Si pudiera matar todo este dolor, no sé si lo haría. Ya he aprendido a vivir con él, con los demonios en mi cabeza, que se niegan a callar, que me dicen lo que debo y no hacer, con mi despreciable vida y, sobretodo, con mi inútil yo. Solo si realmente me importase lo que pase alrededor mío, trataría de una vez por todas de morir. Pero estoy tan metida dentro de mi mente, tan acorralada y devastada que no puedo mirar más allá de mis pensamientos y mis pesadillas internas.
¿Cuándo fue el momento en que comencé a odiar la vida? ¿Desde cuándo las voces en mi cabeza me ordenan hacer actos suicidas? ¿Porque ya no rio como antes, sino que mi vida en la sociedad es una farsa? ¿Desde cuándo odio mi cuerpo, mi rostro y todo lo que yo misma soy?
Quisiera descubrir las respuestas a estas preguntas dentro de mí en un futuro, si es que tengo alguno. Si alguien pudiera recordarme como era yo antes, trataría de volver a serlo. Pero los demonios siguen ganando una batalla diaria en mi mente y cada día que pasa es una contante agonía.
La fortaleza no se mide por la fuerza muscular sino por cómo le ganas a esas voces.
Mis cicatrices parecen tatuajes: siempre marcaran mi piel y siempre me harán recordar el dolor de cómo se hicieron. Sé que ya parece ser tarde, que la batalla interna que estoy sufriendo la están por ganar ellos. También sé que va a ser difícil que alguien se acuerde de cómo era yo antes para poder ayudarme, ya que a nadie le importo. Parece que nadie a mí alrededor se da cuenta de cómo estoy sufriendo por dentro, que a nadie en realidad le importo. Lo peor no es que no se dan cuenta de que no estoy bien, sino que creen que mi vida es perfecta.
Fingimos estar bien, mientras que nuestros demonios internos nos comen el cerebro por dentro, dejando solo destrucción dentro de ti que crees canalizar con un cúter.
Pero espero que me prometas algo, lo único que voy a pedirte hoy y siempre: no te conviertas en alguien como yo.
