Capitulo ocho

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La operación de vigilancia de North End fue un desastre. Había habido, en efecto, una fiesta rave en el viejo y vacío edificio, pero los participantes eran sólo humanos. No había a la vista ni un renegado, ni ninguna señal de vampiros Darkhaven, ni tampoco ningún joven de la estirpe víctima de esa droga llamada carmesí. Tal vez deberían tomarse como un alivio que la ciudad estuviera tranquila durante unas horas, pero después de haber patrullado toda la noche sin éxito, Yesung estaba muy lejos de sentirse aliviado. Estaba frustrado, tenso y muy necesitado de alimento.
La cura para eso era bastante simple. Conocía una docena de lugares donde podría encontrar a alguna hembra voluntariosa con sabrosas venas y un par de cálidos y acogedores muslos. Después de llevar a Lee a su residencia del Refugio Oscuro, Yesung condujo hasta un club nocturno y aparcó el Porche junto al bordillo. Llamó al recinto desde su teléfono móvil y le hizo a Leeteuk un rápido resumen de los fiascos de la noche.

—Míralo por el lado bueno, Yesung. Has pasado siete horas enteras junto al agente Darkhaven sin matarlo —subrayó con picardía—. Es una cota impresionante. Aquí teníamos una apuesta acerca de cuánto iba a durar el tipo. Yo he apostado que diecinueve horas como máximo.

— ¿Ah, sí? —Yesung soltó una risita—. Apúntame a mí siete horas y media.

—Ha ido mal, ¿eh?

—Supongo que podía haber sido peor. Al menos Lee sabe obedecer órdenes, aunque parezca un tipo que prefiere estar al mando.

Yesung miró el retrovisor lateral del coche, distraído por una pálida hembra que exhibía una porción del vientre, vestida con un traje corto de cuero, y se acercaba al vehículo. Subida a unos tacones de plataforma, se dirigió hacia la ventana cerrada pavoneándose con una práctica que hacía ver que se trataba de una profesional. Cuando se inclinó, dejándole vislumbrar sus exuberantes pechos, con una sonrisa endurecida por la calle y los ojos ausentes por el efecto de la heroína, lo sacó de toda duda.

— ¿Buscas compañía, guapo? —soltó ella ante el vidrio oscurecido, incapaz de ver a quién se estaba ofreciendo y haciendo evidente que no le importaba, pues sólo se había fijado en la calidad de su vehículo.

Yesung la ignoró. Incluso un libertino que viviera el momento como él tenía sus exigencias. Apenas advirtió cómo la prostituta se encogía de hombros, desanimada, y se alejaba por la calle.

—Necesito que hagas una búsqueda para mí, Leeteuk.

—Claro —dijo él, al tiempo que se oía de fondo el ruido de un teclado dispuesto a ponerse en acción—. ¿Qué necesitas?

— ¿Puedes encontrar alguna especie de museo donde inauguran una exposición mañana por la noche? ¿Con una cena o algo así?

Leeteuk apenas tardó un segundo en dar una respuesta.

—Tengo un listado de páginas de sociedad para elegantes mecenas donde se anuncia una cena exposición en el Museo de Bellas Artes. Mañana por la noche a las siete y media.

Ese tenía que ser el acto del que estaban hablando ______ y su novio. Su cita.

No es que debiera preocuparle lo que hiciera esa mujer o con quién. No debería hacerle bullir la sangre pensar en otro hombre tocándola, besándola. Hundiéndose en el interior de su cuerpo.

Eso no debería registrarse en el contador que medía su furia, pero era imposible que no fuera así.

— ¿Qué pasa con el Museo de Bellas Artes? —Preguntó Leeteuk, interrumpiendo sus pensamientos—. ¿Tienes una pista sobre algo allí?

—No, no es nada de eso. Simple curiosidad.

— ¿De repente te interesas por el arte? —El guerrero se rio—. Dios santo, parece que unas pocas horas con Harvard te están causando una serie de efectos secundarios. Nunca te imaginé interesado por esas porquerías más propias de intelectuales.

Єl вєѕö cαямєѕíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora