Carta

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Escribo esta carta con rapidez, pues aquello que me ha perseguido durante años ha de cobrar venganza esta noche

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Escribo esta carta con rapidez, pues aquello que me ha perseguido durante años ha de cobrar venganza esta noche.

Todo comenzó la noche del 4 de septiembre de 2002, tenía tan solo 22 años cuando sucedió el primer accidente. O al menos así quería llamarlo. Salía del trabajo y me dirigía a casa de mis padres, cuando algo se apoderó de mí, ¡lo juro! Algo tomó mi cuerpo, aquello se fue expandiendo de adentro hacia fuera, algo me quemaba, pero no podía hacer nada. De inmediato perdí total control sobre mi cuerpo. Lo que pasó después no lo recuerdo con claridad, no sé cómo lo hice, pero asesiné a una persona, es de lo único que estoy consciente. Intenté evitarlo con todas mis fuerzas, pero mi cuerpo seguía sin responder. La maté sin piedad, pero no era yo, era esa cosa que me controlaba.


Años después, cuando creí olvidar aquél incidente eso volvió a mi cuerpo. De nuevo el ardor que se desplazaba poco a poco por todo mi cuerpo, de nuevo el horror de no poder controlar mi cuerpo, otra muerte sangrienta provocada por mis manos, por aquellas manos que no estaban en mi control esa noche.


Traté de olvidar todo, pero terrores nocturnos me acompañaban.


Hasta que ocurrió de nuevo.


Fue tres años después.


Otra muerte...


La diferencia radicó en que esta vez sentí placer, al desgarrar aquella víctima, al escuchar esos chillidos de agonía, ¡al arrancarle la vida, sentí una excitación como nunca antes! ¡No sentí horror, ni vergüenza, maldito yo que solo sentí placer en aquel momento!


Me resigné a que aquella cosa —fuera lo que fuera— regresaría, y así fue.
Regresó en 2011, cuando yo ya tenía 31 años y una hija hermosa de dos añitos.
Que yo asesiné, todo por ese calor abrasante que me recorría. Todo por eso, ¡maté a mi bebé! Nadie nunca se enteraba de mis crímenes, y no podía decidir si eso era bueno o malo, hasta esa noche.


Porque cuando terminé con la pequeña Lucy —oh, mi pequeña nena—, un grito ensordecedor me aturdió por un momento, era Isabella, la madre de mi pequeña nena.
Juro que le imploré con la mirada a Isabella para que se marchara, pero no lo hizo; la muy idiota incluso intentó golpearme. Oh, pobre de ella. Aún siento pena cuando la recuerdo.

No logró dejar siquiera un rasguño en mi cuerpo, cuerpo que yo no controlaba cuando ella murió, murió de inmediato, al menos no sufrió demasiado, no como las otras víctimas.


Cuando el cuerpo de nuevo me perteneció, sufrí mucho, pasé un largo tiempo en desdicha, tres años de luto hasta que esa cosa apareció. Maté a 6 personas y sí, lo disfruté. Después de superar a Isabella y Lucy todo cambió. Ya no había ninguna pequeña esperanza para mí.


Eso creía.


Hasta que me enamoré de nuevo, han pasado años desde el último incidente y creí que aquello jamás volvería a atormentarme. Que aquel calor infernal nunca se apoderaría de mí nuevamente, eso creí...

No ha sido así, esa cosa está llegando, siento aquel viejo calor recorrer mi cuerpo nuevamente, pero me he adelantado a ese maldito, ya he matado a Grecia y a todos los que he conocido. Ese ardor infernal no volverá a quitarme nada, ¡eso es seguro! Por ello he escrito esta nota, debo compartir con alguien mi culpa, aunque sea desde mi tumba.


El monstruo de la ventana (CUENTOS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora