CAPÍTULO CATORCE

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Lee se alejó de la finca de la Orden, irritado por la frustración. Aquella noche no patrullaría. Todos los guerreros hacían misiones en solitario, dejando a Lee con varias horas de oscuridad por delante para matar el tiempo por su cuenta.

La muerte del amigo de Camden la pasada noche todavía lo carcomía, haciéndolo todavía más consciente de que el reloj avanzaría más rápido si conservaba alguna esperanza de devolver a su sobrino sano y salvo a casa. Lee condujo por algunas de las zonas en las que había patrullado con Yesung, tanto por los lugares conocidos como por los menos conocidos donde los humanos y los vampiros solían mezclarse.
Recorrió las calles y los astilleros en busca de Camden, de alguna señal de él o de alguno de sus amigos. Varias horas después todavía no había encontrado nada.

Estaba aparcado en el barrio chino, a punto de regresar al Refugio Oscuro, cuando vio a dos jóvenes de la estirpe y una pareja de mujeres humanas entrando a un portal sin numerar que estaba frente a él. Lee apagó el motor del Lexus y salió del vehículo. Mientras se acercaba al lugar donde había ido el grupo oyó música que procedía de algún lugar y llegaba hasta el nivel de la calle. Abrió la puerta y se deslizó en el interior.
Bajo un largo y apenas iluminado tramo de escaleras había otra puerta. Ésta tenía a un gorila humano parado junto a ella, pero Lee no tuvo problema en pasar junto al tipo poniéndole un billete de cien dólares en la mano.

El grave sonido de un bajo llenó la cabeza de Lee cuando entró al club lleno de gente. Había cuerpos agitándose en cualquier lugar donde miraba, la danza rebasaba la habitación en una masa gigante que se sacudía. Escudriñó la densa multitud mientras avanzaba hacia el interior, desde donde se proyectaban luces estroboscópicas azules y rojas que le molestaban en los ojos.
Se tropezó con una mujer bebida que estaba bailando con algunos amigos. Lee emitió una disculpa que probablemente ella no pudo oír por encima del estrépito. Con retraso, él se dio cuenta de que le había puesto las manos sobre el muslo, tratando de sostenerla para que no se cayera.

Ella le sonrió seductora, lamiéndose los labios, manchados de un rojo brillante por la piruleta que estaba chupando. Ella bailaba ahora más cerca de él, descaradamente sexual frotando su cuerpo contra el suyo. Lee contempló su boca, y luego la delgada línea blanca de su cuello.
Las venas de él comenzaron a zumbar, mientras una fiebre crecía en su sangre.

Debería marcharse. Si Camden se encontraba allí, las posibilidades de encontrarlo eran muy bajas. Demasiada gente, demasiado ruido.
La mujer le rodeó los hombros con las manos, deteniéndose frente a él, con sus muslos rozando los de él. La falda que llevaba era ridículamente corta, tan corta que cuando se volvió y apretó el trasero contra su ingle, Lee vio que no llevaba nada debajo.
Dios santo.
Realmente tenía que salir de allí...

Otro par de brazos lo rodearon por detrás, una de las amigas de la chica que había decidido jugar también. Una tercera se acercó y le dio a la primera un largo y húmedo beso. Las dos miraban a Lee mientras sus, lenguas resbalaban juntas como serpientes.
La p*olla se le puso inmediatamente dura dentro de los pantalones. La mujer que tenía detrás alargó la mano hacia bajo, acariciando el bulto todavía más duro gracias a sus hábiles y despiadados dedos. Lee cerró los ojos, sintiendo que la lujuria se enroscaba con otra hambre distinta, una que no había saciado hacía casi tanto tiempo como su urgencia sexual. Estaba hambriento, su cuerpo reclamaba tanto satisfacción como liberación.

Las dos mujeres lo besaron ahora a él, compartiendo su boca mientras la multitud alrededor de ellos seguía bailando, sin importarles que la exhibición carnal tuviera lugar allí mismo. No eran los únicos; Lee vio a más de una pareja ocupada, y a más de un vampiro de la estirpe que encontraba una huésped en medio de la sensualidad explícita del lugar.
Con un gruñido, Lee deslizó sus manos por debajo de la falda corta de la primera mujer. Arrugó la tela con rudeza, dejándola expuesta a su mirada hambrienta mientras su amiga le daba a él un caliente lametazo en el cuello.

Єl вєѕö cαямєѕíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora