Capítulo 5: Viento

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Conforme caminaba, más unida al bosque me sentía. Lo observaba todo, no dejaba de mirar a mi alrededor, intentando entender qué era aquello que me producía aquel lugar, por qué tenía ese sentimiento, pero sabía que sólo observando no hallaría las respuestas a mis preguntas. Caminaba sin rumbo, más bien guiada por mi instinto, esperando encontrar algo que me llamara la atención, algo que me ayudara, o tal vez, alguien.

No había animales, o al menos, no parecían dispuestos a mostrarse ante mí. Era como si el bosque y todo lo que lo habitaba intentara protegerse de aquello que proviniera del exterior, como si ocultara un secreto que no quería revelar a nadie. Me gustaba aquel sitio, me sentía tranquila, segura. Me sentía viva. Y así, sin pensarlo, sonreí y empecé a correr por aquel lugar.

Sentía el viento acariciar mi rostro, sentía las hojas crujir bajo mis pies, la tierra húmeda ensuciando mis dedos, pero no me importaba, era feliz, me sentía libre, y no quería dejar de correr. No sabía a dónde me dirigía, pero me encantaba sentir el viento azotando mis cabellos, mientras susurraba a mi alrededor entre los árboles. Sentía la vida de aquel lugar, sentía su magia, y no quería detenerme.

El viento era mi único compañero, y mientras él me seguía acariciando, yo seguía corriendo cada vez más rápido, saltando sobre las piedras, chapoteando en los pequeños charcos que había, sintiendo unas finas gotas que caían sobre mi rostro. No podía detenerme, no quería detenerme, quería seguir sintiendo aquella nueva fuerza correr por mi cuerpo, aquella nueva ilusión. El bosque parecía no tener fin, ya que por más que corría, no alcanzaba a ver nada más allá de los árboles que se perdían frente a mí. Pero no me importaba, quería seguir corriendo. No sabía qué escondía aquel bosque, pero sabía que esa sensación que tenía no era normal, que aquel lugar era algo importante para mí, aunque aún no sabía el qué, y tenía que averiguarlo.

Desde que me adentré en él, tenía la sensación de que quizás aquí estuviera mi futuro, quizás aquí podría hacer realidad aquellos sueños que tenía de pequeña, vivir aventuras, conocer otros lugares, otras personas, puede que hasta esas criaturas de las que tanto hablaban en las historias que nos contaban para darnos miedo. Quizás, mi destino no era servir copas en una sucia taberna, quizás el destino me tenía deparado algo más, algo mejor. Quizás, el motivo por el que siempre se han reído de mí, es que realmente soy diferente, que mi vida no consistiría en tener un marido y darle hijos, sino en ser independiente, en vivir mi propia vida sin pensar en nadie más. Dicen que todo pasa por algo, quizás todas estas desgracias, sólo son el camino hacia algo mejor, hacia un futuro mejor. Aquel misterioso bosque me estaba brindando esa oportunidad, y no podía desaprovecharla, tenía que demostrarle, demostrarme a mí misma, que yo valía más que todas esas chicas que se reían de mí, que valgo más que todos esos hombres que me insultaron por rechazarles, que valgo más que toda esa gente que me llamaba bruja. Era hora de valorarme y quererme más.

Pero no era el momento de pensar en eso. Ese bosque... me arropaba. Podía sentir su calidez en cada poro de mi piel. Quizás me estaba volviendo loca, pero podía sentirlo... esa calidez que no sentía desde que mi madre murió...

¿Quién eres? 

¿Qué eres? 

¿Por qué a mí? 

¿Qué tienes? 

¿Qué me das?

¿Qué quieres de mí?

Y al fin me detuve. Sin embargo, el viento no se detuvo conmigo, sino que siguió acariciándome, siguió enseñándome el camino. ¿A dónde quieres que vaya? ¿Qué tienes para que confíe tanto en ti?

Y sin pensarlo, me dejé llevar, y aparecí de pie en medio de un claro, un claro lleno de flores, de felicidad, de paz, pero también, lleno de las almas de la gente que no fue capaz de encontrar su camino, de la locura de aquellos que no quisieron seguir los consejos del bosque, de las lágrimas de los que no pudieron levantar, y de las miradas de los que ahora observan mi destino. Pero no, no es un lugar malo, no hay maldad tras sus hojas, no me transmite miedo porque, a la vez, está lleno de vida, de la vida que yo estuve a punto de desaprovechar, de la vida que la naturaleza se empeña en alargar, de la vida que nadie es capaz de llegarse a imaginar...

Y allí, en medio de aquel claro, en medio de aquel bosque... 

Allí estaba él.

El Bosque IlusorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora