Capítulo 1

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Era una fría y nevada mañana de Noviembre, una gruesa capa blanca cubría las casas del vecindario. La bandera de la embajada de Sri Lanka ondeaba bruscamente por el viento. Mientras tanto, un joven de 13 años caminaba por las cuadriculadas calles rumbo a casa de su mejor amigo. Se paró en el portal y llamó a la puerta, que se abrió tras unos segundos.
- Hola, Nick
- Hola, señora Jones
- Vamos, Nick. Te he dicho que me digas Marta
-Lo siento, no es fácil
-Ya te acostumbrarás. ¿Y cómo estás?- Dijo la mujer de pelo castaño oscuro sin percatarse que su invitado estaba tiritando del frío.
-Muy bien ¿Y usted?
-También muy bien, hemos estado cocinando un pollo que mi marido consiguió en... Ah! Lo siento, Nick. Pasa, pasa- Dijo dándose cuenta al fin. -Muchas gracias, hace frío- Respondió Nick con una sonrisa tímida mientras pasaba.
Pero tímido no era un buen adjetivo para describir a Nicholas Towers. Él era todo lo contrario: Decía lo que pensaba y hacía respetar su punto de vista, crítico al tomar decisiones y no se lo pensaba dos veces cuando había una oportunidad de conocer a una persona nueva. Cada persona era un mundo diferente que a él le gustaba explorar.
La sala era grande. Nick amaba el calor que producía la chimenea de los Jones, y ese olor a leña lo hacía sentir relajado y tranquilo.
-Tom está arriba, sigue- Dijo la señora Jones despertándolo repentinamente de su ensimismamiento.
-¿Qué? Ah, sí claro
Nicholas subió las escaleras de madera hasta encontrarse de frente con la puerta de la habitación del menor de los Jones.
-¡Tom!
-¡Pasa hombre!
Al entrar no se sorprendió por el gran desorden de toda la habitación. Era algo de su amigo que lo caracterizaba desde pequeño, al igual que su siempre desorganizado cabello rubio. Estaba sentado en la cama con los audífonos puestos y dibujando en hojas blancas algo que parecía un elfo armado con arco y flecha.
-¿Que onda, Nick?
-Hola, Tom-Respondió el otro sentándose al lado de él como si estuviera en su casa.
-¿No deberías estar en clase de Alemán?
-No, la cancelaron por la nevada de ayer
-Vaya, pues es que fue muy inesperada
-Sí, nadie la predijo, qué raro
-¡Pero bueno! Mejor para nosotros. ¡Más tiempo libre!
Al decir esto se levantó de un salto de la cama. Se dirigió hacia su consola de videojuegos colocada ordenadamente en una mesa bajo su televisor y le lanzó uno de los controles a Nick con un rápido movimiento.
-Ten- Dijo Thomas -Intenta matar más zombies que yo.
Pero Nick no quiso dejar pasar el tema tan fácil. Era extraño ese cambio tan repentino. Y él era una persona que siempre intentaba buscar una explicación lógica para todo; todo tiene una razón de ser. Y algo más que casualidad debía ser aquella anomalía.
Pasaron gran parte del día jugando y charlando. Incluso Nick almorzó en casa de los Jones unas exquisitas costillas de cerdo (uno de sus platos favoritos), ya que el señor Jones quemó el pollo que estaba cocinando por estar viendo un partido de badminton de su equipo favorito.
A las cinco de la tarde Nick se despidió de su amigo y su madre y salió despreocupadamente hacia su casa. Ya no había sol y empezaba a oscurecerse temprano logicamente por la temporada. Caminó unas cuantas cuadras, su cabeza pensando en múltiples cosas, sin importancia. Llegó al parque del vecindario, y en vez de rodearlo como siempre para ir a su casa, decidió adentrarse un rato en él sin ningún motivo específico.
Se sentó en un banco y estuvo observando el panorama. El parque se veía muy distinto a lo habitual en Noviembre, ya que tal gruesa capa de nieve solo se podía encontrar a mitades del último mes. Ya no se notaba el verde del césped y los troncos de los árboles eran húmedos y oscuros. La fuente que se encontraba en medio del parque era imponente y bonita (que hacía alusión a Hermes el Dios griego mensajero), aunque ya casi no se distinguía su figura por el irregular manto blanco.
Poco a poco se iba quedando vacío el espacio. Los niños ya entraban a sus casas a cenar y dejaban las bolas de nieve que habían hecho guardadas bajo una banca reservándolos para la próxima guerra del domingo. De repente Nick percató de que un mendigo de un enmarañado pelo gris llegaba y se acomodaba con cajas bajo un árbol.
-¡Eh, Antonio!- Gritó el muchacho
El mendigo, de ropas gastadas y un improvisado gorro de papel periódico y una bolsa de basura, se volvió al escuchar su nombre.
-¿Quién anda ahí?-El joven le hizo señas con la mano- ¡Nick! ¡Vaya qué grata sorpresa! No creí que estuvieras aquí con este clima
-¿Qué tal el día, Antonio?
-Pues no lo sé, no he comido mucho, pero han habido días peores
-Mira- dijo Nick sacando de su bolsillo un gorro nuevo- Te he comprado esto el otro día. Es justo para ti.
Los ojos de el señor de aproximadamente 65 años (ni él mismo lo sabía con exactitud) se abtieron de una feliz sorpresa y agradecimiento. Le entregó el gorro para invierno, de lana roja y suave.
-Lo compré especialmente- dijo mostrándole la ardilla café plasmada en el gorro
-¡Vaya! ¡Ardillas!-Exclamó y envolvió a Nick en un brusco pero caluroso abrazo- Muchas gracias Nick. Siempre eres tan especial
Se notaba la felicidad del hombre tras su barba grisácea. Nick lo conocía desde hace un par de años, y ya había ido a comer a su casa algunas veces. Por lo tanto conocía su gran adicción a las ardillas, a quienes cuidaba como sus hermanas. Era un buen hombre. Fue un gran negociante y hasta dueño de una gran compañía, según contaba. Aunque no le gustaba dar muchos detalles de cómo terminó en la calle y no pudo volver a conseguir un trabajo.
-Bueno. Adiós, Antonio. Mi madre debe estar preocupada
-Oh, sí claro Nick. Salúdala de mi parte
-Eso haré-Dijo Nick, ya alejándose
Mientras salía del parque escuchó que Antonio gritaba "¡Ardillaaaaas! ¡Wooohooo! ¡Mira mi nuevo gorro Jerry, es igual a ti!". Nick puso los ojos en blanco y sonrió. Ese tipo estaba loco.

Iba camino a su casa, cuando repentinamente escuchó un fuerte gruñido. No parecía un perro, ni algun otro animal conocido. Nick se volvió a ver, con gran curiosidad. Atisbó que algo se movía en los arbustos y sintió un repentino escalofrío. Disinguió unos blancos ojos entre los matorrales, que se clavaron en él y se mantuvo la mirada firme por unos segundos. La criatura repentinamente salió disparada como el viento, como olvidando que alguien lo vigilaba. Nicholas notó el trayecto que seguía el animal por los movimientos de las ramas bajas de los arbustos, pero el rastro en algun momento desapareció, junto con la criatura. El joven intentó volver a ver a la criatura en donde se detuvo el rastro. Impulsado por una curiosidad alarmante y peligrosa, se acercó sigilosamente a los matorrales donde había parado el rastro. Se agachó y divisó a su alrededor. Nada.
Fueron entre tres y cuatro segundos al momento repentino en que pasó. Un alarido espeluznante de una mujer se esparció con eco por las cuadras del vecindario. Un grito agudo de horror, proveniente de una de las casas cercanas.
Nick, casí como de manera involuntaria, se paró de golpe y echó a correr. Corrió y corrió sin rumbo, impactado por aquel susto. Corrió escapando de alguien, o de algo, pero no sabía que ese algo, era la realidad. Y nadie, puede escaparle a la realidad.

Desastres MisteriososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora