CAPITULO NUEVE

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—Relájate, ______. —La mano de Henry vino a apoyarse sobre su región lumbar y su cabeza se inclinó para hablarle cerca del oído—. Por si no lo has notado, éste es un cóctel de recepción, no un funeral.

Lo cual era una buena cosa, pensó _____, echando un vistazo a su vestido de color granate. Aunque era sencillo y uno de sus favoritos, era la única que iba vestida de color en medio del mar de ropa negra. Se sentía fuera de lugar, demasiado llamativa.

No es que estuviera acostumbrada a pasar desapercibida entre las otras personas. Nunca le había ocurrido, ni siquiera cuando era niña. Siempre había sido... diferente. Siempre distinta al resto del mundo de manera que no acababa de entenderlo y había aprendido que era mejor no explorar. En lugar de eso, trataba de adaptarse —o fingía hacerlo—, como ahora, resistiendo en una sala llena de extraños. La ansiedad por huir de aquella aglomeración era muy fuerte.

En realidad, cada vez más y más, ___________ se sentía como si estuviera frente a una tormenta que se avecinara. Como si fuerzas invisibles se reunieran en torno a ella, empujándola hacia una cornisa. Pensó que si miraba a sus pies tal vez no encontraría bajo ellos más que un abismo. Un paso en falso y no habría nada ante su vista.

Se frotó la nuca, pues sentía una especie de dolor en los músculos cercanos a su oreja.

— ¿Estás bien? —le preguntó Henry—. Has estado callada toda la noche.

— ¿Ah, sí? Lo siento. No quería estarlo.

— ¿Lo estás pasando bien?

Ella asintió, forzando una sonrisa.

—Es una exposición extraordinaria, Henry. El programa dice que es para patrocinadores privados, ¿cómo conseguiste las invitaciones?

—Tengo algunos contactos en la ciudad. —Se encogió de hombros, luego se bebió el resto de su copa de cava de un trago—. Alguien me debía un favor. Y no es lo que estás pensando —dijo, con tono de reprimenda mientras le sacaba el vaso vacío de la mano—. Conozco al camarero, y él conoce a una de las chicas que trabajan en los eventos que organizan en el museo. Sabiendo lo mucho que disfrutas de la escultura, hace unos meses estuve tanteando para ver si me podía conseguir dos entradas extra para esta recepción.

— ¿Y el favor? —apuntó _____, con suspicacia. Ella sabía que Henry a menudo se mezclaba con gente cuestionable—. ¿Qué tuviste que hacer por ese tipo?

—Su coche estaba en el taller y yo le presté mi furgoneta una noche para una boda en la que tenía que trabajar. Eso es todo. Nada turbio. —Henry le dedicó una de sus sonrisas capaces de derretir—. Eh, te hice una promesa, ¿no?

_______ asintió débilmente.

—Hablando del bar, ¿qué tal si renuevo nuestras bebidas? ¿Otra agua mineral con lima para la dama?

—Sí, gracias.

Mientras Henry se desplazaba entre la multitud, _______ reanudó su examen de la colección de arte que se exponía alrededor del gran salón de baile. Había cientos de esculturas, en representación de miles de años de historia, todas colocadas dentro de altas vitrinas de plexiglás.

__________ se acercó a un grupo de mujeres rubias, bronceadas, pertenecientes a la alta sociedad y llenas de joyas que estaban bloqueando una vitrina de figuritas italianas color terracota, mientras charlaban acerca de la reciente aventura de no sé qué señora con un profesional del club de tenis que tenía menos de la mitad de su edad. _______ rondó por detrás de ellas, tratando sinceramente de no escuchar mientras intentaba mirar desde más cerca la elegante escultura de Cornacchini, Endimión durmiendo.

Єl вєѕö cαямєѕíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora