Capitulo 9

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-Solamente puedes sacarlo hasta mañana -dice Willow mientras comprueba el carnet de la chica para ver qué régimen de préstamo tiene.
-Es justo lo que necesito, porque el trabajo es para mañana -contesta la chica como si le faltara el aliento. Coge el libro con ambas manos-. Gracias.
-Buena suerte con el trabajo -dice Willow mientras la mira cómo sale disparada escalera abajo.
Vuelve a sentarse en el taburete, haciendo esfuerzos por no volver a mirar el reloj. Le queda más de una hora para que acabe su turno, pero está tan aburrida que no cree que sea capaz de aguantarlo.
-Bueno, ¿cómo ha ido? -Carlos aparece por detrás.
-Mmm... Nada del otro mundo -dice Willow inocentemente-;, Un préstamo normal, no me ha pedido préstamo interbibliotecario ni nada de eso.
-¡Imbécil! -Carlos le da un manotazo en el brazo-. Sabes exactamente de qué te estoy hablando. -Acerca la silla hacia Willow y se sienta-. Alégrame el día, reina. Vamos, cuéntame algo.
-¿No tienes a nadie más a quien puedas molestar? --dice Willow.
-No.
-Vale -suspira-. Mmm... Ha estado bien. Tienen una tarta de fresa deliciosa en ese local que está unas calles más abajo.
-Si quiero una crítica gastronómica, me leo el periódico.
-¿Por qué te interesa tanto lo que ha pasado?
Willow se vuelve para mirarlo.
-Porque nunca te había visto sonreír de ese modo. -Carlos se apoya en el respaldo de la silla y la mira con solemnidad.
Oh.
-No importa. -Carlos se ríe-. Es divertido tomarte el pelo. ¿Por qué no te vas ya? -¡Pero si aún me queda una hora! -protesta Willow.
-Ya te lo he dicho antes. Hoy este sitio está muerto. Sinceramente, me las puedo apañar solo -asegura Carlos-. Además, trabajas demasiado.
-Uf, un montón. -A Willow le viene a la mente la «F» gigante sobre su examen, que está guardado entre el resto de deberes fuera de plazo que le esperan por hacer en la mochila-. Pero gracias, Carlos. Eres muy amable. -Si él está dispuesto a dejar que se marche, no va a ser ella quien lo contradiga. Willow se baja del taburete y recoge sus cosas de debajo del mostrador.
-Tranquila, que esto ya me lo cobraré -dice Carlos secamente-. Ya me cambiarás algún turno más adelante, a lo mejor la semana que viene.
-Por supuesto -le contesta Willow, ya de espaldas, mientras baja la escalera de dos en dos. Debe ser la cafeína que acaba de tomar, no hay otra razón para sentirse tan optimista.
Difícilmente será por la emoción de salir cuarenta minutos antes. Y menos aún por las ciento cincuenta páginas del Bulfinch que tiene que leer para mañana, o por el trabajo que tiene que ponerse a escribir de una vez.
Y definitivamente, no es por el hecho de que tiene que encontrar la manera de falsificar la firma de David en el control.
Willow disminuye la velocidad, su buen humor se va apagando al pensar en la tarea que le queda por delante. Calcar parece la mejor alternativa, aunque el papel sea grueso. Seguro que si busca por el escritorio de su hermano podrá encontrar algún cheque cancelado. Únicamente tiene que poner el papel en algún lugar al trasluz... Odia en lo que se ha convertido su vida.
Willow se para en seco. Un poco más adelante está David. Él también la ve y la saluda desde lejos mientras se le acerca. No es tan extraño encontrárselo en el campus. Al fin y al cabo, David trabaja aquí.
En este momento, Willow recuerda un día a principios de marzo, poco antes del accidente. Había hecho un día frío y gris, llovía a cántaros, si no recuerda mal. Cathy y ella estaban temblando de frío porque esperaban que hiciera más calor. ¿No se suponía que la primavera estaba a la vuelta de la esquina? David se había enfadado mucho con Cathy por no abrigarse más. En realidad, más que enfadarse, se había puesto en plan protector. Al fin y al cabo, Cathy estaba embarazada de siete meses y medio y ya se le iba despertando ese instinto.
Habían salido todos juntos a cenar. Willow se había aburrido como una ostra oyéndolos discutir durante horas y horas para escoger el nombre del bebé. Bueno, en realidad no se había aburrido tanto. La idea de ser tía era bastante emocionante. A los dieciséis años, ninguna de las amigas de Willow tenía sobrinos. Aun así, hacer como que se aburría y pedir que cambiaran de tema le debió parecer lo más adecuado en aquel momento.
Helen. Ese era el nombre por el que finalmente se habían decidido. Tampoco era una sorpresa, su hermano también era, desde siempre, fan incondicional de la Ilíada. David estaba seguro de que a sus padres les gustaría.
Seguramente les habría gustado el nombre. Willow no llegó a preguntárselo. Pero no vivieron para ver nacer a su primera nieta.
Isabelle era el segundo nombre de su madre. Nació seis semanas antes de tiempo, nada preocupante en los tiempos que corren, pero que tampoco hubiera ocurrido si Cathy no hubiera estado sometida a tanto estrés. Willow está convencida de ello.
A veces le sorprende que Cathy pueda mirarle a la cara.
-¡Eh! -dice David acercándose a ella-. Iba para casa. No esperaba verte por aquí. Has salido antes, ¿no? -Cambia de brazo la pila de libros que lleva-. ¿Ha pasado algo? ¿Te encuentras mal, o has tenido algún problema?
-No, para nada. -Willow se apresura en asegurarle-. Es solo que la biblioteca estaba muy calmada hoy y me han dejado salir antes de tiempo.
-Vale -asiente David-. Podemos ir a casa juntos. Quería. .. Stephen, ¿qué haces por aquí? -David saluda al tipo alto y despeinado que camina hacia ellos.
-David, ¿cómo estás? -Stephen le da la mano-. ¿Sabes? No tenía ni idea de que iba a venir hoy aquí. De haberlo sabido te habría mandado un mail para hacértelo saber. Willow no tiene ni idea de quién es este Stephen, no lo había visto nunca, y espera pacientemente a que David se lo presente.
-Bueno, ¿cómo te va la vida? -pregunta David.
-Estoy haciendo entrevistas en algunas universidades de la zona y pensé en pasarme por aquí y echar una ojeada al departamento. -Stephen pone cara de preocupación- . He oído que van a necesitar a alguien para el semestre que viene.
-Sí, lo sé. Creo que van a sacar algún anuncio -pronuncia David pensativo-, pero me parece poca cosa para ti.
-Déjate de historias, cogería cualquier cosa que me dieran. Por cierto, he oído que te has casado. ¿Es posible que sea verdad?
-Casado y con una hija -afirma David-. ¿Te lo puedes creer? ¿Te acuerdas de Cathy? Nos casamos. Tenemos una hija. Isabelle.
-¡Madre mía! Solamente ha pasado un año y medio desde la última vez que te vi. Es increíble lo que pueden llegar a cambiar las cosas en tan poco tiempo. ¿Qué más ha pasado desde entonces?
Willow mira a su hermano con ansiedad. Sabe lo violenta que resulta esta pregunta para él, lo doloroso que es tener que contestarla.
-Sí, es realmente sorprendente lo que puede llegar a pasar en tan poco tiempo -dice David después de una pausa considerable.
-Pero ¿qué más te puede haber pasado aparte de casarte y tener una hija? -Stephen se ríe-. Por favor, no me digas que te has sacado la plaza de profesor ya... Ni siquiera tú eres tan superdotado para conseguirla tan rápido.
-Por Dios, no. Ojalá. -David se ríe con él.
Willow es ahora la que está sorprendida. Lo cierto es que no estaba deseando oír a David recitar la letanía de desgracias que han asolado su vida desde la última vez que vio este tipo, pero ¿de ahí a no decir nada... ?
-¿Y quién es esta chica? -Stephen mira a Willow-. ¿Una estudiante?
-Oh, perdona. Hoy no pienso con claridad. Stephen, esta es mi hermana, Willow. -¡Tu hermana! -Stephen le tiende la mano-. ¿Vas al instituto por aquí?
-No, yo...
-Willow está viviendo con Cathy y conmigo ahora -interrumpe David. Sin embargo, esto es todo lo que dice. No da ninguna explicación de por qué las cosas son así.
-Tiene que ser divertido para ti. -Stephen le sonríe-. Dios, cuando era un adolescente hubiera dado cualquier cosa por escapar de mis padres. Hablando de eso, casi se me olvida preguntarte. ¿Cómo están tus padres? ¿Sabes? Hace siglos que no hablo con ellos, pero nunca olvidaré la recomendación que me redactó tu padre. Fue hace años, pero siempre me acuerdo de eso. Y de él también.
Willow cierra los ojos un segundo. El buen humor despreocupado de Stephen resulta simplemente horrible dadas las circunstancias. Se acerca un poco a su hermano. Quiere cogerle de la mano, darle seguridad con algún gesto si es posible, hacer algo para darle apoyo durante este terrible momento. A diferencia de antes, ahora no hay manera de poder evitar responder sin tener que enfrentarse a la pura y dura verdad. El silencio se alarga, Stephen mira a David expectante.
-El... El tenía un gran concepto de ti -dice David finalmente. Eso es todo lo que dice. Willow está anonadada. No se lo puede creer. De verdad que no se lo puede creer. ¿Por qué no le ha contado David lo que ocurrió? ¿Por qué no ha permitido a Stephen que sepa que el hombre a quien tanto admira ha muerto? ¡Muerto! Y su mujer también. Que Willow estaba con ellos cuando eso pasó. Que estaba conduciendo. Que la razón de que ella viva con David y Cathy no es porque quiere escapar de sus padres sino porque sus padres están muertos.
¿Qué le pasa? ¿Por qué lo niega todo de esta manera tan horrorosa?
Por una vez, Willow está enfadada con su hermano. De hecho está furiosa. ¿De qué se está escondiendo? ¿Por qué actúa siempre, siempre, como si nada hubiera ocurrido? Algo explota en su interior. Se acabó ser la chica que haría lo que fuera por mejorar su vida. Ya no es la misma persona que salió de casa esta mañana. Ya no tiene constantemente el deseo de halagarlo con cualquier pretexto para poder verlo sonreír, ya nada le importa menos que encontrar el libro con la esperanza de hacerle sentir mejor. No tiene ningún deseo de consolarlo... o aún peor, ser su cómplice en esta deliberada negación de los hechos. En ese momento, prácticamente lo odia. Casi tanto como él la debe odiar a ella.
Desea desesperadamente dejar las cosas claras. Decir «No», gritar la verdad a los cuatro vientos. Y lo va a hacer.
Perdona, Stephen, pero David no te está contando todos los detalles. Mis padres están muertos. Yo los maté. Por eso vivo con él y su mujer, ¡porque yo he matado a nuestros padres! ¿Vale? Eso es lo que ha pasado durante este último año.
Por desgracia no es tan fácil romper con las costumbres adquiridas durante diecisiete años. Willow no puede, simplemente no puede plantarse en medio del campus y ponerse a gritar a pleno pulmón.
Si hubiera alguien que ella conociera por allí cerca. Laurie, por ejemplo. O Andy, aún mejor. Alguien a quien poder coger y presentarle a David... Alguien a quien ella pudiera contar la versión de los hechos mientras David y su amigo los escuchan.
Willow mira a su alrededor como una loca, pero evidentemente, no hay nadie que ella conozca por aquí. Le hierve la sangre de rabia al sentir la impotencia de hacer lo que desea. Allí está, parada, escuchando a David ya su estúpido amigo hablando del estúpido trabajo que busca.
-En fin, espero poder encontrar algo por aquí. Ya sabes, yo soy de esta zona y...
De repente, a Willow se le ocurre una idea. Ya sabe qué hacer para sacar a David de su absurda complacencia, forzarlo a explicar a Stephen la verdadera situación. ¡Se acabó lo de no querer recordarle a David que él es el padre ahora! ¡Basta ya do intentar evitarle el mal trago! Como una loca empieza a rebuscar por su mochila.
-¡Toma! -dice en voz alta, tan alta como se atreve, interrumpiendo a Stephen a media frase-. ¡Toma! -Repite, plantándole a David el control en las narices-. ¡Tienes que firmar esto!
Los dos chicos la miran sorprendidos.
¡Bien!
-Venga, David -insiste Willow, poniéndole un bolígrafo en la mano a su hermano-. Tienes que firmarme esto. Necesito que un padre o tutor legal me lo firme. -Mira triunfal mente a su hermano y Stephen, esperando que este último le pregunte a qué se refiere con lo de tutor legal, esperando ver la expresión desencajada de terror en la cara de David.
Pero la escena no ha tenido éxito. Stephen no parece haber pillado las palabras clave y David está demasiado ocupado estudiando el examen como para prestarle demasiada atención. Cuando su hermano asimila el significado del control, lo cierto es que se preocupa, pero también está claro que, a diferencia de Willow, no tiene ninguna intención de montar una escenita delante de su amigo. Willow se da cuenta de que lo único que ha conseguido es parecer una loca o, al menos, una maleducada increíble. -Debería irme -dice Stephen después de una incómoda pausa.
-Que tengas mucha suerte buscando trabajo -dice David mientras garabatea su firma en el control y se lo devuelve a Willow.
Willow mira con una sonrisa en la cara cómo Stephen se aleja de ellos. Seguramente sus acciones no han tenido el efecto que ella esperaba, pero está segura de que al menos habrá provocado alguna reflexión. Por fin David le va a echar la bronca. Y no solamente por haber suspendido el examen, sino por haber sido tan grosera. Y en cuanto lo haga, ella tendrá su oportunidad. Finalmente podrán poner las cartas sobre la mesa.
-Vamos a casa -dice David después de un momento. Es más que evidente por la expresión de su cara que está furioso. Pero también lo es que no tiene ninguna intención de llamar la atención a Willow ni por sus notas ni por su comportamiento. Mi siquiera la mira mientras salen por las puertas del campus y se dirigen al parque.
Y Willow no tiene más opciones que seguirle en silencio.
-Vaya, sí que habéis llegado pronto los dos -les llama Cathy desde la cocina mientras entran por la puerta-. Perfecto, porque me estaba muriendo de hambre. De hecho ya he encargado comida.
-Hola, Cath -dice David entrando en la cocina. Deja los libros sobre la mesa y se dirige a la trona de Isabelle para darle un beso antes de acercarse a su mujer y rodearla con los brazos.
-Espero que os apetezca comida japonesa. -Cathy sonríe a Willow por encima del hombro de David-. Llegará en cualquier momento.
-Genial -dice Willow con el mínimo entusiasmo que puede. Desearía poder desaparecer, escapar de la presencia de los dos, subir a su habitación y estar sola un rato. Pero por lo visto eso no es posible. Simplemente, no hay tiempo antes de que se sienten a cenar. Le va a tocar actuar como si todo fuera bien, como siempre hace, aunque no cree que sea capaz de ello esta noche. No después de lo que acaba de pasar.
-Oh, y ¿sabes qué? -continúa Cathy pasándole a Willow el mantel y los cubiertos-. Markie te ha vuelto a llamar y tengo la sensación de que tenía muchas ganas de hablar contigo.
-Ah... -Willow apenas intenta formular una respuesta. Empieza a poner la mesa, dejando los libros de David en el suelo sin ninguna ceremonia.
-Aquí está la comida -dice Cathy al oír el interfono. Se apresura en ir a contestar. -Probablemente te convendría ver a Markie -apunta David mientras saca unos platos del armario y ayuda a Willow a poner la mesa-. ¿Por qué no has contestado a ninguna de sus llamadas? -David está a punto de tropezarse con los libros, pero consigue agarrarse a la mesa justo a tiempo. Los coge y los deja sobre una silla con el ceño fruncido. Luego se sienta y se coloca la servilleta sobre el regazo.
¿Eso es todo lo que le va a decir? ¿Es que va a seguir sin mencionar lo que acaba de pasar? A Willow le parece increíble que ni siquiera saque el tema del control. Al fin y al cabo la faena del instituto es la única cosa de la que pueden hablar. A lo mejor es que la escena le ha afectado más de lo que ella pensaba.
Bien.
-Porque ella no entiende qué significa ser huérfana -responde Willow un momento después. Pronuncia cada una de las palabras sucintamente. Se sienta enfrente de David y, cruzándose de brazos, lo mira impertérrita.
Esa no es la verdadera razón por la que Willow ha perdido el contacto con sus antiguas amigas, pero quiere plantear su situación de la peor manera posible. Quiere pasárselo por la cara a David, hacer que reaccione. No sabe cómo, pero de alguna manera, va a hacerle responder.
David no responde, pero a Willow le queda la satisfacción de poder ver cómo se estremece.
David se apoya en el respaldo de su silla y mira a Willow pensativamente. Se le ve confuso, quizás incluso un poco enfadado. Una cosa está clara, sin embargo, los ataques están empezando a hacer mella.
-He pedido California Maki para nosotros -dice Cathy volviendo a entrar en la cocina-, y tempura para ti, Willow. ¿Os parece bien?
Ni David ni Willow responden.
-Interpretaré eso como un sí -murmura.
Abre la caja de comida y la coloca sobre la mesa.
Aparte del ruido que hace Isabelle jugueteando en la trona, el silencio es total. -Bueno, ¿qué tal en el trabajo, hoy? -le pregunta Cathy a David. La tensión que hay en la mesa es palpable, y espera poder relajar la situación con un poco de charla. -Bien -responde David después de un momento. Aparta la mirada de Willow-. Nada en especial.
Willow se pregunta si debería mencionar el incidente de Stephen. ¿Le sorprenderá a Cathy que David no haya mencionado la muerte de sus padres? ¿Se provocará finalmente una crisis?
-¿No crees que ver a tu amigo... ?
-Pensaba que podríamos...
Willow y Cathy empiezan a hablar a la vez.
-Perdona -dice Willow después de un segundo-. Tú primera.
-Iba a decir que yo sí que he tenido un día terrible en el trabajo y que me encantaría hacer algo esta noche -dice Cathy como si ya no pudiera aguantar más.
Willow mira a Cathy de reojo. Lo cierto es que sí que pare-
ce que haya tenido un día duro, tiene unas terribles ojeras y lleva el pelo de cualquier manera. No es extraño, trabaja en un bufete de abogados y tiene una hija de seis meses. Tiene pinta de necesitar un descanso, ir al cine o algo así. Willow piensa que debería ofrecerse a hacer de canguro.
Es extraño que no se lo hayan pedido antes.
De hecho, es extremadamente raro que una pareja joven con una niña de seis meses no le haya pedido a la hermana de diecisiete años que les haga de canguro de vez en cuando. ¿Es que tener una canguro a todas horas no supondría una diferencia más palpable en su vida que los pocos y miserables dólares que les da cada semana?
Pero, ahora que lo piensa, ¿no ha sido Cathy quien ha sugerido más de una vez que Willow se encargue de Isabelle? Pero por alguna razón, siempre han conseguido quedar a la vez con otras parejas que tienen hijos y, o se han llevado a Isabelle con ellos, o han compartido canguro.
Pero no pasa nada, a Willow no le importa que no la hayan dejado antes a cargo de su sobrina. De hecho, se alegra, porque hoy tiene las provisiones que necesita.
-Sí que pareces estresada, Cathy -dice Willow-. Deberías tomarte un descanso. ¿Por qué no salís los dos a ver una película o algo así? -Mira por encima de su gamba frita a David, que es todo ojos grandes e inocencia.
-Me encantaría ir al cine. -A Cathy se le ilumina la cara-. ¿No sería genial? -Sonríe a David.
-Bueno, supongo... -A David se le corta la voz con ¡n~ certidumbre.
-¿A qué hora te iría bien? -pregunta Cathy mientras coge el periódico que tiene detrás-. Creo que hay una sesión que empieza en media hora.
-¿Esta noche? -David deja el tenedor y mira a Cathy como si estuviera loca-. No podemos ir al cine esta noche. -David hace que la idea parezca ridícula, como si Cathy acabara de sugerir saltar en paracaídas o alguna barbaridad por el estilo.
-¿Y por qué no esta noche? -pregunta Cathy distraídamente mientras hojea el periódico-. ¿Tienes trabajo?
-¿Y por qué no esta noche? -pregunta Willow al unísono.
Willow sabe perfectamente bien por qué David no quiere salir de casa, pero quiere oírselo decir a él. Va a hacérselo decir aunque sea lo último que haga.
-No, no es que tenga trabajo. -David se encoge de hombros-. Es que no me apetece.
-¿Por qué no? -repite Willow.
-No estoy de humor para ir al cine -dice David, pero nunca ha sabido mentir bien y su voz suena apagada.
-¿Por qué no? -Cathy parece molesta-. Sería genial hacer algo así, de improviso. -¿Por qué no? -Willow escupe las palabras. Se levanta arrastrando la silla, que hace un sonido espantoso.
-¿Pero qué te ha dado? -David la mira sin comprender nada-. ¿Por qué tienes tantas ganas de que nos vayamos de casa?
-Willow-dice Cathy-, quizá deberías...
-¿Por qué no le dices a Cathy por qué estás tan desesperado por quedarte? -Willow hace callar a Cathy con un gesto salvaje.
-No estoy desesperado por quedarme...
-Vale. -A Willow le tiemblan las manos. Las apoya en el respaldo de la silla para mantenerlas firmes-. Yo se lo diré.
Se vuelve hacia su cuñada-. ¿Sabes, Cathy? David tiene miedo de dejarme sola con Isabelle. Le asusta demasiado. Supongo que piensa que quiero cargarme al resto de la familia. Con papá y mamá no bastó.
Por un segundo un silencio sepulcral invade la cocina. Incluso Isabelle deja de alborotar en su trona. Willow no se puede creer que haya tenido agallas de decir esto, pero a juzgar por lo pálido que se ha puesto David, parece que por fin le ha tocado la fibra. -¡Willow! -exclama Cathy horrorizada-.¡¿Cómo puedes pensar algo así?! -Mira a los dos hermanos. Es evidente que espera que David diga algo para negarlo, pero él no dice nada.
-Tengo razón, ¿verdad? -dice Willow.
No le quita el ojo de encima a David, pero él está concentrado en su plato y evita su mirada.
-¿Qué? -insiste ella-. ¿Por qué no lo dices sin más? ¿Por qué no le dices simplemente a Cathy que tú...?
-Aquello fue un terrible accidente -le interrumpe David, con la cara incluso más pálida que hace unos momentos. Está claro que le está costando controlar la voz. -¿De verdad? Entonces por qué tienes miedo de dejarme sola con...
-Aquello fue un terrible accidente -repite-. Pero que-darse con una niña de seis meses... Bueno, tienes que estar al tanto de todo. Es...
-Oh, venga, David -le interrumpe Willow-. ¡Puedes hacerlo mejor que eso! No será porque no haya hecho de canguro mil veces. Admítelo. Te aterra dejarme a solas con ella. Te aterra porque crees que soy una...
-Creo que está todo muy reciente todavía -David la corta-. Te están pasando un montón de cosas últimamente, sería injusto esperar que tú...
-¡Para! -Willow respira con dificultad-. Por favor, para.
-No puede soportar oírle hablar así-. ¡Di la verdad! ¡Solamente dila, de una vez! ¡Admite que me culpas de haberlos matado! ¡Admite que me odias!
Willow se tapa la boca con las manos. Está cerca, peligrosamente cerca de venirse abajo. Si algo le pudiera hacer sentir el más absoluto horror, el dolor de su situación es esto... saber con seguridad que ha perdido el amor de su hermano. Si no se estuviera aferrando a la silla con tanta fuerza, caería al suelo hecha un mar de lágrimas, y eso es algo que simplemente no se puede permitir. No está preparada para asimilar ese tipo de dolor.
Cierra los ojos con fuerza, desesperada por encontrar algún tipo de control. Empuja la silla lejos de ella lanzándola al suelo provocando un fuerte ruido, y se lanza escalera arriba.
Willow sabe que Cathy y David la están llamando, pero no los escucha. Está demasiado ansiosa por llegar a su santuario. Llega a su habitación y cierra la puerta detrás suyo, agradecida de que el anterior propietario hubiera puesto una cerradura.
Todavía puede oírles gritar su nombre mientras se derrumba en el suelo tapándose los oídos con las manos. Cualquier cosa con tal de no oírlo. Porque el ruido amenaza con superarla. No solo las voces de Cathy y David, sino el chirrido de los frenos. El golpe seco al chocar la cabeza de su madre contra el salpicadero. El chasquido del parabrisas al romperse en mil pedazos.
Willow no puede soportarlo más. Tiene que conseguir que pare, tiene que bloquear el alud de sentimientos que la invaden. Por desgracia se ha dejado su mochila abajo, pero en su habitación tiene todo lo que necesita. Se arrastra por el suelo hasta llegar hasta la cama y busca debajo del colchón hasta dar con MIS provisiones, tirando el teléfono al suelo en el proceso.
Una parte de ella percibe el sonido de la línea que cruza el aire. Pero no es suficiente, nada lo es en comparación con todos los sonidos que ahora invaden su cabeza. Coge la cuchilla convulsivamente, preparada para hacer lo que tiene que hacer.
Willow hace una brevísima pausa. No sabe en qué está pensando, no sabe qué está haciendo, pero de repente está marcando un número, apretando los botones en el orden que ya se ha aprendido de memoria.
-¿Hola? -La voz de él suena como si viniera de un lugar muy lejano.
-¿Hola? -repite Guy.
Willow no puede hablar. Se apoya contra la cama y se desabrocha la camisa con dedos temblorosos. Se mira el estómago intentando encontrar un lugar apropiado y hace el primer corte, esperando el momento en el que el dolor de la cuchilla borre todo lo demás. No ocurre tan rápido como las otras veces, y su respiración se convierte en pequeños jadeos cuando la cuchilla se va introduciendo más y más profundamente en su piel.
-¿Willow? -pregunta Guy, ahora más fuerte.
Willow cierra los ojos intentando que el sonido la alcance. Es una lucha. No puede dejar de oír el parabrisas haciéndose añicos, y cada vez es peor. Ahora está empezando a recordar las imágenes. Ve la cara de su padre destrozada hasta quedar irreconocible, una masa ensangrentada. Ve la cara de su madre, intacta, pero con los ojos muertos. Hunde la cuchilla más profundamente, como si su sangre pudiera limpiar la de ellos. -¿Willow? -repite Guy.
Willow no habla, apenas respira levemente. Mira la sangre que sale del corte que se acaba de hacer, pero no cambia nada. Esta vez no. Vuelve a cortarse, más profundamente. Siente dolor, pero ¿será suficiente?
-Willow-dice Guy una tercera vez. Pero esta vez no es una pregunta. Está vez está claro que solo quiere hacerle saber que cuenta con su presencia.
Willow intenta concentrarse en su voz, en el salvavidas que le está lanzando. Las imágenes no se borran de su mente pero, mientras escucha la respiración de Guy, los sonidos del accidente se van debilitando.
Deja de cortarse. La cuchilla cuelga sin ningún valor en su mano: ya ha cumplido su cometido. Willow mira las gotas de sangre que le corren por la piel con los ojos entrecerrados.
Su respiración se vuelve más intensa, más regular, en armonía con la de Guy. El sonido de sus respiraciones conjuntas es sorprendentemente íntimo y, pronto, el único sonido que se filtra en el dolor de Willow es el suave silbido de sus inhalaciones mientras se queda dormida aferrándose al teléfono como si fuera un ser vivo como si fuera su amante.




Willow- Julia Hoban -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora