Blood Art

Prólogo.

Rose inicia la conversación con Amy de una manera no muy común.

— ¡Ya! ¡Lo hice!
— ¿Qué hiciste? Rose
— Ya lo tengo, ya sé que le haré— Le dice mientras se frota las manos de una manera extraña, no como típico villano, solo de manera extraña— Lo he planeado todo, muy detalladamente, pienso, pienso hacerle... hacerle muchas cosas, no le cortaré, le desgarrare, haré q-que sufra y pagué, porque lo mere...
— Pero... Debemo...
—...Merece, debe llenarse el lienzo.
— Hace días que...
— ¡Me vaciaré en...!
Rose estaba ignorando por completo a Amy, cuando ella interrumpe un poco enojada:
— Pero, pero, hace días que no pintabas ¿Por qué te tardaste tanto en éste? ¿Qué tiene de especial?
Entonces Rose la mira y aprieta los dientes mientras cierra los ojos, luego levanta la mirada y da un profundo suspiro, para calmarse momentáneamente para pensar y responder cuerdamente como normalmente lo hace.
— Pues, no lo sé, su manera de hacer las cosas y la forma en la que mira a la gente, haciéndolo todo tan perfecto... Creo es la pintura más indicada para mi obra maestra, nadie merece más ese lugar, siento tanta pasión por ello.
— Pero yo soy Amy, creo debía planearlo yo.
— Este caso me ha atraído muchísimo desde el principio, quería hacerlo yo, sé que debí pedirlo, pero después de oírme no podrás negarte.
— Bueno... Está bien, no es para tanto, pero... No te descontroles, y por favor hazlo en lo planeado, no queremos que se repita lo de la vez anterior.
—...
— Por la sangre, Kaol casi nos atrapa, es muy bueno en eso.
— ¡Hay que matar a ese maldito!
— Pero aún no podemos, creo que sería muy sospechoso apenas ha descubierto 7 asesinatos y que él muera no dejaría duda de que nosotras somos las creadoras de todas esas bellas obras de arte.
— Quiero ver su sangre derramada... ¡Lo antes posible!

Amy solo presenciaba la pérdida de control y cordura como si a un loco se le acaba el sedante y despertara la consciencia que mataría a un bebe por un dulce aunque no fuera nada necesario.

Amy había sido la mente la maestra que planeo todos los asesinatos exceptuando el próximo, Rose se tomó la molestia de encargarse de ello por alguno de sus extraños principios, a pesar de haber completado demasiados asesinatos sin ser descubiertas aún, ni aunque le apuntaran con un arma y le ordenaran que entre al ropero de su difunta hermana, prefería morir, ella sabía que había ahí, pero Rose era la que había colocado todo dentro, todas sus obras de arte estaban ahí guardadas...

Amy cada vez comprendía menos lo que quería ya que deseaba arrancarle la vida a alguien también, pero ella no era como Rose, que ignora cualquier otro resultado que no sea lo planeado, que hace las cosas tan segura de que nadie gritara o que alguien escuche sollozar a la afortunada, por eso Rose siempre era la pintora, la artista, la que agarraba el cuchillo como pincel y da dulces y fuertes pinceladas velozmente.

Rose siempre visitaba a Amy, la mayoría de veces cuando todos estaban dormidos, Amy sabía que a las 4:00 de la madrugada tocarían la puerta y sería ella con una gran sonrisa y ganas de abrazar a Amy, juntas salían en la noche del colegio a que Rose le cuente su historia. Rose vive en la casa Riverson en la calle 20, aquella que está muy cerca de la montaña, aunque le gustaba la idea de que Amy fuera su casa, según Rose decía, pero nunca le había invitado y cuando Amy preguntaba discretamente Rose insistía que la vigilaban mucho, algo que no tenía sentido ya que en la noche salía sin problemas a menos que el responsable de Rose fuera un loco, como ella, pero a pesar de eso Amy no decía ni una palabra.

— ¿Ya está todo? ¿Verdad?
— Obvio, ¿Crees que tardaría tanto plantándolo?
— Creo que no, ya esperaba que estuvieras lista.
— Lo haremos mañana y prepárate, no quiero que empieces de sentimental y nena ¿Entiendes?
— Okey, creo que no tenías que ser tan dura.
— ¿Con el muerto... —Amy hace una cara como si rasguñaran una pizarra de las viejas —...o contigo?
— Con nadie, ya olvídalo.
— Está bien.
Rose terminó sonriendo de una manera extraña.