Captó su atención la primera vez.
Deslizándose por las abandonadas aceras de la ciudad a tan altas horas de la madrugada sobre un penny de un anaranjado neón muy brillante. Sus castaños cabellos volaban a causa de la velocidad, dejando un dulce olor en su trayecto al pasar cerca a él, bajo el semáforo en el que tranquilamente estaba sentado. Aspiró con fuerza y una sonrisa se dibujó en sus labios. Balanceando sus piernas en el aire, tarareó una canción que en esos momentos parecía definirlo.
Lo deseaba.
La segunda vez se tomó el tiempo de estudiar bien todo el lugar, buscando puntos ciegos y rutas de escape, asegurándose de que no habría cazadores esa noche en la zona. Arremangó de manera cuidadosa su chaqueta, fijándose en el reflejo de los cristales del lugar. Aquel antro exclusivo se empezaba a llenar de personas que hacían colas esperando por tener un espacio en aquel lugar pero él desfiló de manera elegante en medio de las personas, mostrando una pequeña pulsera de plata a los encargados de seguridad que sin dudar apartaron los cintos y dejaron que pasara al recinto.
Caminó suavemente, subiendo las escaleras hasta la zona VIP del lugar, todos observaban su presencia de manera curiosa, otros de manera despectiva, nadie sabía de quién se trataba y tampoco importaba que se enteraran. Era un mínimo detalle en todo ello. Se situó en uno de los sillones de cuero con vista a la primera planta del lugar, cruzando las piernas de manera elegante y suspirando de manera impasible, a veces era cansado simular que tu pecho se movía a causa de las respiraciones.
Uno a uno vio a todas las personas ingresar en el lugar pero su presa parecía no hacer presencia en el local, empezaba a desesperarse, odiaba esperar. Tomó la copa que se encontraba a su lado, bebiendo de manera suave, no le gustaba el sabor de la sangre envasada pero era mejor a morir de hambre.
De pronto aquel olor lo llenó por completo, haciendo a sus sentidos ponerse alertas mientras enfocaba la mirada en la entrada, relamiendo el borde de la copa buscó con cuidado entre el mar de personas que se perdían entre las luces de color neón y el humo, los olores se mezclaban y perdían pero el no dejaba de seguir aquel fuerte rastro de tan dulce aroma. No lograba reconocerlo hasta que una blanca cabellera lo confundió. Su pequeño cervatillo, cómo llamaba a sus víctimas, era castaño o eso era lo que recordaba pero no podía equivocarse, el joven de blancos cabellos poseía su esencia favorita desde hace días. Tuvo que llamarse tonto de manera mental al darse cuenta que tan solo se había teñido sus oscuras hebras.
Mantuvo vigilado al precioso chico durante minutos, notando que venía acompañado de dos adolescentes de quizá su misma edad, viéndolos juguetear al lado de la barra mientras bebían latas de cerveza de manera calmada. Su mirada no se despegaba para nada del albino, sonriendo porque parecía que el chico no poseía instintos de supervivencia. De pronto sus músculos se tensaron al cruzar mirada con uno de los acompañantes de su presa, sonriendo de manera imperceptible mientras el joven de cabellos negros se inclinaba sobre el oído de su amigo, murmurando algo que adivinaba de antemano.
"El castaño de arriba está que te come con la mirada"
El de cabellos blancos sin una pizca de disimulo, levantó la mirada buscando la suya y encontrándola sin problemas, lo observó de manera fija, cómo queriendo transmitirle todas las sensaciones que recorrían sus muertas venas cada vez que lo veía, cada vez que lo olía. Aquellos grandes ojos intentaron leerlo pero se notaban confundidos antes de brillar con algo que reconocía muy bien. Lo había logrado, había caído en la trampa.
El joven le entregó su lata de cerveza a su compañero, quitándose la chamarra para dejar a la vista delgados brazos cubiertos con una camiseta blanca con algunas figuras de color negro. Un pantalón ceñido cubría sus largas piernas mientras caminaba con dirección a la escalera de acceso. Bastó un asentimiento para que el de seguridad dejara pasar a su bello cervatillo, viendo cómo subía cada escalón con una presencia imponente que incluso llamaba la atención de los demás presentes.
— Taeyong.
Simple y preciso. Aquello le gustó realmente. Observó cómo despeinaba sus cabellos con una sonrisa traviesa, aún de pie frente a él. Estiró la mano aún en silencio y el joven inocente lo tomó.
Mal movimiento cervatillo.
Con suavidad tiró de su delgado cuerpo, estrellándose contra el suyo y sin problemas lo sentó sobre sus piernas, sonriendo levemente al notar que el de blancos cabellos pesaba tanto cómo una pluma.
— Comenzamos así.
Se sorprendió ante sus palabras, complacido al notar que no escapa de sus brazos mientras se apoyaba contra su cuerpo y observaba hacía la zona donde seguían esperando sus amigos. No pudo evitar sonreír al escuchar la suave carcajada del contrario, buscando la razón de sus risas notó cómo sus par de amigos lo veían con la boca abierta, sorprendidos por lo acontecido en esos minutos.
— No hablas mucho.
No respondió tal comentario porque sus labios se situaron frente a los ajenos, rozando de manera provocativa y sin previo aviso, estrellándolos sin permiso. No fue negado, dulces cerezos encajaron contra los suyos, entreabiertos para crear lentos movimientos, sonriendo de manera victoriosa al delinear su sinhueso en la línea divisoria de unos labios tan dulces, tan adictivos y que contenían aquel olor que lo había mantenido alerta varios días. Sintió la presión de cortos dedos enredados en los cortos cabellos de su nuca, por lo que su mano se deslizó por sobre la camiseta ajena, apretando sobre su cintura y dando cuenta de lo realmente delgado que era el joven.
Los rosados labios se separaron de los suyos, jadeando en busca de aire pero el no se detuvo a perder tiempo, bajando en cortos y delicados besos por su mandíbula, creando un invisible camino de húmedos besos y succiones en tan suave y delicioso cuello. El cervatillo tan solo ladeó el rostro, dándole más acceso mientras tiraba de manera inconsciente sus cabellos, pudiendo escuchar su pulso acelerado, su respiración agitada y su corazón desbocado.
Realmente fue un mal movimiento, cervatillo.
Aquel pensamiento fue el que pasó por su cabeza mientras sus colmillos hacían presencia y sin problemas se hundían en tan suave y deliciosa piel, robando tan fina y adictiva esencia que lo estaban provocando desde hacía tres días. Obteniendo su deseo.
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No sé que acabo de hacer. Perdonen a esta escritora compulsiva. Jae y Tae son tan shippeables que se me hace imposible. Espero puedan seguir esta historia si les llama la atención.