiro, te vas… ¿Y ahora cómo sigo yo adelante? Eras la única que me quería, eras la única que me entendía y que no me juzgaba, porque creías en mí de verdad. ¿Cómo continúo con mi vida? Aquí nadie me quiere, y ahora que tú ya no estás, querrán que me vaya de aquí… siguen pensando que soy una bruja, a pensar de que no ha vuelto a suceder nada desde aquel día, hace un dos años ya…

No sabía que me ocurriría, no sabía qué sorpresa o desgracia me tenía el destino preparado, sólo sabía que debía abandonar aquel horrible lugar, ya no era seguro. Tal vez este era el momento perfecto para vivir, para intentar cumplir esos sueños que tanto imaginaba de pequeña. Tal vez era hora de demostrarle al mundo que yo sola era capaz de salir adelante, que no necesitaba ningún hombre que pelara por mí, ni trabajara, ni viviera por mí… Tal vez era el momento de tomar las riendas de mi vida y de mi futuro.

Oí ruidos fuera. Tal como esperaba, venían a por mí. Querían que me marchara, no quería que la ‘maldición’ se propagase, no querían una oveja negra en su rebaño, una mancha que oscureciera su nombre, una ‘bruja’. Pero, ¿a dónde se supone que debía ir? No tenía nada preparado, no sabía qué llevarme, y tampoco sabía qué rumbo tomar. Cada vez oía los gritos más cerca, y el miedo empezaba a apoderarse de mí. No sabía qué hacer, estaba acostumbrada a que mi madre respondiera por mí. Desde que mi padre murió, siempre cuidaba de mí, tal vez me protegió demasiado, pero aunque yo era fuerte y luchadora, ella era un gran apoyo para mí, un apoyo enorme que se había esfumado por completo, dejándome sola. Sola ante la vida, sola ante el peligro.

Empezaron a aporrear la puerta y a gritar mi nombre, mientras otras muchas voces coreaban ‘bruja’ y ‘muerte a la maldita’. Preparé algo de comida y la envolví en la capa de mi madre, me vestí con la ropa más cómoda que tenía y me dispuse a salir por la ventana trasera, mientras seguía escuchando sus voces y sus amenazas de fondo.

Eché a correr. Corrí lejos, todo lo rápido que podía, sin rumbo y sin mirar atrás. Corría dejándome la vida en ello. Corrí sin parar, hasta que poco a poco sus voces se fueron apagando. Corrí sabiendo que toda mi vida quedaba atrás, junto con las lágrimas que mis tristes ojos color miel iban dejando. Corrí más rápido hasta que, sin saber realmente cómo, llegué allí. Otra vez aquel bosque, otra vez aquel misterioso pero tranquilizador lugar. Entré sin pensármelo dos veces, sabiendo que allí nadie sería capaz de seguirme. Era mi única escapatoria, la única salvación posible. Seguí corriendo una vez dentro del bosque, sentía que si me detenía sería un tremendo error, así que no lo hice. Continué hasta que llegué a un pequeño claro, con un lago en su centro. Estaba muy adentrada en el bosque, sabía que nadie me seguiría hasta allí, así que por fin me detuve, antes de quedarme sin aliente. No me sentía las piernas, las tenía adormecidas de tanto correr. En aquel lugar no se oía nada, ni un pájaro, ni un animalillo salvaje, ni siquiera el viento. Allí sólo había paz y tranquilidad, aquella que yo llevaba tiempo sin sentir y que sin duda necesitaba.

Me derrumbé. Caí al suelo, junto a la fresca y clara agua del lago, y dejé que todos mis sentimientos acumulados salieran por fin a la superficie. Empecé a llorar como hacía tiempo que no podía. Lloré por todo, por lo que pasó hace dos años, por todo lo que habíamos vivido desde entonces, por mi madre, por mí, por esta huida, por todo.  Lloré desconsoladamente durante más tiempo del que esperaba. Mis lágrimas apenas tenían tiempo de salir de mis ojos cuando otras nuevas las empujaban para salir también. Y así, entre ese llanto incesante y tan necesario, conseguí relajarme. Por fin sentía que una inmensa tranquilidad me invadía poco a poco, haciéndome olvidar todo lo malo y devolviéndome la paz interior que hacía tiempo que no sentía. Siempre que me acercaba al bosque sentía esa paz, pero en aquella ocasión era diferente. En aquel momento sentía una fuerza superior, una suave brisa que me acariciaba, como si intentara consolarme, como si el propio bosque sintiera mi tristeza y quisiera apaciguarla. Como si quisiera hacerme olvidar todo el dolor, todo el sufrimiento que mi cuerpo albergaba, para que pudiera volver a ser feliz.

Aquel bosque era el lugar más extraño en el que había estado, pero al mismo tiempo, era el único sitio en el que me sentía segura. Estaba a gusto, sentía que no tenía que preocuparme por nada, que allí nadie me encontraría y que realmente podría llegar a ser de nuevo feliz. Sentía que, quizás, aquel era el lugar donde podría empezar mi nueva vida, donde podría olvidar todo el pasado y empezar de cero.

Dejaré de llorar, ya no es necesario. Sé que ahora estarás en un lugar mejor y, al igual que yo, volverás a ser feliz. Volveremos a sonreír, y volveremos a ser libres, como siempre soñamos. Comienza una nueva etapa en mi vida, pero ante todo, quiero que sepas que…

Siempre te querré, madre.

El Bosque IlusorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora