Calitulo 8

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¡Dios, cómo duele!
Willow hace una mueca de dolor al quitarse el vendaje de Guy de un tirón. Nunca deja de sorprenderle que, a pesar de sus sesiones con la cuchilla, haya pequeñas cosas que sigan causándole dolor.
Está claro, el escozor de la tirita no es nada en comparación con el pinchazo de la cuchilla. Es solamente una pequeña irritación, no es suficiente para darle lo que ella necesita.
Willow examina la herida con actitud crítica. Le sorprende el aspecto inocente de esta herida en comparación con otras de sus laceraciones. Tiene el aspecto de un corte normal que cualquiera podría hacerse a lo largo del día. El resto de heridas que le marcan el brazo no tiene, ni por asomo, este aspecto tan saludable.
Es evidente que Guy sabe un par de cosas sobre cómo hacer curas.
-Willow. -Cathy la llama desde el piso de abajo-. Será mejor que te des prisa o llegarás tarde al instituto.
Sí, sí.
Willow coge su mochila y empieza a bajar la escalera. Oye a David trasteando en la cocina y los dulces gorjeos de Isabelle mientras Cathy le da de comer. Se sienta en el tercer escalón para oír mejor.
Todo parece normal, todo está bien. Así es como las cosas deberían ser: una familia normal preparándose para afrontar un nuevo día.
Willow no soporta unirse a ellos porque sabe que, en el preciso instante en que ella entra en la cocina, esa ilusión desaparece. Su presencia les recuerda que no son una familia normal con sus problemas del día a día. Son una familia diferente, una familia rota.
Sigue sentada en la escalera, retrasando todo lo que puede el momento.
-¡Willow! -Ahora la voz de Cathy suena irritada.
Willow se levanta de un salto. Sabe que Cathy tiene mil cosas que hacer -dar de comer a Isabelle, prepararse para ir al trabajo-, y lo último que desea Willow es hacerle la vida más difícil.
-Buenos días.
David levanta la mirada al oírle entrar en la cocina.
-Buenos días -murmura Willow. Mientras se prepara los cereales con leche no aparta los ojos de su hermano. Como de costumbre, está rodeado de libros. Se pregunta qué estará leyendo, pero la experiencia de ayer sigue viva en su memoria. Está claro que hablar con David de libros ya no es una opción.
-¿Cómo va el tema ese en el que estabas trabajando? -le pregunta Cathy mientras limpia la boca a Isabelle con una servilleta.
Obviamente, Cathy no tiene problemas para hablar con David.
-¿Va como esperabas? -continúa entre sorbo y sorbo de café.
-Mmm, es difícil de decir. -David cierra el libro que está leyendo con un suspiro-. Tengo que echarle una ojeada a otra fuente de información antes de seguir. Por desgracia, encontrar algunos de los libros que necesito está resultando simplemente imposible, ya que llevan mucho tiempo descatalogados.
-¿Y en la biblioteca? -Cathy vuelve a estar centrada en Isabelle. Willow se da cuenta de que la está escuchando a medias, pero ella misma, Willow, no pierde una aunque se mantenga apoyada en la encimera como si estuviera concentrada en los cereales. -Tienen casi todo lo que busco menos un libro en particular que necesito ahora mismo -dice David disgustado-. Me han dicho que el préstamo interbibliotecario tardará semanas.
-Seguro que lo puedes encontrar por internet -le contesta Cathy.
Desata el babero que lleva Isabelle y la coge en brazos.
-No te creas -niega David con la cabeza-. La mayoría de webs que trabajan con libros descatalogados no tienen este tipo de información.
Willow está segura de que ella podría encontrar cualquiera que sea el libro que su hermano está buscando. Pasando de internet. La manera más fácil es ir al centro, a su librería favorita. La misma sobre la que estuvieron hablando con Guy. La que le enseñó su padre hace años, cuando él aún estaba en primaria. Allí tienen todo lo que existe, esté o no descatalogado.
¿Es posible que David haya olvidado ese lugar?
¡Pues claro que no lo ha olvidado!
Willow sabe por qué no va allí. Seguramente es demasiado doloroso, levantaría demasiados recuerdos. Sus acciones no tolo Les han privado de sus padres. Prácticamente todo lo que envuelve su día a día ha cambiado por su culpa. Ahora, una simple visita a la librería es algo imposible para David.
-Tengo que prepararme -dice Cathy-. Perdona, Willow. -Deja su taza de café y los platos de Isabelle en el fregadero, y se dirige a la puerta de la cocina con la niña en brazos-. ¿No tienes clase está mañana? -Se para un momento para darle un beso a David-. ¿No deberías ir yendo?
-Tienes razón. -David echa atrás la silla-. Será mejor que me dé prisa.
-¿Y tú, Willow? -Cathy se vuelva hacia ella-. ¿Trabajas esta tarde o llegarás pronto a casa?
-Trabajo -dice Willow. Se aparta de en medio para que David pueda dejar los platos en el fregadero. Espera a que David deje su pila de libros y apuntes sobre la mesa de la cocina mientras se va a afeitar o a hacer lo que sea.
-Nos vemos en la cena, entonces -le dice Cathy con una sonrisa.
-Hasta luego -le dice David de espaldas. Sale de la cocina detrás de Cathy.
Willow deja su bol de cereales y se acerca a hurtadillas a la mesa. Si tiene suerte, el bloc de notas en el que David ha estado escribiendo todo el rato le podrá dar alguna pista de lo que su hermano está buscando.
Mira por encima del hombro. Lo último que quiere es que David venga y la pille husmeando en sus asuntos, pero parece que no hay moros en la costa, y coge el bloc. Hay un montón de cosas apuntadas, y no solo eso, además la letra de David es ilegible. Aun así, Willow se pone a pasar las páginas, para ver si es capaz de sacar algo en claro. ¿Qué es esto?
Parece una lista de obras de referencia. David ha apuntado abajo los títulos de varios artículos con algunas anotaciones, su disponibilidad. Uno de ellos está subrayado con fuerza en rojo. Willow está convencida de que ha dado en el clavo.
¿Un estudio sobre los orígenes sociales de la religión griega? ¿Publicado en 1927? Pues parece que esto es lo que está buscando.
Si ir a la librería resulta demasiado doloroso para David, entonces Willow lo hará por él. Por supuesto, a ella también le resultará difícil, pero no le importa. Desea tanto poder hacer algo por David que se atrevería casi con cualquier cosa. Y al menos esto tendrá un significado para él. A diferencia de sus anteriores intentos de animarle, ahora ha encontrado algo que él quiere de verdad y necesita.
Si se salta la última clase tendrá tiempo de bajar hasta allí antes de fichar en la biblioteca. No es que saltarse clases sea la mejor idea del mundo, pero últimamente el instituto no ocupa un lugar muy alto en su lista de prioridades.
Willow sonríe mientras arranca una página del bloc y escribe la referencia. No sabe muy bien cómo lo hará para darle el libro, pero no se puede imaginar que no vaya a estar contento.
Por fin, algo que puede hacer por su hermano.
-Oh, ¿Willow?
Y ahora, ¿qué?
Willow se para en seco. Ha salido pitando de la clase de francés en cuanto ha sonado el timbre, algo inusual en ella, pero es que se muere de ganas de ir en busca del libro de David.
-¿Sí? -Willow se vuelve lentamente. Mira a la señora Benson con detenimiento intentando imaginar qué es lo que quiere. ¿No será que sospecha que Willow va a saltarse la siguiente clase? ¿O que Willow se corta?
-Te has ido de clase tan rápido -dice la señora Benson. Su voz es agradable pero su expresión es más bien seria-, que no he tenido tiempo de darte esto.-Le da el control que hicieron la semana pasada.
¿Eso es todo?
Willow se siente aliviada hasta que mira el control con más atención. No se lo puede creer. Simplemente, no se lo puede creer. Justo cuando había encontrado la manera de ayudar a David...
-No es nada de lo que debas preocuparte, estamos a principio de semestre y tienes aún tiempo de mejorar la nota. Sin embargo, la normativa de la escuela dice que cuando un alumno suspende un control, este debe ser firmado por uno de los... -La señora Benson no termina la frase. Es evidente que se siente mucho más incómoda que Willow-. Debe ser firmado -dice un momento después-. Solo quiero que sepas que esto no tiene por qué afectar tu nota final. Hay un montón de trabajos extra que podemos pensar para solucionar las cosas. Si me pudieras traer esto firmado mañana sería genial. El viernes como muy tarde, ¿vale?
-Claro -dice Willow, aunque es incapaz de mirar a su cara. No puede apartar la mirada del papel que tiene en la mano, de la «F» escrita en rojo arriba de todo.
No es por haber suspendido el examen -que ya es malo, pues nunca antes había suspendido uno-, sino que es más bien por haberle fallado a su hermano. La idea de enseñárselo a David, de presentarle una prueba más de que la está cagando resulta insoportable. No puede darle otra preocupación, volverle a recordar que él es ahora el padre. ¿Qué sentido tiene encontrar el libro si va a tener que enseñarle esto al mismo tiempo?
Le va a tocar hacer una pequeña falsificación. Es extraño que le dé reparo cometer una falta tan leve.
Después de todo, un pequeño juego de manos no es nada en comparación con un asesinato.
-Te lo traeré -afirma-, mañana, sin problemas.
-Perfecto-dice la señora Benson antes de desaparecer entre la multitud de estudiantes que invaden el pasillo.
Willow sale rápidamente del instituto a la calle. Lo más probable es que la manera más rápida de llegar a la librería sea a pie y camina hacia el centro tan rápido como sus piernas se lo permiten.
Está tan abstraída pensando en su objetivo que apenas se da cuenta de que hay más gente en la calle. Willow atraviesa la calle en zigzag evitando a la gente cuando puede, aunque la mayoría de veces choca con alguien. Pero no le importa, siempre que... -Podrías disculparte, ¿no? -Una voz indignada interrumpe sus pensamientos-. Oh, eh, Willow, ¿verdad? -Chloe se calma un poco al reconocer a Willow-. ¿Adónde vas con tanta prisa?
-Lo siento mucho -dice Willow casi sin aliento-. Es que... Tengo que ir al centro, no me estaba fijando por dónde iba. -Mira a Chloe y a Laurie.
-Nosotras también íbamos hacia allí -dice Laurie entre sorbo y sorbo de café helado-. De compras -susurra, como si fuera un secreto-. Hay un par de zapaterías interesantes en el centro.
-¿Zapaterías? -Willow mira a Laurie confundida. Jamás la hubiera tomado por el tipo de estudiante que se salta una clase para ir a comprar zapatos-. ¿No tenéis clase? -Tenemos una hora para estudiar tres veces por semana al final del día. Teóricamente estamos en la biblioteca, pero les da igual si nos vamos -explica Laurie.
-Nos pasamos todo el año pasado intentando planear una manera de conseguirlo - añade Chloe con una carcajada.
Privilegios de los mayores. -Laurie se encoge de hombros-. ¿Quieres venir con nosotras?
-Sí... o sea, no. -Willow niega con la cabeza-. Quiero decir, voy hacia el centro, pero no tengo tiempo de ir de compras.
-Bueno, acompáñanos de camino -insiste Laurie.
-Vale -dice Willow con un poco de reticencia.
Ahora mismo se siente más cómoda con ellas de lo que se hubiera sentido hace una semana. Ya no le preocupa meter la pata cuando habla. El rato que pasó en el parque con ellas le ha hecho sentir que puede estar con gente sin quedar como una tonta. Pero quiere estar sola. Necesita pensar en cómo lo va a hacer para falsificar la firma de su hermano. Necesita pensar en cómo va a encontrar el libro. Aunque desearía poder hacerlo, no puede pensar en zapatos.
¿No será demasiado evidente que ha falsificado la firma de su hermano? ¿No le saldrá letra de chica?
A lo mejor debería calcarla...
-Bueno, Chloe y yo queremos saber qué hay entre tú y Guy.
Tiene que haber alguna factura o algún papel con su firma por casa. Solo tengo...
-¿Perdona? -Tarda un segundo en darse cuenta de que Laurie le ha hecho una pregunta, y tarda un poco más en darse cuenta de cuál es la pregunta.
-Perdona. -Es evidente que Laurie ha interpretado la confusión de Willow como vergüenza.
-Oh, no le hagas ni caso -le dice Chloe a Willow-. Lo tiene que saber todo el mundo. Ni le contestes, solo la animarías a que preguntara más.
-Yo no tengo que saberlo todo -protesta Laurie-. Me lo estaba preguntando, nada más. Simplemente me da la impresión de que entre vosotros dos pasa algo. -Hace una pausa y mira a Willow.
No tienes ni idea...
-Bueno, de todos modos, me interesan más los zapatos -dice Laurie-. Espero que aún estén en la tienda aquel par rojo que estaba rebajado la semana pasada.
-¿Los que estaban a mitad de precio? ¿De tacón bajo? Tendrás suerte si los encuentras.
Chloe y Laurie se enzarzan en una discusión sobre la altura de los tacones. Willow asiente como si estuviera siguiendo la conversación, pero no puede parar de pensar en el examen que ha suspendido.
¿Cómo puedo calcar la firma? El papel es tan grueso... ¿se verá a través?
Sin pensarlo, Willow saca el control de su bolsa y lo mantiene en alto para ver lo opaco que es.
-¿Estás de acuerdo, Willow? ¿No crees que los zapatos de tacón de aguja de piel de cocodrilo son un poco monjiles para ir al instituto?
-¿Eh? -Willow ni siquiera finge estar enterándose.
-¡Sabía que la iba a pillar con eso! -Laurie sonríe a Chloe-. ¡Estás totalmente en tu mundo! -Le quita a Willow el papel de las manos-. Venga, ¿qué puede ser más interesan-te que los zapatos? ¡Oh! -Mira a Willow con cara compungida y, por un momento, Willow no puede reprimir una sonrisa. Está muy claro que para Laurie nada puede ser peor que una mala nota-. Lo siento -agrega Laurie un segundo después-. No debería habértelo cogido. -Le devuelve el papel a Willow.
-No pasa nada. -Willow se encoge de hombros. Que Laurie y Chloe sepan que ha suspendido le da bastante igual a estas alturas.
-¿Sabes? -dice Chloe-. No te costará recuperarlo. Ben-son siempre está dispuesta a aceptar trabajos extra y cosas de estas. Si haces bien el resto de controles del semestre es muy posible que ni tenga este en cuenta.
-Tiene toda la razón. -Laurie afirma enseguida-. Yo le hice algún trabajo el año pasado para subir nota.
-No es tanto eso -dice Willow-. Lo que me preocupa es más bien que mi hermano lo tenga que firmar. -Se sorprende de oírse a sí misma explicándoles una confidencia. -Claro -asiente Laurie lentamente; la escucha con atención pero está un poco confundida. Y Willow sabe que, aunque Laurie es de lo más comprensiva con el tema de las notas, no entiende nada de las cuestiones importantes que hay detrás.
-¡Me refiero a que esas son cosas que los padres deberían hacer! Pero es que ahora él es quien tiene que encargarse de eso -explota Willow con frustración.
-¡Oh! -Laurie hace una pequeña pausa-. Es terrible lo de tus padres -dice en voz baja-, pero al menos tu hermano está dispuesto a hacer ese tipo de cosas. Yo no me puedo imaginar que el mío reaccionara así. O sea, que es todo un detalle, ¿no crees? Un detalle.
Laurie es maja, de verdad. Está dispuesta a incluir a Willow en cualquier cosa que haga, está dispuesta a pasar por alto comentarios estúpidos sobre gatos, a sentirse fatal por un suspenso e incluso, a diferencia de mucha gente, a sentir compasión por la situación de Willow.
Pero está claro que, con lo amable que es, con lo considerada que es, para algunas cosas no tiene ni puñetera idea.
-Sí -contesta Willow mecánicamente. Se para en la puerta de la librería-. Supongo que es todo un detalle.
-Tengo que entrar aquí -dice después de una incómoda pausa-. Necesito un libro -añade innecesariamente.
-Claro -dice Chloe en tono de aprobación-. Cuando acabes, si te apetece, vente con nosotras. Estaremos en la acera de enfrente, dos calles más abajo. -Señala hacia unas tiendas que hay a cierta distancia-. Hay varias zapaterías en esa dirección. -Vale. -Willow esboza una sonrisa-. Buena suerte con los zapatos, Laurie. Te quedarán bien con el pelo. Cuando te lo tiñas, quiero decir.
-Gracias. -Laurie le devuelve la sonrisa-. Mañana llevaré al instituto lo que me compre.
Willow las mira mientras se alejan y se vuelve hacia la puerta de la librería.
Es como si hubiera un muro de cristal entre ella y la entrada.
Así de duro es para ella cruzar la distancia que la separa de la puerta. Por supuesto, Willow ya sabía que venir aquí iba a ser difícil, pero había pensado que sería capaz dominar la situación. Ya que iba a hacer algo por David, había imaginado que podría con lo que fuera.
Pero no había contado con la posibilidad de que el propio lugar resultara tan abrumador. Todas las veces que había estado aquí, todas y cada una de ellas, había sido en compañía de sus padres.
Willow se queda quieta observando a la gente que entra y sale de la tienda. Imagina que se acerca a uno de ellos, a ese tilico tan mono que ahora viene por ahí, por ejemplo, y le pide que le coja del brazo y le acompañe como si fuera una señora mayor que necesita ayuda para cruzar la calle. ¿La miraría como si estuviera loca? Y, aunque hiciera lo que ella le pide, ¿sería suficiente?
Por un segundo Willow considera la posibilidad de abandonar todo su proyecto, correr detrás de Chloe y Laurie y ver si las puede ayudar a encontrar los zapatos rojos de tacón bajo.
Pero ya hace rato que se han ido y, además, ella quiere hacer esto...
Será mejor que se dé prisa, no le queda mucho tiempo.
Vale, venga, toma aire y...
Está segura de que debe parecer una viejecita al cruzar los pocos metros de acera que la separan de la puerta. Nunca antes había caminado tan despacio, con tanto dolor. Una persona le aguanta la puerta abierta para que pase, pero no de la misma forma que lo haría si las cosas fueran normales, sino más bien como si se diera cuenta de que ella se encuentra terriblemente mal y quiere ahorrarle más sufrimiento.
-Gracias -dice Willow.
Su voz suena como la de una mujer mayor.
Willow mira a su alrededor. El lugar no ha cambiado desde la última vez que estuvo aquí. En fin, es probable que no haya cambiado en los últimos cincuenta años, pero aun así, esta estabilidad le resulta inquietante. No puede evitar pensar que la muerte de sus padres debería haber cambiado a todo el mundo y no solo a su familia.
Avanza unos pasos y enseguida se siente asaltada por los olores, la gente, la atmósfera del lugar. Pero está bien, ahora ya lo tiene bajo control. Lo importante es conseguir el libro de David y regresar a la universidad lo más rápido posible.
Willow camina por la sección de antropología -la podría encontrar con los ojos cerrados- y se saca del bolsillo el trozo de papel donde ha escrito el título. Harrison, J.E.
Al menos no estará cerca de los libros de sus padres.
Sin embargo, unos minutos después de buscar por los estantes se da por vencida: el libro no parece estar por ninguna parte.
Bueno, entonces tendré que tenérmelas con el personal.
Willow se acerca al mostrador de información y le entrega el trozo de papel al empleado. Probablemente el chico tenga cinco o seis años más que ella. Tiene un aspecto desaliñado, como el resto de la tienda. No parece una persona a quien le encanten los libros. Willow se fija en que está leyendo una revista de música alternativa.
-¿Qué pasa? -Como era de esperar, parece que la interrupción no le ha gustado nada. Por lo visto, leer la revista es mucho más importante que ayudar a un cliente. Willow sonríe al recordar la descripción que hizo Guy de los trabajadores.
-No he podido encontrar esto por ninguna parte -dice Willow lo más amablemente que puede-. ¿Crees que podéis tenerlo? ¿Arriba, tal vez, en el almacén de libros raros?
-Un segundo -dice el chico después de darle un mordisco a su bocadillo-. ¿Qué es esto, antropología, arqueología, religión? -Entrecierra los ojos, intentando descifrar la letra de Willow.
-Parece antropología -dice Willow-, pero supongo que técnicamente podrías encontrarlo...
-Yo te lo encuentro, ¿vale? -le interrumpe-. Tú espérate por la sección de antropología y te digo algo en unos minutos.
Willow pasea lentamente por la sección de antropología, y se para en el estante donde están los libros británicos.
Pasa las hojas sin mucho interés. Es extraño, pero hace meses que no lee nada que no sea para el instituto. Exactamente desde la muerte de sus padres. Los libros solían ser para ella más importante que la comida. Leer, hablar de ellos, pero ahora...
Aunque, claro, Guy y ella estuvieron comentando...
-Te dije que esperaras en la sección de antropología. -El cinco le da un susto a Willow, que estaba absorta en sus pensamientos-. Es igual, lo tenemos. Quiero decir, que podemos tenerlo.
-¡Genial! -Willow se siente aliviada. Por un segundo había llegado a pensar que tendría que irse con las manos vacías.
-Sí. -La mira de arriba abajo escarbándose entre los dientes con la lengua-. Es un encargo especial, ciento ochenta y seis dólares, seis semanas máximo, lo más probable es que sean tres. Ah, tienes que pagarlo ahora, ya sabes, por ser un encargo especial y todo eso.
-Yo... Que... Es...
¿Ciento ochenta y seis dólares? ¿De tres a seis semanas?
Ya tenía asumido que iba a ser caro, y contaba con tener que hacer unos cuantos turnos extra en la biblioteca pero...
¡Ciento ochenta y seis dólares!
Willow se ha quedado, literalmente, sin palabras.
-¿Qué me dices? ¿Lo quieres?
Willow se queda mirando al chico. La mente se le ha quedado totalmente en blanco. -¿Te interesa? -insiste-. Oye, ¿te pasa algo? Porque parece que vayas a... -Alergias. -Willow se seca los ojos con el dorso de la mano.
-¿Sí? Yo también. Bueno, ¿quieres encargarlo?
-Yo...
-¿Vives por aquí? -le interrumpe. Es evidente que nada le importa menos que el que ella vaya o no a comprar el libro-. Toco con mi grupo en un local que está un poco más abajo. Después del trabajo, miércoles y viernes. Podrías pasarte, escucharnos y después te vienes a tomar algo.
¡Esto no me está pasando!
-Gracias, yo... No, lo siento, no tengo el dinero para el libro y vivo...
Willow se da la vuelta sin saber muy bien hacia dónde va, pero necesita estar sola. Y rápido.
Se abre paso entre la gente a empujones, desesperada por encontrar un lugar donde pueda estar sola. Mira en cada pasillo, pero en todos hay alguien que busca entre los libros viejos y polvorientos.
Willow se siente cada vez más desorientada. Tiene calor, y el polvo le hace sentir como si realmente tuviera alergia. El lugar está demasiado lleno de recuerdos y ella está terrible, terriblemente decepcionada.
Finalmente, cuando ya se acerca al final de la tienda, encuentra un pasillo en el que solamente queda un cliente a punto de marcharse.
Willow pasa junto a él empujándolo sin apenas disculparse y se derrumba al llegar a las estanterías metálicas. Respira con dificultad y ni siquiera se da cuenta de cómo se va chocando con los libros. Poco a poco, se derrumba en el suelo y esconde la cara entre las manos.
Bueno, ¿y qué te pensabas? ¿Qué te pensabas que iba a pasar?
Debería haberlo sabido. Ya nada le sale bien, así que, ¿por qué esto iba a ser una excepción? ¿Por qué había pensado que ella iba a conseguir lo que a David le había resultado imposible? Su historial más reciente deja bastante que desear. Willow cuenta con los dedos los errores que ha cometido. Uno: debería haber imaginado que el libro sería así de caro. Dos: debería haber sabido que un libro tan poco conocido no estaría esperando en el primer estante a que ella lo cogiera y se fuera tan fresca. Tres: debería haber sabido que, aunque hubiera encontrado el libro, nada hubiera sido diferente.
Pero yo esperaba...
Willow levanta la cabeza lentamente. No se había dado cuenta de la cantidad de energía que había invertido en conseguir el libro para David. Por la mañana le había parecido una idea perfecta pero, en verdad, ahora que lo piensa con detenimiento, ¿no es igual de superficial que intentar animarlo con un par de estúpidos cumplidos? Le da vergüenza pensar en cómo había creído que algo tan simple hubiera hecho la vida de su hermano más fácil. Le da vergüenza ser tan superficial.
Y especialmente, le da vergüenza haber pensando que comprando el libro a David podía volver a ganar su amor.
Willow abre la bolsa despacio, con calma. No tiene esa urgencia, esa necesidad imperiosa que acostumbra a acompañar sus necesidades. Por alguna razón, en este momento simplemente le resulta inevitable. Ella es alguien que se corta. Así de simple. Es alguien que ha matado a sus padres. Es alguien que ha perdido a su hermano. Y es alguien que se corta.
Se levanta la manga, pero mueve la cabeza en un gesto de desaprobación. Va a tener que esperar a que se le curen algunas de esas heridas antes de volver a atacar el brazo. Lo mejor será que vaya a por las piernas, aunque es un lugar más difícil de acceder. Aun así, Willow se inclina hacia delante y se levanta el pantalón.
-Perdona.
Alguien le pasa por encima para coger un libro y Willow levanta la cabeza.
¿Es que nada puede salir bien?
Aprieta la cuchilla en su mano con rabia. Al hacerlo, se corta la palma de la mano. ¡Bien!
Pero eso es todo lo que puede hacer ahora. Y, de todos modos, es hora de irse. Tiene que ir al trabajo.
Willow se coloca bien el pantalón, guarda sus cosas en la bolsa y se levanta. Mientras se pone de pie, le llama la atención un pequeño volumen encuadernado en piel, muy bonito a pesar de estar viejo y gastado. Está puesto de cualquier manera entre los otros libros.
Se pregunta qué hará aquí este libro y mira el cartel al final del pasillo.
Drama isabelino y de la Restauración.
Willow no se había dado cuenta de la parte de la tienda que había escogido para desmoronarse. Coge el libro, mira la cubierta azul de piel y empieza a pasar las páginas manoseadas y con las esquinas dobladas de La tempestad, intentando leer las anotaciones al margen que algún lector anterior debió hacer y que ahora apenas resultan legibles porque la tinta se está borrando.
-¿Me dejas pasar ya?
Levanta la mirada y ve a un chico particularmente guapo. Puede que sea un actor. -Sí, lo siento. -Finalmente se pone de pie y hace una pausa para volver a dejar La tempestad en su sitio. Pero en lugar de eso, se pone el libro bajo el brazo y se dirige hacia la caja.
Willow no sabe muy bien por qué lo quiere comprar. Se ha leído esta obra un millón de veces. Además, ahora mismo no tiene tiempo de leer nada que no sea para el instituto y, aunque lo tuviera, tiene varias ediciones en casa.
Además...
¿No dijo que su padre era banquero? Lo último que necesita es una edición vieja y mohosa como esta.
Seguramente le parecerá raro que le regale un libro de segunda mano, subrayado y lleno de anotaciones. Probablemente le parezca raro que le haga cualquier tipo de regalo.
Y, de todos modos, ¿por qué está pensando en comprar algo para Guy?
Sin darse cuenta, Willow se toca la herida que él le curó.
No tiene por qué dárselo. No tiene por qué hacer nada con el libro. Incluso podría tirarlo a la basura. O simplemente quedárselo. Pero la verdad es que Guy debería leerse La tempestad. No importa, simplemente es algo para tener.
Tal vez su visita no haya sido una total pérdida de tiempo, piensa mientras paga y sale corriendo hacia el trabajo.
-Vaya, fíjate. -Carlos le guiña el ojo al verla entrar corriendo, sofocada y sin aliento, casi veinte minutos tarde-. Espero que te lo hayas pasado bien.
-No exactamente. -Willow deja su bolsa debajo del mostrador-. ¿Qué humor tiene hoy? -susurra mientras se coloca la tarjeta de identificación.
-Tienes suerte, hoy no está. Urgencias odontológicas.
-Oh... -Willow hace una mueca de dolor. Se sienta en uno de los altos taburetes que hay detrás del mostrador y enrosca los pies en las patas metálicas.
-Pregúntame si ha pasado algo más -dice Carlos. Se apoya en el respaldo de su silla y la mira arqueando las cejas.
-¿Ha pasado alguna cosa más? -Willow recita la pregunta pero no escucha con demasiada atención. Está pensando si tendrá tiempo de hacer deberes. Después de todo, la señorita Hamilton no está aquí...
-Alguien ha preguntado por ti.
-¿Por mí? -Willow se sorprende-. ¿Te refieres a mi hermano?
-¡Venga ya! -Carlos pone los ojos en blanco-. ¿Crees que no conozco a tu hermano? Alguien más joven, de tu edad, un chico -añade, anticipándose a cualquier pregunta-. Ya le había visto antes por aquí.
-Oh... -Willow piensa durante un minuto. La única persona que se le ocurre es Guy-. ¿Qué quería?
-Saber si trabajabas hoy. Le he dicho que sí.
-Ah...-Se encoge de hombros intentando fingir indiferencia-. Bueno, puede que se vuelva a pasar.
-Puede, no. -Carlos se recuesta en el respaldo y se levanta de un salto mientras Guy se acerca al mostrador.
-¡Hola! -Guy sonríe a Willow-. He venido aquí a trabajar y había pensado que, cuando hagas una pausa, podríamos...
-Ahora mismo iba a hacer una -interrumpe Carlos.
-¡Pero si acabo de llegar! -protesta Willow.
-Hoy estoy al mando -dice Carlos-. Además, no hay mucho movimiento. Venga, nos vemos en media horita.
-Bueno, gracias -dice Willow lentamente.
Por supuesto que está contenta de poder hacer una pausa, pero de repente le ha entrado vergüenza. Se quita la identificación, se la mete en la bolsa y se queda quieta un segundo.
Es totalmente seguro dejar la bolsa aquí. Siempre lo hace cuando se toma un descanso, solo coge el monedero y se lo guarda en el bolsillo.
Pero Willow no puede evitar pensar en la copia de La tempestad que lleva en el fondo de la mochila.
No es que sepa muy bien lo que va a hacer con ella, pero también podría llevarse la bolsa, por una vez.
-Hasta ahora -le dice a Carlos mientras se cuelga la mochila en el hombro.
-¡Que majo! -dice Guy.
Bajan por la escalera de mármol y salen a la calle.
-Mmm... -asiente Willow.
Aunque su mochila ya pesa por sí sola, Willow siente la presencia del libro al fondo de su mochila. Debe de ser su imaginación. Al fin y al cabo, no puede pesar mucho. -Bueno. -Guy le sonríe-. Estaba trabajando en la biblioteca y necesitaba un descanso. Pensé que quizá podría arrastrarte hasta el lugar del que te hablé.
-¿El de los capuccinos? Claro. -Willow hace una pausa-. ¿Qué estabas haciendo? Willow realmente quiere saber qué estaba haciendo Guy en la biblioteca, pero hay un montón de cosas que le gustarían saber antes, como por qué quiere pasar su rato de descanso con ella en primer lugar.
¿Será porque cree que tiene que controlar sus actividades ilícitas ya que no se lo ha contado a David?
¿Será porque, por alguna razón, le apetece estar con ella?
Quizá, después de todo, debería darle el libro.
-Oh, estaba con unas lecturas que tengo que hacer para una asignatura que estoy haciendo aquí. ¡Eh, cuidado!
La coge de los hombros para evitar que se choque con un mensajero que pasa a toda velocidad en bicicleta.
-Gracias. -Willow está sobresaltada. No tanto por la bici, a pesar de que casi la atropella, sino por sentir el contacto di sus brazos. Sin embargo, ya debería estar acostumbrada a esto. Al fin y al cabo, le ha vendado el brazo, la ha arrastrado por la escalera, cogido de la mano...
Quizá le ha afectado tanto porque todavía se siente descolocada por la experiencia en la librería. O quizá porque esta es la primera vez que la toca por una razón que no tiene nada que ver con sus cortes.
-Este es el lugar. -Guy abre la puerta.
Willow se sienta frente a él en una de las mesas de mármol y coge un menú; luego lo deja y empieza a morderse las uñas.
Encantadora.
Vuelve a coger el menú, pero ni siquiera intenta abrirlo y empieza a jugar con el servilletero.
-¿Estás bien?
-Sí, sí, claro. Solamente un poco...
Nerviosa e incómoda.
Pero eso no tiene ningún sentido. Al fin y al cabo, él lo sabe todo de ella, no tiene nada que temer.
Entonces, ¿por qué está tan tensa?
Vuelve a pensar en el otro día en el parque, cuando le convenció para que se quedara con ella. Debería haber dejado que se fuera entonces. Ha roto el propósito que se hizo después del accidente. Está empezando a sentir cosas. Un montón de cosas.
Willow no se lo puede permitir. Nunca debería haber permitido que entrara en su vida de esta manera. No es asunto suyo lo que le guste, o lo que lea, o en qué lugar creció ni todas Mas cosas.
¿Y qué está haciendo comprándole regalos? En cuanto vuelva al trabajo, lo tirará a la basura. Lo primero que...
-¿Ya sabes lo que quieres? -le pregunta Guy.
-¿Eh? -Willow ni siquiera se había dado cuenta de que el camarero estaba allí. Abre el menú, pero está boca abajo.
-No importa, yo me encargo. -Guy se ríe de ella, pero con buena intención-. Mmm, dos cappuccinos helados y dos... Dios, ¿qué podrías querer? A ver, ella tomará... una tarta de fresa.-La mira-. ¿Te va bien?
-Sí, claro -asiente Willow-. Pero en realidad no tengo tanto tiempo. Tengo que volver en...
-Ya lo sé, pero algo me dice que Carlos no va a ser muy estricto contigo hoy. -Guy se vuelve otra vez al camarero-. Entonces, dos cappuccinos helados, una tarta de fresa y...
-Espera. -Willow consigue darle la vuelta al menú-. Mmm... Él tomará la tarta Mocha Napoleón.
-A la primera. -Guy le devuelve la carta al camarero-. Bueno, ya sabes, me estaba preguntando... Un segundo...
-De repente para de hablar y le coge la mano a Willow. Esta vez la coge con fuerza, casi con violencia, y Willow ahoga un grito.
Él le abre la mano y mira la línea de sangre seca que atraviesa la palma.
-No es lo que piensas.
-¿Ah, no?
-No. -Willow se revuelve en su silla. La mirada de Guy es demasiado intensa y ella tiene que apartar los ojos-. Vale, ¿quieres saber la verdad? No es lo que tú te crees, pero no porque no lo intentara, ¿vale? -Aparta la mano.
-¿A qué te refieres?
-Me refiero a que quería hacerlo pero no he podido. No estaba sola. Mira, ¿de verdad quieres ayudarme?
-Sí.
-Entonces hablemos de otra cosa.
-Vale -dice Guy-. ¿De qué?
-Bueno... -Willow apoya la barbilla en las manos y piensa unos instantes-. No sé, lo que sea. Del tiempo.
-¿Del tiempo?
-Vale, ¿qué te parece el tiempo en Kuala Lumpur?
-Ya hemos hablado de eso.
Guy se cruza de brazos y le echa una mirada.
-Bueno, pues explícame el resto. ¿Cómo eran las cosas allí?
-Tienes fijación con el sitio, ¿no?
-Me gusta el nombre. -Willow se encoge de hombros.
-Lo que tú digas. -Guy hace una pausa mientras el camarero deja las cosas sobre la mesa-. Vale, ¿quieres saber cómo era la vida allí? Todo era muy diferente. Me refiero a todo. La gente, los edificios, la comida... la cultura en general. Era casi como estar en otro planeta. Pero la verdad es que no pude apreciarlo porque, en fin, fue una época difícil para mí.
-¿Difícil? Pero si parece divertido -protesta Willow-. Estabas viviendo en una sociedad muy diferente, tenías todo el tiempo del mundo para leer... -Se le corta la voz al darse cuenta de lo frívolo que suena lo que dice. Únicamente le falta decirle que suena encantador-. Perdona, ¿por qué fue difícil?
No puede creer que le esté preguntando esto. Debería levantarse e irse en lugar de seguir allí metiendo el dedo en la llaga. Lo último que necesita es oír cosas que hagan que él sea cada vez más importante para ella.
Demasiado para mantener su propósito. Se siente como una ex fumadora en una fábrica de cigarrillos.
-No me malinterpretes. -Guy niega con la cabeza-. No es exactamente que se estuviera mal. Tenía muchas cosas buenas. Pudimos hacer cosas increíbles, como viajar por toda aquella zona, conocer Tailandia... Además, es increíblemente maravilloso poder ver este mundo tan diferente de cerca. Pero es como si yo nunca acabara de encajar allí. Es decir, yo me esperaba que Kuala Lumpur fuera diferente. Lo extraño era, sin embargo, que tanto los otros chicos con los que solía ir como la escuela fuesen tan diferentes a lo que yo conocía. Eran todos británicos, de familias muy, muy ricas.
Para mí, eran tan extraños como el resto de cosas que me rodeaban, pero la cuestión era que se suponía que yo debía ser como ellos. Y no era así. Y esto era...
-Difícil -dice Willow lentamente-. Por lo que dices, tenía que ser duro. Siento que no tuvieras una buena experiencia pero, ¿sabes lo que pienso?
-No, dime.
-Bueno, lo de no acabar de adaptarte, creo que eso es lo que ha hecho que ahora te intereses por la antropología. Quiero decir, incluso antes de que empezaras a leer libros o fueras a
las clases de mi hermano. Observar otra cultura desde fuera, más o menos es de eso que lo trata la antropología, ¿no?
-Nunca lo había pensado desde ese punto de vista. -Guy bebe un poco de café-. Yo solo me quejaba por no sentirme parte de eso, pero supongo que tienes razón. -Para de hablar y la mira un minuto-. ¿Sabes qué? Creo que se me da fatal eso de distraerte.
-¡Oh, no! Oír hablar de los problemas de los demás... Créeme, la distracción perfecta. -Pero ese también es tu problema, me refiero a no acabar de adaptarte. Bueno, al menos eso es lo que tú piensas, y como es uno de tus problemas, lo último que quiero hacer es recordarte cosas de estas.
-Oh... -Willow baja la mirada hacia su plato. Tiene parte de razón, claro, pero aunque parezca raro, escucharle no le ha hecho pensar para nada en su propia situación. Además, sería agradable poder hablar de cosas simples aunque fuera por una vez.
-De acuerdo -dice Willow-. No creo que el tiempo en Tailandia fuera mucho mejor. Espera. -Un objeto rojo llama la atención de Willow desde la calle-. Parece que tenemos suerte, ahí hay algo más interesante. -Willow se inclina hacia un lado, casi se levanta de la silla, y estira el cuello para mirar por la ventana-. Perdona, falsa alarma. -¿Qué estabas mirando? -Guy mira por la ventana.
-Me había parecido ver pasar a Laurie, perdón, a los nuevos zapatos de Laurie. - Willow se deja caer sobre su silla-. Ha salido de compras esta tarde, a por zapatos. Dice que va a llevarlos mañana.
-¿Y eso es más interesante?
-Mil veces. Pero, da igual, no era ella.
-Ya... Me he perdido. ¿Has ido de compras con ella?
-No -suspira Willow-. Debería haber ido, pero no. Chloe y ella iban hacia el centro y yo tenía que ir a la librería que nos... que te gusta. Así que hemos ido juntas por el ca- mino.
-¿Dónde me compré Tristes?-Guy se anima-. ¿Has comprado algo?
-No -dice Willow tras pensarlo unos segundos-. En realidad no.
-Ojalá hubiera sabido que ibas a ir, te hubiera acompañado. ¿Buscabas algo en concreto
Willow tarda un minuto en contestarle. Está demasiado ocupada recordando sus desastrosos recados. Está demasiado ocupada pensando que no tiene nada que darle a David cuando lo vuelva a ver, nada excepto un control suspendido, y no piensa darle eso a su hermano.
-¿Willow?
-Perdona, es que... Mira. -Willow coge su mochila y saca el control, con cuidado de que Guy no vea La tempestad-. Se supone que tengo que darle esto a David. -Le pasa el papel a Guy-. Tiene que firmarlo. Pero no puedo dárselo. Voy a tener que falsificar su firma o algo así. -Juega con la tarta de fresa y aparta el plato.
-Esto debe de ser nuevo para ti -dice Guy al darse cuenta de la «F» escrita en rojo. -No me tomes el pelo.
-Se va a notar que es letra de chica a menos que la calques. -Guy mira el papel al trasluz-. Y este papel es demasiado grueso. -Le devuelve el control-. Ya sé lo que me dijiste en el parque, pero creo que puedes estar equivocándote con todo esto. Quiero decir, ¿estás segura de que no puedes ir y, simplemente, decirselo? Vale, has sacado muy mala nota, pero sabrá cómo llevar la situación. Firmar un control no es algo tan grave, ¿no?
-Es por lo que significa firmar, lo que representa. Pero si apenas pudo con la entrevista con el tutor. ¿Cómo voy a... ? Es que... Es... Es demasiado. Y tampoco es por la nota, es mal bien por... -Willow niega con la cabeza sin saber qué más decir. Nadie lo entiende, nadie lo pilla-. Seguro que tú crees que es todo un detalle, ¿no? -dice Willow, un segundo después, con un tono de urgencia en su voz.
-¿Un detalle? -exclama Guy, desconcertado.
-Que haga ese tipo de cosas por mí, ya sabes, como firmal un control, hacerme de padre.
-¿Un detalle? -repite, sin poder creérselo-. ¿Me tomas el pelo? A mí me parece que debe ser durísimo, pero sigo pensando que tú...
-Te he comprado una cosa -le suelta Willow.
-Que has comprado... ¿Qué?
Willow cierra los ojos un segundo. Le sorprende que vaya a dárselo después de todo, pero ya no hay vuelta atrás. Ahora tiene que hacerlo.
-En la librería. -Busca en su mochila y le tiende el paquete a través de la mesa.
Guy saca el libro de la bolsa lentamente. Willow se espera que ponga cara de decepción, de no entender por qué le regala un libro tan viejo y hecho polvo,
-Me encantan los libros usados con anotaciones en los márgenes, es lo mejor -dice Guy mientras pasa las páginas-. Siempre imagino quién lo debió leer antes de que lo hiciera yo. -Hace una pausa para leer uno de los discursos de Próspero-. Tengo un montón de deberes como para leérmelo ahora pero, ¿sabes qué? Que les den, quiero saber por qué es tu Shakespeare favorito. Gracias, es genial. O sea, no tenías por qué hacerlo.
-Pero lo he hecho -dice Willow, tan bajo que duda mucho que la haya oído.
-Oye, no has escrito nada -dice Guy con el ceño fruncido.
-Oh, ni siquiera había pensado... Yo, bueno... Ni siquiera sabría qué poner -dice Willow con timidez.
-Bueno, a lo mejor se te ocurre algo después.
Willow mira cómo Guy lee el principio. No cabe duda, su sonrisa es auténtica y Willow no puede evitar pensar que, si no puede hacer algo así por David, al menos sí que lo puede hacer por alguien.


Willow- Julia Hoban -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora